tres por el precio
de una
Si la necesidad y la pereza se disputan el título de “madre de la creatividad”, podemos decir que la competencia es su tía favorita, pues es esta la que ha llevado a los actuales comerciantes de toda clase a buscar innovadoras maneras de cautivar clientes. Desde originales negocios, como el de los cucos al vacío[1] o el spa con peces[2], pasando por diversos mecanismos de distribución (ver el negocio socio[3]), hasta llegar a la segmentación detallada, selectiva y diversa que ha engendrado productos tan originales como el papel higiénico atrapapelos[4] o los servicios del burdel de perros[5] para perros.
Y también, un método excelso, diseminado en los restaurantes de
comida chatarra, que se inició con el pollo combo[6]
y siguió con la oferta de su producto empaquetado en combo y con ciertas
características: poca carne, ligeramente cubierta y manipulada de forma tal que
parezca más apetitosa, destacando tanto la arepa como el pan, para atraer al
cliente, pero sin dejar que este lo toque antes de pagarlo, las papas por ahí, como
desparramadas a los lados y el líquido, casi siempre el mismo, que no por azar se
deja para lo último. Todo acompañado con la consabida frase: “¿Quieres que te lo agrande?”
Semejantes genialidades condujeron, como por encargo, a la aparición
del cuquicombo, un paquete de
productos cárnicos comestibles, ya no cocinados sino crudos y además prepagados,
como los sirven en las zonas de tolerancia, que como su nombre lo indica, son
las más incluyentes.
Como en todo combo, se pretende convencer al cliente de que es más
barato pagar para recibir tres servicios por el precio de uno, que optar por
uno solo. Esto normalmente mueve al consumidor, que en principio iba por uno solo
de sus componentes, con el cual iba a ser completamente feliz, a preferir el
combo. Igual que en los de comida rápida, la exhibición descarnada de los
productos, el maquillaje y el disimulo de las imperfecciones se utilizan sin
reparos, buscando estimular al cliente.
Básicamente lo que aquí se ofrece son tres orificios por el precio
de uno. El proveedor tiene la ventaja de que todo se sirve de una sola fuente y
no hay manera de conceder aquello de “me
cambia la ensalada por huevo”, como se estila en algunos comederos
populares. Ahora bien, en este caso, el orden de los factores sí afecta el
producto, así que hay una norma tácita sobre el orden en que se accede a los
servicios del combo y, como en la asignación de claves bancarias, no se
permiten dos números iguales seguidos. En suma, no hay lugar para los desórdenes
de ningún tipo.
El cuquicombo normalmente se consume in situ, pero también se puede llevar para calentar más tarde, aunque
al contrario de sus semejantes de comida rápida, se exige un pago adicional por
llevarse la comida y otra suma más por el domicilio, la cual se puede evitar si
el cliente mismo pasa a recogerla. Además, el pago es exclusivamente en
efectivo. Olvídese de otras formas de pago, prepago y pospago, incluyendo el
tan divulgado credinalga
Se puede prever que no se va a parar ahí, sino que, ante el auge de
estos negocios y su éxito comercial, se verán florecer ofertas del tipo “lleve
dos por el precio de una”, “cuando haya comprado cinco, la siguiente es
gratis”, “se le recibe la suya en parte de pago” o “agrándelo con un bono de
regalo para un amigo”, las cuales han demostrado tener éxito en otros sectores
de negocio.
[1] Mayores detalles
en La tiendita del humor
[2] Véanse los
pormenores en Chupacallos
[3] Se explica en El negocio socio
[4] Como se puede ver en La pelea por el baño
[5] Ver burdel mas cotas