26 de enero de 2019

Cuquicombo

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tres por el precio de una


Si la necesidad y la pereza se disputan el título de “madre de la creatividad”, podemos decir que la competencia es su tía favorita, pues es esta la que ha llevado a los actuales comerciantes de toda clase a buscar innovadoras maneras de cautivar clientes. Desde originales negocios, como el de los cucos al vacío[1] o el spa con peces[2], pasando por diversos mecanismos de distribución (ver el negocio socio[3]), hasta llegar a la segmentación detallada, selectiva y diversa que ha engendrado productos tan originales como el papel higiénico atrapapelos[4] o los servicios del burdel de perros[5] para perros.



Y también, un método excelso, diseminado en los restaurantes de comida chatarra, que se inició con el pollo combo[6] y siguió con la oferta de su producto empaquetado en combo y con ciertas características: poca carne, ligeramente cubierta y manipulada de forma tal que parezca más apetitosa, destacando tanto la arepa como el pan, para atraer al cliente, pero sin dejar que este lo toque antes de pagarlo, las papas por ahí, como desparramadas a los lados y el líquido, casi siempre el mismo, que no por azar se deja para lo último. Todo acompañado con la consabida frase: “¿Quieres que te lo agrande?”



Semejantes genialidades condujeron, como por encargo, a la aparición del cuquicombo, un paquete de productos cárnicos comestibles, ya no cocinados sino crudos y además prepagados, como los sirven en las zonas de tolerancia, que como su nombre lo indica, son las más incluyentes.



Como en todo combo, se pretende convencer al cliente de que es más barato pagar para recibir tres servicios por el precio de uno, que optar por uno solo. Esto normalmente mueve al consumidor, que en principio iba por uno solo de sus componentes, con el cual iba a ser completamente feliz, a preferir el combo. Igual que en los de comida rápida, la exhibición descarnada de los productos, el maquillaje y el disimulo de las imperfecciones se utilizan sin reparos, buscando estimular al cliente.



Básicamente lo que aquí se ofrece son tres orificios por el precio de uno. El proveedor tiene la ventaja de que todo se sirve de una sola fuente y no hay manera de conceder aquello de “me cambia la ensalada por huevo”, como se estila en algunos comederos populares. Ahora bien, en este caso, el orden de los factores sí afecta el producto, así que hay una norma tácita sobre el orden en que se accede a los servicios del combo y, como en la asignación de claves bancarias, no se permiten dos números iguales seguidos. En suma, no hay lugar para los desórdenes de ningún tipo.



El cuquicombo normalmente se consume in situ, pero también se puede llevar para calentar más tarde, aunque al contrario de sus semejantes de comida rápida, se exige un pago adicional por llevarse la comida y otra suma más por el domicilio, la cual se puede evitar si el cliente mismo pasa a recogerla. Además, el pago es exclusivamente en efectivo. Olvídese de otras formas de pago, prepago y pospago, incluyendo el tan divulgado credinalga



Se puede prever que no se va a parar ahí, sino que, ante el auge de estos negocios y su éxito comercial, se verán florecer ofertas del tipo “lleve dos por el precio de una”, “cuando haya comprado cinco, la siguiente es gratis”, “se le recibe la suya en parte de pago” o “agrándelo con un bono de regalo para un amigo”, las cuales han demostrado tener éxito en otros sectores de negocio.





[1] Mayores detalles en La tiendita del humor

[2] Véanse los pormenores en Chupacallos

[3] Se explica en El negocio socio

[4] Como se puede ver en La pelea por el baño



[6] Lecciones de marketing en Pollo combo


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