27 de abril de 2018

La tiendita del humor

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Hace falta tener buen olfato para tener éxito en los negocios

El sentido del olfato está mucho menos desarrollado en los humanos que en la mayoría de los animales [1], quizás porque no dependemos de él para sobrevivir. Pero, aunque éste no sea el más potente de los sentidos, sí es, por mucho, el más sensible, ya que es suficiente una ínfima cantidad de materia odorante para producir una estimulación del órgano, de las células y del bulbo olfatorios, por mencionar sólo algunas de todas las cosas que se estimulan con un olor.

Pues bien, un decidido emprendedor ha iniciado un novedoso negocio que busca emplear el sentido del olfato como fuente de ingresos y brindarles a sus clientes experiencias, reales o ficticias, pero muy vívidas y por un módico precio. Se trata de una tienda donde se adquiere ropa interior femenina usada, cuidadosamente empacada al vacío con el fin de preservar su aroma original y que, en algunos casos, es ofrecida y entregada por su misma propietaria.

El cuco, que es el artículo de mayor demanda en la tienda, se entrega con la garantía de que ha tenido un uso de al menos tres horas seguidas, tiempo más que suficiente para que la prenda adquiera el buqué exclusivo que le confiere su usuaria. También es posible, pagando cierta suma extra, adquirir el que lleva la vendedora in-situ.

Los compradores, en su mayoría hombres, afirman que la experiencia olfativa es muy fuerte, excitante y profunda y que normalmente los lleva a crear fantasías de gran intensidad con quien vestía la prenda, pero sin el riesgo de ir a caer en demandas por acoso sexual, insinuación obscena en cosa ajena, abuso de poder o peor aún, infidelidad manifiesta no declarada (muchos de ellos están felizmente casados).

Varios clientes han notado que, si el tiempo que la usuaria ha vestido su prenda (tiempo de contacto cuco – usuaria) supera las 24 horas, el olor se hace mucho más intenso y que, como ocurre con los vinos, adquiere gran riqueza de matices y tonalidades, ofreciendo entonces una experiencia paradisíaca.

El precio de cada unidad depende pues, de factores totalmente inesperados, como el tiempo de uso (directamente proporcional, como ya explicamos), el tamaño del producto (entre más chiquito, más vale), la edad de la usuaria (con la misma regla anterior) y, como para no creer, la aparición de sorpresas (pelos, manchas u otros vestigios), hace que el artículo se considere casi como un incunable y se vende por cifras escandalosamente altas.

Pero no sólo son hombres maduros los clientes habituales. Por ejemplo, hay señoras que, con el pretexto de buscar a su marido, indagan por prendas de bebé con aroma de pañalitis o jóvenes inquietos, tipo milenial, que preguntan por matapasiones de veterana. Un señor de edad avanzada, quería saber si había prendas de lana virgen. Y una señora cuarentona entró en días pasados, biblia en mano, preguntando por una prenda usada de pastor alemán en buen estado.

Ante estas tendencias inesperadas que el dueño ha descubierto, se propone ampliar su negocio y abrir nuevas secciones, como una de ropa interior masculina con evidentes señales de uso, otra de pañales de tela garza como los antiguos y una más de ropa exterior de mascotas, incluso impregnada de pelambre del animal.

No hay duda de que el ingenio humano no tiene límites y que, ante una sociedad ávida de nuevas experiencias, se abren infinitas opciones para los negocios de todo tipo. Solo es cuestión de agudizar el olfato.

(Para mayor información, dirija un comentario al final de esta nota o escriba al hashtag @huelemelotodo)





[1]Ya se tocó el tema en el artículo “chite chanda


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