Hace falta tener buen olfato para tener éxito
en los negocios
El sentido del
olfato está mucho menos desarrollado en los humanos que en la mayoría de los animales [1],
quizás porque no dependemos de él para sobrevivir. Pero, aunque éste no sea el
más potente de los sentidos, sí es, por mucho, el más sensible, ya que es
suficiente una ínfima cantidad de materia odorante para producir una
estimulación del órgano, de las células y del bulbo olfatorios, por mencionar
sólo algunas de todas las cosas que se estimulan con un olor.
Pues bien, un
decidido emprendedor ha iniciado un novedoso negocio que busca emplear el
sentido del olfato como fuente de ingresos y brindarles a sus clientes
experiencias, reales o ficticias, pero muy vívidas y por un módico precio. Se
trata de una tienda donde se adquiere ropa interior femenina usada,
cuidadosamente empacada al vacío con el fin de preservar su aroma original y
que, en algunos casos, es ofrecida y entregada por su misma propietaria.
El cuco, que
es el artículo de mayor demanda en la tienda, se entrega con la garantía de que
ha tenido un uso de al menos tres horas seguidas, tiempo más que suficiente
para que la prenda adquiera el buqué exclusivo que le confiere su usuaria.
También es posible, pagando cierta suma extra, adquirir el que lleva la
vendedora in-situ.
Los
compradores, en su mayoría hombres, afirman que la experiencia olfativa es muy
fuerte, excitante y profunda y que normalmente los lleva a crear fantasías de
gran intensidad con quien vestía la prenda, pero sin el riesgo de ir a caer en
demandas por acoso sexual, insinuación obscena en cosa ajena, abuso de poder o
peor aún, infidelidad manifiesta no declarada (muchos de ellos están felizmente
casados).
Varios
clientes han notado que, si el tiempo que la usuaria ha vestido su prenda (tiempo
de contacto cuco – usuaria) supera las 24 horas, el olor se hace mucho más intenso
y que, como ocurre con los vinos, adquiere gran riqueza de matices y
tonalidades, ofreciendo entonces una experiencia paradisíaca.
El precio de
cada unidad depende pues, de factores totalmente inesperados, como el tiempo de
uso (directamente proporcional, como ya explicamos), el tamaño del producto (entre
más chiquito, más vale), la edad de la usuaria (con la misma regla anterior) y,
como para no creer, la aparición de sorpresas (pelos, manchas u otros
vestigios), hace que el artículo se considere casi como un incunable y se vende
por cifras escandalosamente altas.
Pero no sólo son
hombres maduros los clientes habituales. Por ejemplo, hay señoras que, con el
pretexto de buscar a su marido, indagan por prendas de bebé con aroma de pañalitis
o jóvenes inquietos, tipo milenial, que preguntan por matapasiones de veterana.
Un señor de edad avanzada, quería saber si había prendas de lana virgen. Y una
señora cuarentona entró en días pasados, biblia en mano, preguntando por una
prenda usada de pastor alemán en buen estado.
Ante estas
tendencias inesperadas que el dueño ha descubierto, se propone ampliar su
negocio y abrir nuevas secciones, como una de ropa interior masculina con
evidentes señales de uso, otra de pañales de tela garza como los antiguos y una
más de ropa exterior de mascotas, incluso impregnada de pelambre del animal.
No hay duda de
que el ingenio humano no tiene límites y que, ante una sociedad ávida de nuevas
experiencias, se abren infinitas opciones para los negocios de todo tipo. Solo
es cuestión de agudizar el olfato.
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