3 de mayo de 2018

10 antes de morir

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Cuando el olor a gladiolo inspira el ansia de vivir

Cuando se acusa el peso de la edad, el ser humano empieza a recordar y priorizar lo que ha hecho “durante todos estos años” y a contraponer los sueños y los deseos que no ha logrado hacer realidad. Aparte de ser un buen método para volver a vivir momentos felices y sonreír, es una forma de huirle al Alzheimer.

En la película “antes de partir”, dos protagonistas se programan para ejecutar una lista de tareas que hasta entonces han considerado que, aunque grandes, son innecesarias o poco importantes, pero se ven forzados a hacerlo por diversas razones y, principalmente, porque están seguros de no poder llevarlas a cabo “después de partir”.

Presentamos acá una adaptación criolla, por si alguien se anima a ejecutar actividades que le proporcionen anécdotas para contarle a su descendencia, pero sobre la base de sus posibilidades reales. Mejor dicho, para que no trate de inventarse pendejadas.

1.  Poner pie en cada continente” es muy rico, pero solo se puede hacer si se es muy rico, como solo lo es el 3% de la población mundial, siendo optimistas. En Colombia, con el desarrollo comercial, la globalización, la informalidad y lo del desplazamiento, “Pisar al menos cinco departamentos” es mucho más viable.
2.    Ver algo realmente majestuoso” puede considerarse desde la óptica de un amante de la historia como ver una pirámide y desde la óptica de un amante que no pueda ir por allá, lograr ver a la cantante Liz y sus dimensiones, subidas en sus plataformas de 15 cm; ella le va a parecer una pirámide y lo que le vea, le va a parecer “algo realmente majestuoso”.
3.   Saltar en paracaídas” no siempre resulta asequible para el grueso de osados aventureros vaciados que deambulan por el mundo, así que “saltar a un río desde una peña” de 15 o 20 metros de altura y sin paracaídas, puede ser un sustituto mucho más aterrador. Por lo menos, se presta para contarlo como una proeza más exigente.
4.   Ir a bucear” se puede lograr en la misma experiencia anterior, ya que, si sobrevivió al golpe de la llegada al río, el aventurero pobre puede permanecer unos segundos bajo el agua, saboreándola y con los ojos bien abiertos. Así despacha los dos propósitos de un solo tiro, amén de refrescarse. Si se cuenta con habilidades histriónicas, se puede lograr un episodio de respiración boca a boca y, bueno, de ahí en adelante ya depende de los gustos de cada quien.
5.  Montar algo más grande que un caballo” que en ciertas regiones resulta algo común, ya que no hay caballos, pero si camellos, dromedarios o elefantes, puede reemplazarse por equivalentes locales como un toro mecánico exento de mantenimiento durante años, un marrano con hambre, que no es más grande pero sí más peligroso que un caballo o dispositivos terroríficos para montar, como una montaña rusa oxidada, el guardabarros de un tractor, el platón de una volqueta o el techo de un tren que, de lejos, son más grandes que cualquier caballo y mucho más excitantes.
6.    Manejar un Mustang Selby” o un “Ferrari Testarossa” o en general, uno de esos deportivos de alto lujo, alta gama y alto precio, ostentados solo por excéntricos tan distantes de la mayoría, puede ser reemplazado por opciones de bajo costo, como un jeep atestado de bultos de café y verduras moviéndose a gran velocidad por estrechos senderos destapados que bordean abismos insondables, o una chiva atestada de borrachos, moviéndose a gran velocidad por estrechos senderos destapados del centro de la ciudad o un carro esferado, hecho de madera, atestado de mocosos, sin ningún tipo de seguridad y moviéndose a gran velocidad sobre los rieles del ferrocarril. La sensación es muy parecida a la de pasar de cero a cien en tres o cuatro segundos, pero millones de veces más económica.
7.   Ver la aurora boreal” implica desplazarse a uno de los polos con equipo especial, guías y, sobre todo, mucha comida, para no terminar comiéndose a los compañeros de viaje como les ha ocurrido a los perdidos y las perdidas de Los Andes. Un amanecer en el llano, así sea en la avenida Villavicencio, es en cambio más factible, aunque el colorido, el frío y el deseo por los gorditos de quien lo acompañe no sean equiparables. Pero, nada que no pueda remediarse con algún embellecedor local.
8.   La experiencia burningman” que se vive en el desierto de Black Rock, Nevada, puede replicarse de forma más asequible en el desierto de La tatacoa (con todo y tatacoa a bordo, para que sea igual de extremo) o, ya a escala más chichipata, en Villa de Leyva, solo que para este caso el frío en las noches es muy macho, así que las medidas de calentamiento se dejan al gusto y al bolsillo del consumidor, desde una dosis extra de guaro hasta disfrutar la grasa acompañante.
9.   Besar a la chica más hermosa del mundo”, lo cual tiene toda una carga de subjetividad y probablemente muchos ya la hayan chuleado como “hecho”, se puede sazonar con un poco de picante si se estipula que no vale con la mamá, la hija, la hermana, la nieta ni la sobrina. Más de uno va a recurrir al consabido y mentiroso “Eres la más hermosa del mundo”, susurrado al oído de algún gurre. Porque, lograrlo cuando ella es una extraña y darle el beso bajo la lluvia, sobre un puente o una muralla famosos, sin pedir permiso y sin altas dosis de embellecedor... ¡Ahí lo quiero ver!
10.  Reír hasta llorar” que parece la más fácil de todas, requiere el concurso de alguien más, una buena dosis de actitud y por supuesto, de buen humor. Pero, sobre todo, de estar dispuesto a saborear las cosas más sencillas de la vida y ser capaz de admitir que le hagan reír hasta las lágrimas.


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