Dime con quién hablas
Hay dos frases odiosas que se pronuncian con frecuencia… “¿Como para qué sería?”, la cual es superada solo por esa de: “… usted que no está haciendo nada…”
Cuando un arribista quiere sentirse más importante de lo que realmente es, en lugar de ser sincero, se inventa un filtro para que quien quiera visitarlo tenga que hablar antes con un abajista (en muchas ocasiones se le denomina asistente o asistonto) que formula sin miramientos esa pregunta enervante: “¿Como para qué sería?”. El empoderado asistonto, ya sea recepcionista, portero o cualquier otra especie similar no solo no tiene ningún criterio, sino que solo alcanza a generar odio y resentimiento.
La segunda frase es más agresiva porque esconde tanto un velado regaño, como una vaciada profunda y hasta un desobligante etiquetado para quien la recibe: usted que no está haciendo nada, que es un bueno para nada, que es un inútil improductivo, que no aporta cosa alguna, que parece otro mueble, vea a ver si se acomide, aunque sea para justificar el aire que me quita.
La primera es común escuchársela al portero que se cree dueño del edificio, al diácono que se sueña pastor, a la esposa celosa que confunde el certificado de matrimonio con una tarjeta de propiedad, a la secretaria que considera un parámetro de eficiencia llevarle todo masticado al jefe, al recepcionista de hotel que se cree lobista del senado o a tantas especies similares, que buscan resolver asuntos por cuenta propia, en lugar de molestar a su jefe con asuntos sin importancia, en su reducido criterio.
Pero cuando alguien le dice “usted que no está haciendo nada” es porque seguramente usted es un pensionado, se quedó sin trabajo, está tomándose un año sabático o simplemente es un fanático del deporte del rasquinbol, condiciones que son incomprendidas en muchos ámbitos y generan la tan conocida envidia de la buena.
Ser receptor de cualquiera de estas dos frases, con frecuencia despierta la cólera del afectado, quien se descarga sobre el/la fulano/a que la pronunció, para lo cual echa mano de imprecaciones, maldiciones, insultos y quejas, convirtiendo estos molestos incidentes en un muro de lamentos y termina literalmente hablándole a una pared.
“Como para que sería” termina, luego de forzar muchas explicaciones, en brindar recomendaciones del tipo de “envíe un correo a este e-mail indicando el tema que quiere tratar”, “mande su propuesta en nuestro formulario de la página”, “haga un resumen ejecutivo y pásemelo”, “envíe un WhatsApp a servicio al cliente y yo se lo paso”, etc. De manera que, si la doctora o el Dalay Lama que levita en esa oficina muestra algún signo de interés por su propuesta, le contestaremos por la misma vía.
Y “usted que no está haciendo nada”, no tiene nada más qué hacer, así que envía esa comunicación que le pidieron, la cual usualmente se queda corta y resulta insulsa, sin ninguna sorpresa y concluye sin respuesta.
Claro que, para evitar las molestias, muchas organizaciones han decidido cambiar la opción presencial por una virtual, a la cual se le puede vaciar a placer sin que se inmute, se le corra un carácter ni derrame un sólo bit. Ella sigue sonriendo tras cada insulto y repitiendo la instrucción del correo electrónico, el WhatsApp o la página de contacto, como le ocurrió a nuestro amigo de Allison la vaporosa.
Si, como dijo Carlos I, rey de España, hace unos siglos, el castellano es el idioma para hablar con Dios, parece que cuando a uno le dicen ¿Como para que sería? es el mismísimo San Pedro el que pregunta o el que lo juzga por no estar haciendo nada.
Siempre escribo algo sobre los artículos y me nunca recibo respuesta .Lugo no es cierto lo que dicen arriba que escriba para que le podamos contestar...