A la memoria del muerto
El Camarlengo es un funcionario papal que juega en la jerarquía de la iglesia de una manera que podríamos asimilar a la de un bateador emergente.
Pero eso solo ocurre cuando fallece el papa. En la vida cotidiana no funge como jugador, sino como Director técnico, Entrenador, Director ejecutivo y Director del Área Administrativa y Financiera del Vaticano.
Cuando el asunto se trata de que debe entrar a sustituir al papa, por sustracción de materia, ejerce además como Fiscalía, Medicina Legal y Registraduría, pues le corresponde verificar y certificar el deceso, llamar a nuevas elecciones (que entonces se denominan cónclave) y organizar todo lo relacionado con las votaciones, el conteo de votos y el anuncio y proclamación del nuevo designado por Dios.
Cualquiera podría pensar que, para ejecutar esas variadas tareas, de tan altísimo valor y tanto peso, el Camarlengo debería certificar en su hoja de vida que tiene formación académica y amplia experiencia multidisciplinarias, por lo menos en alta gerencia, medicina forense, gestión estatal, procesos electorales, gobernanza, notariado y fe pública (al menos haber participado en un Imprimátur) y tener un MBA de una universidad extranjera con énfasis en manejo financiero. Pero no, nanay cucas: como ocurre con casi todos los altos dignatarios, lo que Su Eminencia debe es estar bien apalancado. Nada más. Muy acorde con el ejercicio eclesiástico.
Así que reemplazar temporalmente al papa, pues es lo de menos, ya que las funciones administrativas y el teje maneje operativo son de su resorte; lo difícil es tener que poner cara de santo y repartir sonrisas y bendiciones a toda hora, a lo cual no está acostumbrado. Por lo demás, no necesita cosa distinta a haber sido parte del círculo íntimo de Su Santidad; con eso basta.
Una tarea muy delicada, por las consecuencias que tiene, es certificar el deceso papal; pero, sorprendentemente, no se requieren estudios de patología ni haber hecho pasantías en CSI, pues según la ley canónica basta con que el Camarlengo llame al pontífice por su nombre, a intervalos de tres minutos y si, luego de tres intentos, no hay respuesta, significa que el santo padre ha sufrido sus tres strikes y ahí es cuando lo puede declarar oficialmente fuera del partido y entrar como emergente. Por esta razón, una de las primeras cosas que aprende un cardenal que tenga aspiraciones papales (es parte del curso de entrenamiento), es a contestar rápido, tan pronto lo llamen, no vaya y sea que, por distraído, lo entierren en vida
En cuanto a manejar el proceso electoral sólo debe saberse el juego de piedra, papel y tijera y demostrar que dirigió en el colegio cardenalicio actividades como una rifa (de un mameluco, por ejemplo, como hizo Guzmán el bueno) o un concurso, sin importar que haya sido de cinco huecos, de baile o de baloncesto, pero en todo caso, que haya ganado el que debía ganar. Es fundamental, haber jugado al menos un juego de póker o haberlo repartido
Entretenido aunque irrespetuoso diría un. Cura