6 de diciembre de 2019

Veisalgia

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Cuadro clínico altamente incapacitante

El término veisalgia y sus sinónimos coloquiales resaca, guayabo, cruda, ratón, goma, chuchaqui, caña o hangover (en inglés) denominan ese detestable malestar que se produce como resultado de haberlo estado levantando muchas veces con alcohol (el codo, obviamente), para brindar con cualquiera que estuviese cerca o con cualquiera que tuviese alcohol. O en los escenarios más agudos, solo, en el caso de los copisoleros.

Cuáles síntomas y qué tan graves se lleguen a presentar, dependen del tipo de borracho, de la frecuencia y la intensidad de sus perras y de cómo, dónde y con quién se rasque. Pero, hay síntomas comunes, que afectan a todas sus víctimas. Los más habituales incluyen una sed insoportable e insuperable (una tremenda seca, que normalmente se apacigua pidiéndose la otra o ingiriendo cantidades ingentes de refajo, ambos bien fríos), hipersensibilidad a la luz (que se acrecienta si la pea sobrevino en la noche, con luz baja o, peor, con luz roja de bombillo antiguo) y junto con mareos intermitentes y las náuseas producidas por el ir y venir de las olas de recuerdos y olvidos, entrecruzados con agobiantes e insufribles remordimientos de todo lo que se dijo y se hizo al calor de la farra.

Quizás por ello, la primera definición de resaca que aparece en el diccionario de la real academia de la lengua española es “movimiento en retroceso de las olas después que han llegado a la orilla”, que es exactamente lo que marea al día siguiente a quien bebió mucho la noche anterior.

En casos extremos o severos, como los que se producen cuando el ambiente estaba muy bueno y la bebeta alcanzó niveles muy por encima de lo que aguanta el cupo del beodo, pueden aparecer síntomas terribles, como ese que antes llamábamos “borrada de casete” y que hoy quizás se denomina olvido de la contraseña o evaporación de la nube, así como la comúnmente denominada garbanceada o devolución de atenciones, que resulta de seguir el promocionado consejo de “pero coma algo” que usualmente se da para que la víctima tenga qué devolver.

Cuando la cosa ya alcanza esas honduras donde aparecen escalofríos y hasta diarrea, es seguro que el paciente incurrió en alguna cagada que no logra recordar y que involucró la confesión de algún secreto grave, haber comprometido la honra de alguien, quedar muy mal parado en el trabajo, con subalternos o el jefe o, qué horror, haber terminado, con alguna situación embarazosa, la cual, tarde o temprano le van a hacer que recuerde.

Pero, si ese cuadro clínico, tan crítico, va acompañado de cantaleta, el dolor de cabeza resultante no podrá ser tratado ni con el más potente de los analgésicos. Sobre todo, porque no se conoce manejo médico para el síndrome de cargo de conciencia.

Y, quién lo creyera… ¡El asunto se puede poner peor!: pasa de castaño a oscuro si durante el guayabo se juntan todos los síntomas mencionados, pero aunados con algún desmayo y/o un coma producido cuando la jinchera fue tal que dio lugar a una mojada de canoa y la consecuente salida del closet. Punto este que es de no retorno, pues todos quienes lo presenciaron van a querer llevar al sujeto allá cada vez que lo vean, así no recuerde ni un poquito en qué momento ni por qué fue que se subió a la mesa, se quitó la ropa interior o se ofreció como pasante.

No existe ninguna explicación, química ni bioquímica, para la mojada de canoa, pues sus causas seguramente deben ser buscadas en alguna relación hormonal afectiva anormal que da origen a que un sujeto se ponga de buscón sin más ni más. Lo cual iba a suceder, tarde o temprano, con o sin alcohol, con o sin la rumba que desencadenó tal evento.

Y, en cualquier caso, no hay duda de que el alcohol como tal no hace daño: son las malas compañías las que conducen a los excesos que a su vez producen los síntomas descritos. Los cuales, además, aparecen en mayor proporción e intensidad por haber ingerido los tragos menos refinados (que son los que se toman en los sitios menos refinados y por ende con las personas menos refinadas). Así que, como norma general, mientras más oscuros y baratos sean tanto la marca del licor como el chuzo donde se lo consume y más goterera sea la compañía, más dañina será la rasca y más dura y duradera la resaca.

Cuando un paciente es víctima de tales síntomas, echa mano de técnicas que provienen principalmente del folclor, como la famosa bomba, compuesta por bicarbonato, limón y aspirina, que puede ser efectiva porque contribuye a que el destruido balance ácido sea restituido en parte. Son recursos muy socorridos el caldo parao, así sea sentado y el pedazo de costilla del tipo Adán, que es el que siempre levanta el muerto. Echarse un huevito ayuda mucho, como vimos en la oología callejera, gracias a su contenido de cisteína, aminoácido este que eleva en alto grado los niveles sanguíneos de importaculina, una hormona que contrarresta notablemente el remordimiento. Y para la sed, mucha agua, regada, echada y bebida.

Y, si el caso es que el jolgorio fue entre semana o tiene que trabajar ese sábado y debe aperarse de una incapacidad laboral, lo mejor es que un amigo médico, muy solidario él y a quien ojalá le guste el alcohol, le dé un diagnóstico presentable, que eluda el riesgo de despido, como el que le dieron a un amigo cucuteño:

Paciente con cuadro clínico agudo de fotosensibilidad, cefalea, hiperhidrosis y emesis a repetición, con desequilibrio electrolítico y alto grado de hipotonía, conducentes a asterixis corporal generalizada, que constituyen un estado anímico, sicológico, fisiológico y metabólico incapacitante durante tres días. Se le prescriben reposo absoluto, hidratación continua por vía oral y cuidados paliativos caseros.


1 comentários:

  • 7 de diciembre de 2019, 2:20 p.m.
    Rudolf says:

    Mi estimado escritor bien conocida fueron sus peas en SantaFe de Bogotá, anillos ofreció a un par de damicelas,y hasta el ojo se rayó en más de una ocasión,el guayabo aún lo acompaña recordando tiempos mejores..

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