Qué fue primero: ¿el huevo o
la gallina?
Todos sabemos que un huevito es algo muy delicado. Y,
aunque muchos piensen que un huevo es solo para comérselo, es fundamental
determinar la razón de ser de un huevo. Esto da origen a la oología, que es la
ciencia que estudia los huevos.
De otra parte, de un huevo se espera, que sea rico o que
dé origen a un pollito (o a una pollita que se volverá gallina).
Paradójicamente, en el segundo caso se requiere una polla. Y esto da lugar al
famoso círculo vicioso oológico que nos tiene aquí.
Ahora bien,
resulta que el gallo, como órgano sexual, tiene en vez de pene una cloaca
parecida a la de su contraparte, por donde vierte su semilla. Tal vez por ello
es que un gallo se puede aparear 30 veces al día,
lo cual sonaría idílico, pero cada evento dura como máximo 5 segundos, por lo
que se ha generalizado el uso de la expresión “polvo de gallo” para denominar a
ciertos encuentros que duran algo así como un suspiro, de tal modo que a veces,
alguno de los protagonistas ni siquiera lo nota.
Si bien una
gallina puede poner su huevo sin utilizar su
gallo, cuando éste no interviene, puede surgir un caos oológico pues, para una
gallina, ponerlo, pero no empollarlo o empollarlo sin la intervención del gallo
es lo mismo que fecundarlo sin haberlo puesto, como si fuera in vitro.
La suma de
dilemas, los del gallo corriendo para alcanzar a cumplir su presurosa tarea de
cada día, los de la gallina buscando hallarse al mayor número posible de esos
cortos episodios y los de los huevos pugnando por salir, ser empollados y estar
siempre al gusto del consumidor, puede explicar por qué ningún filósofo ha
logrado dar respuesta a la complicada cuestión que se planteó al comienzo.
La búsqueda de
una solución para la dicotomía cotidiana que nos acosa desde el principio de
cada día y desde el principio de los tiempos, cada día, ha dado entonces origen
a una nueva disciplina, denominada oología callejera, que estudia los huevos
cotidianos y su interacción con la reproducción y la perpetuación de las especies, en una especie de mamadera de gallo.
Estas son algunas cuestiones básicas que se plantea la
oología callejera:
Quien no arriesga un huevo ¿no tiene polla?
¿Es gallina quien calienta los huevos?
¿Cómo deben ser los huevos para obtener una polla
grande y sana?
¿Echarse un huevo puede dañar a una polla?
Cuando un huevo quiere sal ¿es porque la gallina ya lo
puso?
Su huevito de la mañana, ¿Es un óvulo no fecundado o
un pollo abortado?
La conclusión más importante de estos asuntos es que,
si no se es gallina y se arriesga a echarse un huevo, es posible tener una
polla grande y saludable. Eso responde claramente el dilema ancestral: ¡Lo primero
es el huevo!