5 de febrero de 2021

La molécula de Dios

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La química con aspiraciones divinas


Después del alboroto que se produjo con lo de la partícula de dios, toda la química cuántica ha quedado patas arriba, porque lo que cabía esperar era que tales partículas dieran origen a los átomos de dios y que estos se conjugaran en la molécula de dios, pero resultó que no se obtuvo lo que se hubiese esperado de un proceso químico normal, sino que la tal molécula proviene del encantamiento de un sapo.


El caso es que al Bufo Alvarius, un sapo oriundo de Sonora que, al contrario de lo que les sucede a otros, no tiene nada de divino, le extraen un alcaloide llamado bufantoína, exclusivo de esa especie y que está de moda entre los muchachos europeos, quienes le dieron a esta sustancia el calificativo de molécula de dios (aunque la mayoría de ellos son ateos), debido a que quien la consume durante las sesiones rituales, en las cuales se usa para fumársela en pipas especialmente acondicionadas, suele ver a Dios en sus alucinaciones y en muchos casos se va a conocerlo en persona.


No deja de sorprender que el ritual en cuestión no busca compenetrarse con ningún sapo, sino que tiene como propósito limpiar el organismo y librarlo de las adicciones a las drogas, lo que en efecto funciona muy bien, ya que después del tratamiento, el ahora exadicto se siente de maravillas y ya no quiere saber nada de ninguna otra droga que no sea esta y encima siente el deseo de asear su organismo con mucha mayor regularidad.


Este ritual se considera una evolución de la extraña costumbre aborigen del Yagé de América, que fue muy popular hace unas décadas, pero que hoy practican solo quienes eran jóvenes hace unas décadas. 


El yagé es un alucinógeno indígena, más barato y por lo tanto de menor calidad, pero es muy efectivo como laxante y purgante, por lo cual no conduce a la sanación de las adicciones, pero sí a que el paciente emprenda su viaje espiritual libre de todos sus desechos, ya que el vómito y la diarrea que produce limpian internamente al adicto como si lo hubieran volteado hacia afuera y lo hubieran lavado durante horas.


En cambio, con la dichosa molécula divina, se produce todo ese goce y mucho más, pero sin los indeseados efectos colaterales, es decir, es puro placer y a la máxima potencia pues en los viajes hay que llegar más alto, hasta el nivel del altísimo, sin preocuparse por el rastro desagradable que dejaba la costumbre aborigen en el camino y que constituía un poderoso disuasor de quienes querían meterse en ese viaje o repetirlo.


Lo que queda claro es que a la gente le sigue gustando mucho eso de besar sapos y ahora hasta fumárselos para alcanzar la dicha, que además puede llegar a ser eterna.


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