Una triste melodía si no se elonga
La palabra milonga proviene del Bantú, una lengua africana y significa gran mondá.
Fue traída a nosotros por los esclavos africanos, quienes ya venían con ella incorporada y ha cobrado vigencia nuevamente en nuestros tiempos gracias al negro de guazap.
Como género musical fue introducido en la Pampa, donde se convirtió en casi un lamento, precursor del tango, cuando los porteños notaron que, comparados con los negros, lo que ellos tenían era micorta, casi michito y eso les produjo una inmensa tristeza.
La milonga tuvo enorme acogida en reuniones, burdeles y palacios, en los que no faltaba el negro milonguero que hacía las delicias de todos por igual.
Y bueno, del canto lamentatorio a la enrevesada danza en la que la mujer busca encontrarle la comba al palo y el hombre enreda sus piernas en las de ella para ocultar, bien sea su priapesca lanza si se trata de un negro o su diminuta puñaleta si el bailarín es lugareño, no había más que un paso y se dio.
Lo curioso del asunto es que en el cono sur del continente no hay negros hoy en día, lo que hace suponer que una vez liberados, los ex-esclavos migraron hacia el norte, en búsqueda de un ambiente que les recordara su cálida procedencia y donde la gente no se vivía lamentando de su escasa suerte anatómica o tal vez ésta no era tan triste.
Porque vale aclarar que, aunque la milonga perdió importancia como expresión musical, los negros conservan hoy su longa como característica racial más relevante, muy apreciada en todos los círculos de toda América y de otras latitudes.
Para los amantes del género podemos recomendar la muy conocida "milonga para una niña", versionada en diferentes rincones y muy del gusto de las adolescentes o la mucho más conocida "milonga sentimental", que describe cómo un pobre hombre ha perdido a su amada, que huyó con un negro y ruega porque su alma no pene con esa gran milonga.
