17 de julio de 2020

Ayuno intermitente

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èchele muela, pero despacito



Cada cambio importante que ha tenido la evolución humana, desde los homínidos que se irguieron para caminar en dos patas hasta los sapiens de hoy, ha requerido una gran cantidad de años. Se estima que procesos como la pérdida del vello corporal nos tomaron como diez mil años, aunque hay algunos rezagados que siguen aún sin evolucionar en esta parte o en algunas partes.

Lo cierto es que nuestro sistema digestivo no ha cambiado mucho y seguimos teniendo el metabolismo del hombre de las cavernas, que era recolector de frutos y comía la carroña que dejaban los grandes depredadores. Eso se mantiene igual. Cuando salía de su cueva no sabía si iba a regresar, porque su mundo estaba lleno de peligros; tampoco sabía si iba a encontrar alimento, así que nuestro antepasado vivía con niveles muy altos de estrés y hambre permanente. Eso tampoco ha cambiado.

Por estas circunstancias, nuestro organismo se acostumbró a guardar provisiones y como ya no trepamos árboles ni corremos huyendo de grandes depredadores, engordamos. Lo peor, nos faltan como nueve mil años para que nuestro organismo evolucione y dejemos de guardar comida.

La solución: el ayuno intermitente, que era lo que hacía el cavernícola; un día comía y otro no. El lunes una banana, dos días después unas costillitas y el fin de semana a punta de semillas y cereales. Ya lo hemos hecho, es cuestión de recordar.

El asunto nos viene como anillo al dedo en estos tiempos pandémicos y muchos ya lo están practicando, a las malas, porque esa es otra característica nuestra que tampoco ha evolucionado: aprendemos a los golpes.

Ésta, presentada ahora como novedosa técnica para adelgazar, se basa en el principio de la autofagia que comentamos recientemente y consiste en obligar a nuestro cuerpo, a las malas como sabemos, a gastar las reservas que ha acumulado durante todos estos años de gula y vacas gordas, que es como nos vemos.

Entonces, el desayuno, promocionado por mucho tiempo como la comida más importante del día, ya no lo es. Levántese con hambre, haga ejercicio (es decir, gaste lo que sobrò de ayer, para que no engorde hoy), haga que su hígado consuma sus reservas, queme grasa acumulada y empiece a mirar con ánimo canibalesco a un riñón y entonces, como a las once casi doce, métase un brunch y calme los ánimos. Y hacia las seis o siete, las galletas de soda, el maní, la fruta, algo ligero y rápido y con eso, hasta mañana, como dicen en el orfanato.

Lo bueno de este método es que no hay restricciones para lo que se quiera comer, todo se vale, no importa si está prohibido por otras dietas, los nutricionistas, el cardiólogo, el entrenador personal o la publicidad de la faja liporreductora. Hágale a lo que quiera durante su brunch que no va a necesitar a ninguno de ellos.

Lo que no tenía el antepasado y nosotros sí son las grasas trans, el gluten, los betacarotenos y el azúcar refinada, eso sí evolucionó y en menos de lo que cantó el gallo.

¿No será que podemos alterarnos transgénicamente a nosotros mismos para que no nos engordemos o para que nuestro organismo abandone esa manía de fondo de pensiones, guarde y guarde sin gastar?

Ojalá podamos , sobre todo, acortar los tiempos de los procesos evolutivos porque si no, estos maravillosos sueños de cambio progresista no los verán ni los nietos de los nietos de los nietos de sus  tataranietos.





2 comentários to “Ayuno intermitente”

  • 18 de julio de 2020, 7:47 a.m.
    Rudolf says:

    No se si será cierto.o no que los cavernícolas aguantaron hambre,pero si hay mucha tentación para el glotón. así como hay gente que aguanta hambre hey otros que la comida los persigue y los atrapa.

  • 18 de julio de 2020, 8:03 a.m.

    Voy a valorar el concepto, ahora estoy como un nevecón, cuadrado y lleno de comida !!! ja ja ja. Dificil tarea y buen abordaje.

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