19 de julio de 2020

Mi encuentro con Scarlett

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De verano en Nueva York 

Mi esposa asistía a una reunión de la transnacional donde trabaja y yo en mi calidad de “damo de compañía” solo acudía con ella a ciertos eventos sociales. Pero ese día, ella debía atender una junta de su compañía, así que yo me encontraba sin compañía y salí a disfrutar del verano en bermudas, pero no en Bermudas, sino en Nueva York. Un poco sin destino fijo y otro poco en el plan de dejarme sorprender por alguna de las maravillas que pueden esperarlo a uno a la vuelta de cualquier esquina. 

Pero, encontrarse con un bizcocho super famoso, cara a cara, sí es algo que jamás había pasado por mi cabeza. Y eso fue lo que me sucedió. 

No verla como en las revistas o las películas cruzar una calle, rodeada de paparazzi o salir de una tienda lujosa cargada de bolsas o descender de un auto deportivo repartiendo esos supuestos besos voladores a diestra y siniestra, sino que de pronto, sin más ni más, se me paró delante y se puso a hacerme la charla. 

Sucedió que, como tendría una jornada a mi libre albedrío, estuve recordando las recomendaciones de algunos amigos y revisando las guías turísticas disponibles en el hotel y decidí visitar el Museo naval, así que me encaminé a la estación de la 42 para tomar el metro hacia mi destino. 

Y de repente, ahí estaba la mismísima Scarlett Johansson, con su cabello rubio, como en Lucy, la mirada profunda, el lunar sexy junto a su boca resplandeciente y con su sonrisa inquietante, mientras me preguntaba con voz sugerente algo acerca de hacia dónde me dirigía (quedé tan embobado, que no sé si lo entendí así entonces o me lo estoy imaginando ahora). 

Una vez que verifiqué con la mirada, la cabeza, las manos y mis gestos de incredulidad, que sí, que en efecto era a mí a quien se dirigía, solo atiné a pensar “estará buscando conocer a un latino apasionado”. Recuerdo que solo pude balbucear algo acerca de mi procedencia y del por qué estaba allí, a lo cual ella dijo algo así como que no fuera tan aburrido y que mejor la acompañara a no sé bien donde a no sé qué cosa. 

Yo, definitivamente obnubilado, no le prestaba atención a las explicaciones que ella me daba ni hacia dónde nos dirigíamos pues lo realmente importante en ese momento para mí era que caminaba plácidamente por Times Square en semejante compañía, yendo o, mejor, flotando hacia donde ella quería llevarme, así que mi mente estaba ocupada únicamente en definir cuáles serían y cómo conseguiría las pruebas que debía llevar para mostrarles y demostrarles a mis amigos, al regreso, la veracidad de mi historia, cuando les relatara semejante suceso, pues ellos no me iban a creer el cuento así nomás. 

Luego de cruzar un par de calles, giramos hacia otra, no tan agradable como las anteriores, casi un callejón, lo cual me hizo aterrizar de golpe. Reparé en que no parecía un lugar apto para turistas y ella, en plena conexión mental y emocional conmigo, notó mi aprensión. Me tomó del brazo y me tranquilizó diciéndome que íbamos hacia un viejo edificio, ubicado en la siguiente esquina (lo señaló con su nívea mano y su perfecta manicure) y que no estaríamos allí más de una hora. 

Entonces divisé a un camaján, tatuado hasta el fundillo, que nos miraba atentamente y que, estacionado junto a la puerta del edificio en mención, al parecer no tenía más en qué ocuparse sino en guardar la entrada y aguardar incautos. Mi malicia indígena me puso en alerta sobre el peligro que se cernía sobre mi humanidad, con lo cual empecé a buscar en la gaveta de las excusas y explicaciones algo creíble y que no resultara tardío, para poder escabullirme de aquel lugar. 

Faltando ya muy poco para alcanzar nuestro destino, me detuve de pronto y le expliqué al bombón que yo iba rumbo a la estación de la 42 a encontrarme con un amigo cuando ella me abordó, así que si ella me aguardaba durante 10 minutos, yo iría rápidamente a deshacerme de él y entonces sí yo estaría del todo dispuesto para rendirme a todas las porquerías que cruzaran por su cabeza (bueno, esto último no se lo dije, pero era en lo único que había estado yo pensando durante todo el trayecto). Y escapé, lo más rápido que pude y sin mirar atrás, cual si huyera de Sodoma y Gomorra o de una sodomía y una gomorría. 

No sé qué pretendía hacerme Scarlett o si la fiestecita sería para el camaján de la entrada y quién sabe cuántos amigos suyos que me vejarían sin miramientos. En eso, las opiniones de mis amigos han estado divididas, pues a falta de pruebas unos opinan que todo esto me lo inventé, otros que yo solo pretendo ocultar pudorosamente lo que sucedió durante el resto del día con cuatro camajanes que hicieron su fiesta dentro del edificio sobre mis costillas, algunos sostienen que todo eso era un engaño para turistas ingenuos. Y no falta quien me dice que qué envidia, haber podido disfrutar esos cortos instantes con esa mujer tan hermosa y que hice mal por no seguirle la cuerda, que soy un cobarde. 

Ya de vuelta en mi casa, revisé las fotos de Scarlett y no encuentro el dichoso lunar que me convenció de que la rubia que me abordó era la estrella de Hollywood. Con tanto maquillaje y Photoshop, se lo estarán escondiendo…. De lo que sí estoy seguro es de que Scarlett debe seguir allá plantada esperándome, convertida en una estatua de sal quizás y en las películas recientes hemos visto es a varias de sus tantas dobles, con lunar y sin lunar. Es más, a estas alturas todavía me pregunto qué estará pensando ella y si se habrá quedado con las ganas de conocer a un verdadero amante latino. Qué pena con esa señorita. 


4 comentários to “Mi encuentro con Scarlett”

  • 25 de julio de 2020, 8:32 a.m.
    Rudolf says:

    Fantasía de mi amigo Valenzuela. De quién recuerdo que no dejaba escapar una, talvez ya con los años ya la fiera se amanzo

  • 25 de julio de 2020, 8:33 a.m.
    Rudolf says:

    Fantasía de mi amigo Valenzuela. De quién recuerdo que no dejaba escapar una, talvez ya con los años ya la fiera se amanzo

  • 26 de julio de 2020, 5:55 a.m.

    Me invade la duda con respecto a varias asuntos de su relato: Mrs Scarlett o Mr escarlet, New York o Chapinero, Damo de compañía o Loca suelta en la calle. Yo creo que la versión mas acertada de este pasaje "Y escapé lo más rápido que pude y sin mirar atrás cual si huyera de Sodoma y Gomorra", no es como usted lo quiere recordar por aquello de la negación post-trauma despues de haber sido sodomizado al haber dado tremendo papallazo caminando en Chapinero y en bermudas pensando cochinadas.

  • 2 de agosto de 2020, 12:33 a.m.
    Darayam2 says:

    Pues a mi me pasó ¿y qué?, solo tengo un testigo: Scarlett. Menos mal no fue un embolado.

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