En la innovación está el placer
Durante muchos
años se promulgó en todo tipo de organizaciones el viejo paradigma que reza:
“Aquello que está funcionando debe mantenerse intacto”, idea que se enquistó en
el ámbito laboral, pero permeó todos los demás, como el familiar, el social, el
deportivo y, por antonomasia, el religioso.
Y, según de qué,
quién y dónde se tratase, se solía acompañar con frases bíblicas como “¿Le va a
enseñar a su papá a hacer hijos?”, “Llevamos tantos años haciéndolo así”, “Eso
nunca se ha hecho de esa forma”, “¿Quién es el dueño y quién el empleado?”,
“¿Cuántos millones ha hecho usted de ese modo?” y tantas otras de corte similar
con las cuales se castraba de tajo, la inspiración creativa del que era
considerado como un aparecido.
Tal estilo, que
podríamos denominar preservativo, se apalancaba con medios que siguen siendo de
uso común hoy en día como que, si usted ha manejado de forma intachable una
tarjeta de crédito durante 20 años, pero un día se cuelga en más de una cuota,
esté seguro de que lo van a ejecutar. Si ha pagado siempre su crédito
hipotecario cumplidamente, cuando sufra un retraso en algún pago, la propiedad
que creía suya pasará a manos de su verdadero dueño: el banco. No importa si
usted siempre paga con juicio los servicios públicos, al primer retardo el
corte será inmisericorde. Usted ha podido pagar sus impuestos, derechito como
un riel, pero ante cualquier incumplimiento, por insignificante que sea, una
jauría depredadora perseguirá su nombre y sus bienes, sin descanso. Asimismo,
usted ha podido ser un amante impecable durante años, pero si baja su desempeño
un milímetro, el bateador emergente saltará a la cancha.
Muchos años de
hacerlo bien ya no son garantía de permanencia ni de continuidad,
principalmente porque la experiencia ya no se valora, aunque esta no se pueda
comprar en el supermercado ni a domicilio, endosar ni importar. Ha sucedido que
famosos equipos de fútbol, aun alineando a su nómina titular, estelar y siempre
ganadora, han sido apabullados por un grupo de jóvenes novatos, desconocidos
pero llenos de coraje. Y se ha visto cómo negocios que han sido exitosos
durante décadas, se derrumban y desaparecen en par boliones y sin que sus
dueños alcancen a darse cuenta de qué fue lo que pasó.
Y se nota cada
vez más cómo ese viejo concepto que mencionamos se ha vuelto retrógrado y
obsoleto y en muchos casos sinónimo de fracaso (en muchos, no en todos, porque
en algunos, si funciona es sinónimo de milagro y en otros, mantenerlo intacto
resulta una misión imposible de lograr). Incluso se ha llegado a pensar que, si
algo funciona, debe estar mal y es necesario revisarlo todo a fondo, hacerle
reingeniería, investigar su impacto ambiental, definir si vulnera algún
derecho, consultar si alguien está indignado, contratar un estudio para
valorarlo, desecharlo y volver a empezar desde ceros.
En el actual mundo millennial
lo que se suele decir es que, si algo funciona, tóquelo, cójalo, pellízquelo (a
ver si es real), manoséelo, espíchelo, béselo, muérdalo, únteselo, dele la
vuelta (no sea excluyente), compártalo y muchas otras acciones de corte
proadictivo con las cuales se previene al usuario de que lo que hoy está bien,
mañana se le puede aflojar, dejar de funcionar o hasta caer, como se ve que
ocurre con frecuencia cada vez mayor.
La chancla ya no
funciona como mecanismo correctivo y formador; el sistema educativo tradicional
ya no es aplicable a los estudiantes de hoy, el mercado ya no se hace cada mes
como antes y hasta la televisión ya no se ve como se había hecho durante todos
estos años, desde cuando se inventó.
Ya no funciona,
pues, el cuentico ese de que es la tradición y que así ha sido siempre, que de
esa manera lo hacía el abuelo, que los no sé cuántos años de historia tienen
que servir de algo y que usted no le puede enseñar a nadie a hacer hijos. Pues
resulta que ahora hay métodos novedosos, como la inseminación in vitro, la
clonación, las células madre (pronto el día de la madre cederá su espacio al
día de la célula madre), la adopción con fines humanitarios o el vientre
alquilado, todos ellos probados y comprobados para hacer hijos, tal como la no
menos conocida reproducción humana asistida, en la modalidad de realidad real
con selección aleatoria de ADN, con el cual fueron concebidos todos esos
modernos innovadores y que antes era conocida como hacer el amor pero ahora se
le denomina con el insípido “tener sexo”.
En conclusión,
si funciona, sospeche, pero rece para que los cambios que hay que meterle,
sigan funcionando.