Hay una moderna paradoja del marketing: aunque cada vez hay más
gente, cada vez todo es más costoso.
Por ello, si una pareja quiere hoy en día formalizar su relación y
construir una familia, con lo que eso implica, como adquirir un apartamento, tener
un bebé, comprar carro, mercar una vez a la semana y salir de vacaciones de
cuando en cuando, necesariamente deben trabajar los dos. De lo contrario, el
dinero no alcanzará más que para arrejuntarse, arrendar una pieza, adoptar un
perro gozque, viajar en Transmilenio o moto taxi, gorrearle almuerzo a la
suegra los fines de semana e ir en flota a Piscilago cada dos años.
Pero, no es solo lo económico. A esta situación hay que sumarle los
problemas derivados de la convivencia, las espinosas relaciones con la familia
del cónyuge
(con la cual uno se casa también) y hasta el acoso sexual en el trabajo, que
está a la orden del día.
Y ni hablar de la crianza de los hijos, pues cada vez hay más
problemas derivados del hecho de que como los padres deben trabajar más y más
duro para poder alimentarlos, pues claro, no hay tiempo para ver por ellos y,
como resultado inevitable, estos se tuercen.
La solución a todos estos y muchos otros problemas de diversa índole
se encuentra en el poliamor, que es
lo contrapuesto al monopolio del amor o monoamor, que hemos practicado por
años.
El poliamor, no es otra cosa más que varias personas amándose entre
sí al mismo tiempo, de manera consciente, consensuada, constante y
consuetudinaria. Cosa que no debe confundirse con una situación esporádica de
tipo orgiástico, sino con un estilo de vida. Para ser bien gráficos, es
parcelar el corazón en minifundios y manejarlos sin egoísmos. Eso sí, los
costos de los servicios de riego, abono, arado, siembra, cultivo y cosecha del
amor son compartidos y se debe programar su uso para que estén disponibles cada
vez que alguno quiera utilizarlos.
Con esta práctica se eliminan los celos y las rivalidades. Se acaba
eso de “la india esa con la que está
saliendo” o “la bruja con la que está
viviendo”, porque ahora todos viven juntos y se quieren, alternando los
diversos roles de pareja: adiós al aburrimiento, al desespero en la casa, a los
consabidos “¿con quién andaba? ¿de quién
es ese perfume? ¿con quién está chateando?, etc. Y se evitan los no
despreciables gastos en moteles, pollos trasnochados, serenatas de súplica,
rosas finas en caja para pedir perdón y las cascadas de mentiras y de lágrimas
involucradas[1].
Inclusive se pueden pactar roles como “tú cuidas los niños hoy”, pues ellos ahora son de todos, así que ya
no se tuercen (y, además, no hay que desvelarse buscando parecidos) y ya no
importa quién estudia, quién está en la casa y quién trabaja. Claro, en caso de
que hablemos de tríos, porque si son cuartetos o quintetos, las opciones son
mucho más diversas y entretenidas.
Ya no hay que desgastarse con eso de las reuniones de última hora en
el trabajo, por ejemplo, sino que ahora, no solo puede traerse el placer del
trabajo a la casa sino también compartirlo. Ya no toca andar escondiendo el
celular, sino que todos quedan incluidos en un plan corporativo, que es más
barato y les permite a todos comunicarse de forma ilimitada.
Todas las fantasías se pueden realizar sin tener que buscar costosos
servicios externos y las discusiones familiares solo llegarán hasta asuntos
como “qué vamos a preparar hoy de
almuerzo” o “a quién le toca esta vez
la planchada”, negociados de manera juguetona con diversas opciones tomadas
del Kama Sutra[2].
Aquí sí se verá cómo la plata rinde, el amor fluye, los celos se
extinguen, las fantasías se cumplen, la creatividad se estimula, las excusas se
terminan, la comunión familiar se incrementa (puede uno llegar incluso a
comulgar todos los días, confesarse y volver a pecar), las hormonas están
siempre satisfechas y compensadas y las cuentas bancarias nunca están en rojo.
Ya nada más de juegos en solitario, altercados por nimiedades, actos
fallidos o fingidos ni migrañas. Nada de eso. Si alguno no quiere, su bateador
emergente[3] está presto y a la mano. Es como tener un bar swinger en casa, pero más barato y de
confianza, de parte limpia y conocida, atendido por su propietario y en un
ambiente totalmente familiar.
¿Problemas legales? ¡Nanay cucas! Aquí no hay gallo tapao, ni cartas
bajo la mesa. No hay demandas por alimentos, ni salidas del closet, ni
encasilladas de tipo social. Nada de eso. Ni siquiera hay que firmar nada. Abundan
los huevos, la leche, la miel, las cucas y los gallos, la comida se sirve a las
horas esté o no esté el señor, el closet es sólo para guardar ropa y todos
tienen el mismo rótulo: NOS QUEREMOS Y PUNTO.
En muchas sociedades, antiguas y actuales,
un hombre puede tener tantas esposas cuantas pueda mantener, pero en la
sociedad occidental y cristiana las mujeres pueden mantenerse solas y el asunto
aquí es definir en dónde queremos vivir para saber cómo y de a cuántos nos
vamos a organizar, sin que nadie mantenga a nadie, sino que nos soportemos
entre todos. Amaos los unos a los otros, como dijo el señor.
El único gran problema que surge es cómo lidiar con una variedad de
suegras, si con solo una esto ya es un trabajo insoportablemente dispendioso.
[1] Mayores detalles
sobre estos eventos en La prueba del Platón
[3] Conozca las
características de ese jugador en bateador emergente