5 de octubre de 2018

Cupido sin cadenas

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Aumente las emociones mientras disminuye los costos

Hay una moderna paradoja del marketing: aunque cada vez hay más gente, cada vez todo es más costoso.

Por ello, si una pareja quiere hoy en día formalizar su relación y construir una familia, con lo que eso implica, como adquirir un apartamento, tener un bebé, comprar carro, mercar una vez a la semana y salir de vacaciones de cuando en cuando, necesariamente deben trabajar los dos. De lo contrario, el dinero no alcanzará más que para arrejuntarse, arrendar una pieza, adoptar un perro gozque, viajar en Transmilenio o moto taxi, gorrearle almuerzo a la suegra los fines de semana e ir en flota a Piscilago cada dos años.

Pero, no es solo lo económico. A esta situación hay que sumarle los problemas derivados de la convivencia, las espinosas relaciones con la familia del cónyuge (con la cual uno se casa también) y hasta el acoso sexual en el trabajo, que está a la orden del día.

Y ni hablar de la crianza de los hijos, pues cada vez hay más problemas derivados del hecho de que como los padres deben trabajar más y más duro para poder alimentarlos, pues claro, no hay tiempo para ver por ellos y, como resultado inevitable, estos se tuercen.

La solución a todos estos y muchos otros problemas de diversa índole se encuentra en el poliamor, que es lo contrapuesto al monopolio del amor o monoamor, que hemos practicado por años.
El poliamor, no es otra cosa más que varias personas amándose entre sí al mismo tiempo, de manera consciente, consensuada, constante y consuetudinaria. Cosa que no debe confundirse con una situación esporádica de tipo orgiástico, sino con un estilo de vida. Para ser bien gráficos, es parcelar el corazón en minifundios y manejarlos sin egoísmos. Eso sí, los costos de los servicios de riego, abono, arado, siembra, cultivo y cosecha del amor son compartidos y se debe programar su uso para que estén disponibles cada vez que alguno quiera utilizarlos.

Con esta práctica se eliminan los celos y las rivalidades. Se acaba eso de “la india esa con la que está saliendo” o “la bruja con la que está viviendo”, porque ahora todos viven juntos y se quieren, alternando los diversos roles de pareja: adiós al aburrimiento, al desespero en la casa, a los consabidos “¿con quién andaba? ¿de quién es ese perfume? ¿con quién está chateando?, etc. Y se evitan los no despreciables gastos en moteles, pollos trasnochados, serenatas de súplica, rosas finas en caja para pedir perdón y las cascadas de mentiras y de lágrimas involucradas[1].

Inclusive se pueden pactar roles como “tú cuidas los niños hoy”, pues ellos ahora son de todos, así que ya no se tuercen (y, además, no hay que desvelarse buscando parecidos) y ya no importa quién estudia, quién está en la casa y quién trabaja. Claro, en caso de que hablemos de tríos, porque si son cuartetos o quintetos, las opciones son mucho más diversas y entretenidas.

Ya no hay que desgastarse con eso de las reuniones de última hora en el trabajo, por ejemplo, sino que ahora, no solo puede traerse el placer del trabajo a la casa sino también compartirlo. Ya no toca andar escondiendo el celular, sino que todos quedan incluidos en un plan corporativo, que es más barato y les permite a todos comunicarse de forma ilimitada.

Todas las fantasías se pueden realizar sin tener que buscar costosos servicios externos y las discusiones familiares solo llegarán hasta asuntos como “qué vamos a preparar hoy de almuerzo” o “a quién le toca esta vez la planchada”, negociados de manera juguetona con diversas opciones tomadas del Kama Sutra[2].

Aquí sí se verá cómo la plata rinde, el amor fluye, los celos se extinguen, las fantasías se cumplen, la creatividad se estimula, las excusas se terminan, la comunión familiar se incrementa (puede uno llegar incluso a comulgar todos los días, confesarse y volver a pecar), las hormonas están siempre satisfechas y compensadas y las cuentas bancarias nunca están en rojo.
Ya nada más de juegos en solitario, altercados por nimiedades, actos fallidos o fingidos ni migrañas. Nada de eso. Si alguno no quiere, su bateador emergente[3] está presto y a la mano. Es como tener un bar swinger en casa, pero más barato y de confianza, de parte limpia y conocida, atendido por su propietario y en un ambiente totalmente familiar.

¿Problemas legales? ¡Nanay cucas! Aquí no hay gallo tapao, ni cartas bajo la mesa. No hay demandas por alimentos, ni salidas del closet, ni encasilladas de tipo social. Nada de eso. Ni siquiera hay que firmar nada. Abundan los huevos, la leche, la miel, las cucas y los gallos, la comida se sirve a las horas esté o no esté el señor, el closet es sólo para guardar ropa y todos tienen el mismo rótulo: NOS QUEREMOS Y PUNTO.

En muchas sociedades, antiguas y actuales, un hombre puede tener tantas esposas cuantas pueda mantener, pero en la sociedad occidental y cristiana las mujeres pueden mantenerse solas y el asunto aquí es definir en dónde queremos vivir para saber cómo y de a cuántos nos vamos a organizar, sin que nadie mantenga a nadie, sino que nos soportemos entre todos. Amaos los unos a los otros, como dijo el señor.

El único gran problema que surge es cómo lidiar con una variedad de suegras, si con solo una esto ya es un trabajo insoportablemente dispendioso.



[1] Mayores detalles sobre estos eventos en La prueba del Platón
[2] Entérese de diversas opciones en Kamasuya
[3] Conozca las características de ese jugador en bateador emergente

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