29 de julio de 2022

El brontosaurio

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La feria de ciencia escolar: el invento “pedagógico” más perverso

 

Luego de un viernes de evaluación trimestral ante la gerencia regional, llegué exhausto y apaleado a mi casa, donde me recibió mi hijo de once años, muy entusiasmado: al día siguiente presentaría su trabajo para la feria de ciencia escolar, cuyo tema central era el mundo prehistórico. 


Cuando quise conocer su trabajo vine a enterarme que solo faltaba esa parte del proyecto y que me esperaba ansioso pues yo era el indicado para recrear la era de los dinosaurios y entre ambos podríamos elaborar una figura de acción de una bestia prehistórica. 


Volví a sentirme en la picota pública, como toda la tarde, pero esta vez más en el fondo del pozo: mi conocimiento del mundo prehistórico se limita a Jurassic Park y mis habilidades para las artes plásticas no son reducidas, sino nulas. Decidí entonces explicarle que su mami sí que tiene maravillosas dotes para eso de las habilidades manuales y que era ella la indicada para acompañarlo en esa tarea. Pero el truco no funcionó porque, como ella llegó primero, me ganó de mano (otra de sus habilidades manuales) y ya lo había convencido de que era yo el tipo indicado. 


Me puse entonces en modo paleolítico. Luego de un sinnúmero de ideas rechazadas y con muchas consideraciones logísticas desechadas, opté por una idea sencilla y práctica, pero cuando quise comentársela, la realidad me dio un zarpazo: el chino estaba dormido en el sofá. Me puse manos a la obra, desbaraté una caja de cartón, delineé allí la figura de un tiranosaurio y vine a descubrir que adicionalmente, para usar las tijeras soy pésimo. 


A las tres de la mañana finalicé un engendro que exigía una fuerte dosis de imaginación para asociarlo con un tiranosaurio, aunque se me ocurrió que sí, que se parecía más a un brontosaurio. Y me dormí. 


Cuando llegamos al evento, mi hijo muerto de vergüenza y yo muerto de sueño, nos encaminamos al salón de exposiciones para colocar “nuestra” obra en el pedestal designado. 


Mientras avanzábamos yo observaba las diferentes figuras en icopor, yeso, plastilina, porcelanicrón y varias compradas en algún almacén, todas muy lindas ellas y la más deslumbrante de todas, una enorme figura de un velocirráptor, tan real, que parecía hecha en piel de velocirráptor, con unos ojos rojos brillantes como los de un velocirráptor, que después supe que eran unos sensores de movimiento que hacían que el muñeco moviera la cabeza y siguiera al espectador, para luego despedirlo con un intimidador aullido. Para mi mayor desgracia, el pedestal que seguía al del velocirráptor era el de mi hijo, que a estas alturas ya estaba a punto de prorrumpir en llanto.

 

Dudé mucho antes de decidirme a sacar mi trabajo para exhibirlo, no solo por la cara de mi hijo, que me insistía con la mirada que no lo hiciera, sino también por la de los vecinos que, expectantes, querían saber qué llevábamos, en especial el padre del velocirráptor, quien nos seguía como su muñeco y parecía aullar con su mirada como aquel. 


Tan pronto coloqué mi esperpento prehistórico en un clip, que con gran ingenio acomodé a manera de soporte, las carcajadas y burlas de los vecinos no se hicieron esperar y en pocos minutos la obra era tendencia en las redes. La gente se agolpó alrededor de ella y al instante recibió los más ingeniosos, despiadados y mordaces comentarios, haciendo que mi chico saliera despavorido del lugar y que yo partiera detrás de él. 


Bastante trabajo me costó convencerlo y convencerme de regresar y con un enorme acopio de ingenio y creatividad, le dije que esta era una obra tal como la haría un niño prehistórico de once años, enmarcada en conceptos surrealistas, llena de simbología y arte abstracto, además de que era la única que tenía nombre, porque se alcanzaban a ver algunas letras de la caja de galletas. Mira, hasta parece un emoticón neandertal, rematé, cosa que le causó gracia y así regresamos, con la frente en alto, al recinto de la exposición. 


Nos encontramos entonces, con que la obra había sido vandalizada, había un chicle pegado que podría asimilarse a un ojo, tenía pintados con esfero labios y dientes y en el vidrio de la urna aparecía escrita una referencia a una enfermedad de transmisión sexual. Como suele ocurrir en las escenas de crimen, nadie vio nada, nadie hizo nada y no había a quién culpar. Paradójicamente, con el retoque popular, la obra mejoró bastante y ya se parecía un poco más a un brontosaurio de los que dibujaron nuestros ancestros en las cavernas. 


Para rematar la cosa, en ese momento me enteré de que además de la exposición, se trataba de un concurso que premiaba no solo la calidad y la belleza de la obra sino también la defensa argumental que cada alumno debía hacer de ella y ya los jurados estaban con el velocirráptor, fascinados. 


Los jurados llegaron a evaluar nuestra obra y uno de ellos preguntó sarcásticamente:¿Hay alguna cosa buena que podamos decir sobre esta obra? Para mi sorpresa y la de todos, mi hijo se apresuró a contestar: 


Hay muchas cosas buenas qué decir, como que esto es lo más parecido a lo que debió haber representado un niño prehistórico de mi edad, que seguramente y a diferencia mía, había visto un brontosaurio, pero, como yo, tampoco sabía dibujar. Seguramente se puede entender como una interpretación surrealista que busca que el observador deje volar su imaginación, como en efecto ha ocurrido con todos aquellos que hicieron lo posible por registrar su percepción de ella, convirtiéndola en una manifestación de arte colectivo que bien podría catalogarse como un emoticón neandertal. 


Después de tan conmovedoras palabras, los jurados, mudos, escribieron algunas notas en sus plantillas y pasaron al siguiente pedestal. A la hora de la premiación, el ganador fue, tal como lo están pensando, el velocirráptor y mi hijo y yo nos fuimos a comer hamburguesa, después de botar en una caneca el brontocoso ese.

 

4 comentários to “El brontosaurio”

  • 30 de julio de 2022, 11:56 a.m.
    Rudolf says:

    Alguna vez nos tocó ayudar a nuestros hijos, en estás labores y manualidades ,yo que pensaba que pintaba bien fui criticado por la profesora de mi hija quien no entendió que era una expresión surealista...

  • 30 de julio de 2022, 2:23 p.m.
    Anónimo says:

    Me da pistas de donde boto la gonocosa esa? Es que tengo que ayudar a un sobrino con una tarea

  • 6 de agosto de 2022, 6:27 a.m.
    Anónimo says:

    La frase típica de los hijos un domingo a las 10 de la noche" La tarea es para mañana papi". No les pasó también?

  • 14 de agosto de 2022, 7:08 a.m.
    Anónimo says:

    Que ingenio ! hemos pasado por esas ....solo que ni mi hijo , ni yo tendríamos semejantes argumentos y seguro la hamburguesa hubiera sido después de la primera saluda del recinto .... me encanto 💖

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