28 de mayo de 2022

in bread nothing tour

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La empanada fue pa nada

La empanada es el bocado favorito de los callejeros y, como amantes de ella, nos dimos a la tarea de buscar el santo grial de la empanada, según las crónicas de Internautas y empanadófagos, lanzando a la aventura a dos avezados caballeros, como en tantas investigaciones de campo que ha realizado Pídase la otra. He aquí su increíble crónica.

Encontráronse los hidalgos en una humilde posada desde donde iniciaron su gloriosa gesta buscando la ingesta de la mejor empanada que pudiesen hallar en tan gran poblado.

Se embarcaron después en una roja oruga, denominada "Metro provisional", para devorar la distancia a la que se encontraba su primera parada: la “Empanada del mono” y arribaron a la fabulosa Villa del Prado, pintoresca zona adornada por múltiples peluquerías, panaderías, cigarrerías y otros típicos emprendimientos que colman sus calles.

Una vez arribados, estudiaron el lugar y ordenaron las alargadas viandas. Encontraron que El Mono tiene un proceso de empanado con personal debidamente uniformado, capacitado y malgeniado, pero descubrieron que, lo que si le hace falta con urgencia a tal mesonero es un buen decorador de interiores, tanto para el local como para sus empleadas. Pero ella, la esperada, la también demorada, ¡sí estuvo fantástica!, con una perfecta combinación de crocancia y sabores, matizados por un guacamole cremoso y balanceado, aunque el ají aguantaria más picante.

Partieron entonces los aventureros en rojo corcel hasta otro Prado más Veraniego al encuentro del enmaizado producto de un caballero conocido como El Paisa, ya no tan mono, pero igual de afamado. Para su sorpresa encontraron que, el tal paisa, no existía, solo era un fantasma, como tantos engendros engañosos de Internet.

Hambrientos y desilusionados emprendieron de nuevo su periplo con destino a ciertos Troncos de pipián, ubicados en bello paraje, en medio del Country. Hallaron finos y caros, pero diminutos bocados, que apenas lograron excitar sus sensaciones palatales. La grasa y el rancio olorcillo del supuesto manjar, solo llenaron de inmensa tristeza su tesón aventurero.

Una vez más, más hambrientos que antes, se desparcharon, con la ilusión intacta, hacia una delicia prometida: una valluna de primera que habita en Pasadena. Por fin el destino les mostró un rostro amable y pudieron desfogarse con la chica y saborear sus carnes, con piel y masa incluidas. Consumidos por la ansiedad le hicieron redoblón y, ya saciados, reiniciaron viaje en el rojo corcel, en busca de la Tolimense.

La tal tolimense fue de nuevo una vana ilusión. Corrieron de acá para allá, en un delirante chapinerazo, de un sitio a otro de los que la nube anunciaba, sin hallar un solo lugar donde comérsela como soñaban. La Tolimense murió, se evaporó, no existía. La tan reputada, resultó tal cual.

El chapinerazo no podía ser en vano, así que corrieron presurosos en busca de la última, la más apetecida y la que según varios cuenteros, está catalogada como la mejor de la ciudad. Margarita de Lourdes fue encontrada con sus puertas abiertas de par en par, pero solamente para hacerles fieros y vaciarles sus ya exiguas bolsas, pues resultó ser la menos atractiva de las vistas, tanteadas y tan ansiosamente comidas. Solo resultó ser la más costosa y, después de probarla, la menos agraciada (vale decir, la más desgraciada).

Luego de tan azaroso viaje, nuestros nobles hidalgos, al calor de una humeante taza de café, concluyeron que una empanada es un bocado digno sólo de hambres pasajeras y encontraron que lo mejor de su aventura fue haber ingerido las tan gratas cervezas compañeras de ellas, las pobres y escasas empanadas. 


 

1 comentários:

  • Este comentario ha sido eliminado por el autor.
    29 de mayo de 2022, 8:17 a.m.
    Rudolf says:

    Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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