Tic tac tic tac tic tac
A un amigo que se precia de ser muy rico, en cuanto al manejo de la lengua, le preguntamos si conocía el término misokinesia y dijo: sí, claro, es el odio a las mujeres. Le explicamos que no, que no hablábamos de misoginia y concluyó ¡Ah!, ya, se deduce fácil: misokinesia es el odio al movimiento de las mujeres.
Le discutimos que, si hay algo que no se puede odiar es el movimiento de una mujer y que difícilmente alguien podría sufrir de una aberración así. Esto nos motivó a publicar acá algunas impresiones sobre ese terrible mal (no logramos ponernos de acuerdo si se debe decir misokinesia o misocinesia) que, según un estudio reciente, aqueja a muchas personas en todo el mundo.
Tal vez usted se haya percatado de que, ante alguna situación que genere estrés, muchas personas exteriorizan movimientos repetitivos e involuntarios, comúnmente conocidos como tics nerviosos. Van desde el leve aleteo de una pestaña o un párpado o el indetenible temblor de un labio, hasta caminar de modo incesante y de un lado para otro, sin destino alguno, como un poseso.
Esas expresiones corporales aumentan su ritmo, amplitud, frecuencia y violencia en ciertas situaciones, como, por ejemplo, en una escena de visita en la que el criaturito empieza a jugar, saltar y correr sin freno alrededor de una preciosa porcelana Capodimonte, del mismo tamaño que el nene. La mamá del niño cruza y descruza repetidamente las piernas y la dueña del adorno, con sus ojos muy abiertos mueve los brazos adelante, atrás y al frente y su mente baila por todo el salón, sin saber si abrazar su muñeco o patear al pequeñín.
Se ha descubierto que eso pasa por criar hijos maleducados y porque en el cerebro tenemos lo que los neurólogos llaman unas dichosas neuronas denominadas dizque “espejo”, que empiezan a reflejar y repetir lo que ven que hacen los congéneres, debido a unos genes ancestrales, de la época de las cavernas, que surgieron para crear el espíritu de manada y que persisten hasta nuestros días. Por eso, los movimientos nerviosos, los originales y los espejados persisten hasta hoy. De hecho, se sabe que hay personas que tienen casi la totalidad de sus neuronas, que son muchas, imitando lo que hacen las de otros, pero mal.
Y, como suele ocurrir con los malos imitadores, el resultado es que estas neuronas espejo empiezan a dar órdenes a la topa tolondra a algún músculo al que quieren montársela porque sí, por mero capricho, poniéndolo a hacer alguna labor que resulta inoficiosa, desgastante y sin ningún objetivo claro: el famoso tic, sin que ninguna otra se dé cuenta, tal y como ocurre en infinidad de organizaciones.
Pero, resulta que hay unas atrevidas con alcances mayores, tipo la hija del dueño del aviso o el yerno inútil del gerente, que sería, en términos neuronales una muy cercana al nivel central o con incidencia sobre músculos relacionados con movimientos fuertes del cuerpo y es ahí cuando se ve a la persona caminando de un lado para otro sin poder detenerse, temblando como si estuviera nevando o castañeteando los dientes con fuerza desmedida y totalmente involuntaria.
Cuando se encuentre cerca de un tictoso, debe darse cuenta de que es usted, con sus acciones, quien le está produciendo el fenómeno a la doña, al amigo, al jefe, al hermano, al papá, a la suegra o a quien sea que presente esos síntomas y este conocimiento le permitirá decidir si sale corriendo porque el afectado va a explotar, si le sigue atormentando por mugre o si deja de hacer eso y se queda tranquilo para llevar la fiesta en paz.
Ahora, si la persona que está a su lado empieza de repente a jugar con un cuchillo entre sus dedos, a levantar un objeto contundente o a cerrar los dedos empuñándolos, nuestro consejo es que usted se salga de la escena antes de que salga en las noticias como víctima de un caso de intolerancia y que, de verdad, deje de ser tan fastidioso.
