25 de junio de 2021

Luizhito

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Especular es peculiar

Hace poco fue descubierta una tumba perteneciente a Liu Zhi, un emperador chino, de quien vino a saberse que se caracterizó por ser un coleccionista de mujeres. La evidencia fueron unos jiance, libros elaborados con tablillas de bambú sobre las que se dibujan con tinta china (tiene que ser), los caracteres chinos (por supuesto), que en la tumba relacionaban el listado de las cinco mil concubinas que el señor había adquirido para conformar su harén.

También se supo que, de cariño, al señor le llamaban Luizhito, que ascendió al poder a los 14 años y que de inmediato, sin ocuparse de ninguna otra tarea, inició su colección, para lo cual se trajo a palacio a una veterana de 17 años con la que había tenido acercamientos del cuarto tipo un año antes, así que no se limitó a coronarla, sino que se la llevó a vivir con él. 


A continuación, y, como segundo acto de gobierno, el señorito envió emisarios a que utilizaran el mecanismo que mejor tuvieran a su alcance: una cita a ciegas, regalos, promesas de una vida de lujo o cuando menos lujuriosa o la consabida invitación a una fiesta sorpresa, para que, en principio, por las buenas, le atrajeran doncellas al palacio, con el único fin de pasarlas por las armas reales. Pero luego, a medida que se corrió la voz y se supo que sí, que era para eso, no tuvo más remedio que recurrir a la fuerza y dedicar entonces el ejército imperial a capturar jovencitas en todas las provincias y traérselas al ahora hambriento emperadorcito. 


El asunto empezó a generar malestar entre la población, no por el hecho de que se apropiara de las muchachas y las dejara viviendo en el palacio bajo la custodia de sus eunucos, sino porque estaba dejando sin pareja a una gran cantidad de varones que, en su mejor edad y llenos de ardores, también querían formalizar relaciones, pero sus aspiraciones se caían, porque no tenían ni la plata, ni el palacio, ni los eunucos para competir con el emperador.


Las cosas se complicaron porque se volvió costumbre que, una vez instalada, cada una de las jovencitas comenzaba a ganar favores, luego iba planteando exigencias para que su familia la visitara y el asunto terminaba en que la suegra y los cuñados también se iban a vivir en el palacio, a costillas del tesoro público.


Luizhito era un hombre de contrastes, pues, aunque los apegos no eran lo suyo y se desencantaba muy fácilmente de todo, de todos y de todas, era muy celoso y posesivo. Miraba a sus nenas con algo de desprecio, pero no toleraba que nadie se metiera con ellas y ante la más mínima sospecha de una mirada furtiva o cualquier gesto de acercamiento, cobraba el agravio con la cabeza del infractor. Como iba aumentando el número de cortesanos, para cortar por lo sano, se hizo común el corte franela en el palacio. Hubo entonces gran disgusto entre los súbditos, pues no solo tenían que pagar cada vez más impuestos para mantener a tantos holgazanes, sino que, además, tenían que enterrarlos.


A todos estos males hubo que sumar que, como el té con arroz no es muy afrodisíaco que digamos y aún no se tenían noticias del viagra, las concubinas en su mayoría resultaban mal atendidas (de hecho, muchas de ellas nunca lograron probar de sal más de una vez) y, como queda dicho, la infidelidad por necesidad no era una opción permitida. Esto dio lugar al más importante foco de malestar: el verano prolongado. 


El despojo, el desperdicio de la juventud, el crecimiento desmedido de la corte y de los cortes, el despilfarro del erario, los descontentos de las cortesanas y de los frustrados habitantes, tuvieron como consecuencia que la revuelta popular no se hiciera esperar. El emperador, sorprendido por la ingratitud de sus vasallos, convocó a sus eunucos, los únicos que no estaban afectados por los males descritos y les encargó que calmaran los ánimos, ocasionando una histórica matanza por la cual Liu Zhi pasó a la historia. 


Pero las consecuencias fueron totalmente inesperadas: el emperador fue depuesto y en su lugar, los eunucos colocaron a uno de los suyos (un drag queen). No se sabe si fue porque lo impusieron los eunucos, porque no tenía la ascendencia real ni la imposición divina, o simplemente, por su falta de perrenque, como afirman algunos historiadores, que este no duró mucho en el poder.

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