Al que le van a dar, le cascan
A veces pareciera que la vida nos pone obstáculos para que desviemos el camino y
tomemos otro rumbo, pero es precisamente ahí cuando aparece la porfía y nos empeñamos
en salvar las barreras y continuar, haciendo caso omiso a las advertencias del destino. Esto
fue lo que le ocurrió a un amigo de Cúcuta:
Estaba a menos de un mes de casarme cuando me llegó el primer aviso. Iba por una vía
angosta a llevar el licor para la fiesta, con el fin de ahorrarme los altos precios que cobraban
en el sitio donde sería la recepción (tal vez el costo del matrimonio debió haber sido la
primera señal verdadera) cuando, en una intersección, una camioneta se atravesó sin
miramientos y me hizo dar un timonazo y quedar a centímetros de un peatón que estaba
parado al borde de la vía.
Yo estaba seguro de no haberlo golpeado pero el hombre gritaba como loco mientras yo
trataba de explicarle que, como se había dado cuenta, la peligrosa maniobra había sido
culpa del otro imprudente conductor. Cuando al fin pude entender lo que gritaba me enteré
de que una de las llantas de mi carro estaba sobre uno de sus pies y esto le dolía, así que
gentilmente lo moví, le ofrecí excusas y le expliqué que me iba a casar (eso siempre
despierta la solidaridad de género), pero el patuleco insistía en llamar a la policía de
tránsito, que difícilmente habría podido llegar porque el trancón que habíamos provocado ya tenía proporciones enormes. Al final el tipo me recibió una donación que le alcanzaría para que se pusiera una prótesis como la del hombre nuclear, con lo cual el dolor se le pasó y se fue caminando, mientras yo renegaba de que lo que me había ahorrado en el licor me lo había gastado en la inesperada víctima.
Unos días más tarde estaba llevando a una amiga muy querida a su casa cuando de nuevo,
una camioneta me cerró y tuve que frenar en seco, con lo cual la guantera se abrió y se
cayeron al piso dos sobres, con las invitaciones al matrimonio que me faltaban por entregar.
A mi amiga le molestó que en la invitación a la boda el nombre de la novia no fuera el suyo,
como ella se creía, así que en el siguiente semáforo se bajó gritando cosas incoherentes
como las del patuleco, pero me quedó claro, cuando levantó una de las invitaciones que se
había robado, que se iba a presentar a la boda a reclamar sus derechos e impedir que ésta
se llevara a cabo.
El miedo y la angustia que me invadieron de ahí en adelante me hicieron confesar. Primero
con el cura, como manda la iglesia, quien muy solidario me hizo entender que estas cosas
Dios las comprende y sabe manejarlas, para lo cual él tenía preparada una misa exprés de
tan solo 20 minutos. Pero tu verdadero problema es tu prometida, me dijo, eso sí escapa a
la gracia divina. Y claro, a ella no le hizo gracia el asunto a pesar de que lo presenté como
lo más light, pasajero y poco amoroso que me había ocurrido en mis relaciones con el sexo
opuesto. Se emputó y decidió cancelar la boda.
(Esta historia continuará…)
A un amigo de Bogotá le pasó algo así, gasto lo que no tenía en una boda suntuosa boto a la que tenía,y al final el matri no le funcionó,otro fariseo amigo suyo lo ayudo a joder en la repartición...depronto alguno de uds escritores lo conocen?