(En homenaje a nuestro amigo Mauricio Rodriguez, que cumple 40 años defendiendo el bulto)
Durante los últimos centenios el mundo científico centró sus esfuerzos y sus desvelos en perfeccionar y vender el paradigma de que lo más importante en cualquier estudio son la precisión y la exactitud de los datos, pues sin estas ningún experimento tiene credibilidad y nadie se la va a jugar por la veracidad de los resultados.
Algunos incrédulos visionarios se fueron contra la corriente y, olvidándose de la diana, prefirieron tirarle al bulto, convencidos de que en lugar de contar con una sofisticada mira y unos cuantos proyectiles de calidad insuperable, era más efectivo disparar perdigones a la topa tolondra, a la guachapanda, con la certeza de que, aunque se viera menos glamuroso, científico o sofisticado, a la larga sería mucho más rentable. Y tenían razón.
¿Cuál cazador resulta más efectivo: el que dispara un rifle provisto de una mira telescópica Leupold o el que dispersa 300 perdigones con cada disparo de su escopeta? Mientras que el segundo regresa siempre con alguna presa, puede ser que algo maltrecha, el primero aguantará hambre más de una vez. Hay estudios que lo demuestran.
En el mundo de los negocios, otra forma de cacería, los gerentes debían presentar planes de ventas cada vez más sofisticados, con estudios del mercado, recolección de información y seguimiento individual tan complejos y detallados (los famosos CRM), que los vendedores se dedicaban durante horas a transcribir datos, llenar formularios, actualizar informes y hacer proyecciones de ventas y no les quedaba tiempo para ir a vender. Entonces, se les consideró ineptos e incapaces y se decidió reemplazarlos con algoritmos inteligentes, que recolectan mucha más información, la procesan más rápido y con mayor efectividad y aumentan enormemente las cifras de ventas. ¡Sí se podían hacer las dos cosas!
Fue así como se robaron el show los datos masivos, o Big Data como se les conoce, y pasaron a darle la razón al cazador poco dotado y sus perdigones. ¿Para qué definir y estudiar solo una muestra, cuando ya se pueden tener TODAS las cifras de todo el mercado y del comportamiento de todos los clientes? Ya no hay que afinar la puntería ni gastar recursos en refinamientos: al bulto, sin árbitro y vale todo, le pega al universo completo de datos y va a la fija.
Tal como sucede con las elecciones. Hasta hoy, un encuestador afirmaba quién iba punteando las preferencias, pero debía ser cuidadoso en la selección de la muestra entrevistada y disminuir los márgenes de error, para que le creyeran. Eso se acabó, pues ahora se recoge la información de todo lo que todos dicen en todas las redes, se esculcan todas sus palabras, sus pensamientos y sus sentimientos y con base en todo eso el candidato dice que hará esto o aquello y listo. Así es como se ganan unas elecciones, dándoles gusto a todos, no solo a unos cuantos entrevistados.
El pensamiento colectivo siempre ha sido voluble, manipulable y manoseado; pero ahora, con el advenimiento de los Big Data va a recibir un giro de 360 grados y los viejos paradigmas han sido reescritos:
El tamaño sí importa y ahora, entre más grande, mejor
Olvídese de la muestra gratis: se lo van a empacar todo
Preciso y exacto pasaron a la historia. Ya no existen las mayorías ni las minorías
Entre más grande el universo de datos, más insignificante es usted
La cantidad de información es descomunal y solo nosotros podemos manejarla. Deje así
La humanidad dio un paso hacia adelante cuando entendió y aceptó el significado de la frase “solo sé que nada sé” (varios siglos después de que la enunciara Sócrates, vale aclarar) y está a punto de lograr que el otro pie alcance al que dio ese primer paso, con la premisa que se deriva de la adopción de los datos masivos y que complementa a la primera: “y no me importa”.