En la actualidad, las ratas de desempleo no paran de crecer, alimentadas por los cada vez más escasos desperdicios de trabajo (léase oportunidades laborales) que incrementan el número de desempleados y disminuyen el de los empleos disponibles. La humanidad vive la tercera revolución industrial o tecnológica, en la cual, para llenar una vacante ya no se destina la misma cantidad, ni de tiempo ni de dinero que en el siglo pasado pues ahora solo hay lugar para los emprendedores.
En el mercado laboral ya no se necesita de lo que se conocía como cazatalentos, un experto que recolectaba, organizaba, analizaba y estudiaba la hojarasca acumulada de currículos presentados por los implorantes en su búsqueda de a quién venderle sus conocimientos y habilidades, pues esa tarea solo conducía a un resultado: Pérdida de tiempo, infelices ubicados en lugares equivocados, costos altísimos y empresarios inconformes. ¿La solución? La Inteligencia artificial, conocida como IA.
El primer propósito de la IA es retirar de cualquier proceso al inepto que es el causante de que se haya convertido en lema cotidiano el paradigma de que “errar es humano”. Para el caso que nos ocupa, hay que desplazar a un reclutador que no es capaz de escudriñar y seleccionar al candidato adecuado.
La IA, entonces, resulta ser la herramienta ideal, pues llega para encontrar a la persona perfecta para hacer una tarea, pero ya no revisando el follaje sino recopilando miles de datos de miles de candidatos obtenidos de la red. Ella, lo que hace es buscar en la nube los datos de millones de personas, su trayectoria y desempeño laborales, así como sus habilidades, logros, premios, gustos, aficiones, los libros que ha leído y cuanta carajada se le pudiera ocurrir a alguien preguntar en una entrevista de trabajo y lo que no, también: cuántas veces va al baño, si se lava o no las manos, si lo han operado de qué y en dónde, de cuál equipo es hincha, cuántas relaciones sexuales tiene al mes y con quiénes, su pose favorita del kamasuya, qué le gusta comprar y dónde, qué come y cuánto, qué le saca la piedra y por qué … Información que la IA es completamente capaz de distinguir, agrupar, individualizar, convertir en tendencias, pronósticos, previsiones y proyecciones, por sí sola, sin intervención de la mano ni de la mente humanas.
Los macrodatos (más conocidos como Big Data) proveen información que su dueño ignora o, incluso, que no se ha producido aún: perfil sicométrico, rasgos de la personalidad, resultados de los exámenes de laboratorio, capacidad de respuesta a los tratamientos médicos, necesidades emocionales, calidad del sueño, conflictos de pareja pretéritos o potenciales, adicciones, número de hijos legítimos, naturales, desconocidos, reconocidos, por venir, etc., pero que no pasan desapercibidos para que la IA los procese.
Ningún reclutador podría hacer siquiera el pinche por ciento de toda esa tarea, así que la IA lo ha desplazado, por inepto. Pero, para el buscapuesto también hay lo suyo: Ya no es necesario rellenar miles de minervas, pues la IA cruza la información de las plazas de trabajo disponibles con la de los posibles candidatos y encuentra quién es el ideal, sea que esté ocupado o no en ese momento.
Se acabaron las discusiones sobre si el curriculum debe llevar foto o estar bien rasurado. No tendrá que perder tiempo revisando oportunidades en Internet, para dedicarse a gastar valiosos recursos buscando constancias y recomendaciones y después aprendiendo normas de escritura y sacando fotocopias para empapelar la ciudad. ¡Eso se acabó!
Ya las empresas no estarán asustadas porque de pronto contratan, sin saber, a una persona con déficit de atención, a un revoltoso en potencia, un dormilón o un adicto a los videojuegos o a las páginas porno.
Nadie lo va a llamar a entrevistas, ni nada parecido. No le van a realizar pruebas sicotécnicas, ni visita domiciliaria, ni exámenes de aptitud ni pruebas de actitud. Si le llega a entrar alguna llamada de índole laboral es para decirle “Usted es el elegido”. La oferta que le hagan, no podrá rechazarla, pues la IA sabe cuáles son sus intereses, sus necesidades, a cuál salario y cuál posición aspira y eso, tal cual, será lo que le habrá asignado, sin necesidad de preguntarle. Todo eso está en su genoma profesional, que un algoritmo realizó, y con base en el cual lo recomendó. Pero tranquilo, no tendrá que darle las gracias por la oportunidad a ningún computador.
Lo único que sí tiene que hacer es mantenerse activo en las redes sociales seguir posteando lo que más pueda a diestra y siniestra (entre más en redes, mejor), seguir registrando sus datos biométricos y de desempeño físico en la e-band o el smart watch y mantenerse activo en los grupos de chat a los que pertenece, opinando, compartiendo videos (bájele al porno) y comentando artículos en medios digitales. Eso es todo.
Siga así y verá: el futuro promisorio vendrá por usted, sea paciente.