El Tai Chi Chuan es una milenaria técnica china que, si bien es un arte marcial, no tiene como propósito fundamental la defensa personal ni enseñarle a quien lo practique a cascarle a los demás, como lo expresa el significado de esos tres vocablos ancestrales: “venga, si es tan varón, que aquí lo espero con los brazos abiertos”
Tal significado, es una sutil referencia al delicado equilibrio entre el yin y el yang, entre el principio femenino, la tierra, la espiritualidad, el eros, el yin y el principio masculino, el fuego, la actividad física, el tanatos, el yang.
Según el taoísmo estas dos fuerzas opuestas son las que rigen el universo y su penetración y control le permitirán al iniciado y al avanzado, poner en armonía su cuerpo y su mente, relajar y tonificar los músculos, evitar la confrontación y aprovechar de forma positiva la energía negativa recibida de quien la proporciona con un cordial “sí pero no”: le voy a hacer degustar sus palabras por ahí mismo por donde las sacó, pero, eso sí, con mucho cariño.
Los movimientos del Tai Chi requieren de gran equilibrio pues son realizados de manera muy lenta pero segura, así que se debe hacer acopio de mucha paciencia, concentración y fortaleza física, sobre todo cuando se llevan cinco minutos con la respiración contenida, una pierna levantada a unos quince centímetros del piso, los brazos extendidos a los lados como imitando a un avión que planea sobre las corrientes de aire y el maestro repite, como William Wallace, “quietos…. quietos…… todavía no….”, y uno siente algo muy parecido a cuando quiere entrar al baño, pero no puede: le coge a uno esa tembladera en el pie de apoyo, el aire escasea, la aeronave como que entra en barrena y a lo lejos, el chino infeliz repitiendo como loro “….tranquilos….. blanqueen la mente….. sientan el aire pasando por su cuerpo….. sosténganse ahí……” y al lado, un enano inmóvil, con los ojos cerrados, en trance, como estatua de semáforo y el orgullo empieza entonces a hacerle a uno presión para que se aguante.
Ahí empieza uno a recordar la charla de la introducción que hace el maestro, donde explica que es relajante, pero estresante a la vez, que se trata de que uno se sienta como muerto en vida, aislado del mundo exterior dentro de su yo interior pero que al mismo tiempo pueda sentir y oír el barullo del universo que lo rodea y se haga parte de ese ser externo, que lo viva y lo experimente como una parte esencial de su ser interno, mejor dicho, algo así como darse cuenta de lo que pasa por fuera pero por dentro hacerse el gay, como que no es con uno.
Cuando el viejo por fin da la autorización para apoyar el pie levantado y respirar profundo de nuevo, pero, insiste, “lento, muy lento…”, uno cree que ya ha sido suficiente, que dejará de sufrir por hoy, pero el anciano sale con que “ahora el otro pie” y es entonces donde cobra sentido lo del tanatos y el control y empieza uno a pasar saliva para reprimir los deseos de golpear a un adulto mayor, además extranjero, pero entonces uno recuerda que está allí es para liberar las tensiones de la jornada laboral, descansar el maltrecho cuerpo y despejar la obnubilada mente y se pregunta qué diablos hace ahí, cómo resultó inscrito en un curso de cuarenta sesiones, dos por semana y si logrará llegar a la tercera, si antes de llevar media ya el dolor no deja ni pensar ni sentir nada.
Y entonces anuncia el chino que para la siguiente sesión vamos a trabajar la coordinación de lo de arriba con lo de abajo así que me quedo mirando el atractivo trasero de la rubia que tengo adelante y oigo algo de “distribución de los pesos corporales” (¿se me irá la barriga para debajo de la espalda?) y “relajar la región lumbar” (yo sigo observando esa región de la rubia) e imagino que luego de la próxima tendré un dolor como el que siento ahora, pero de las pantorrillas hacia abajo.
Definitivamente es más relajante, menos dolorosa, más placentera y menos riesgosa una suscripción a Neflis.
Entretenimiento , ficción y la visión del autor acompañada del gusto por lo popular tan de moda hoy en día pero que no contribuye a la buena sasón literaria, para cuando su libro mi amigo VP