20 de mayo de 2020

Damnatio memoriae

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 Borrón y cuenta nueva

En la antigua Roma, cuando  se le extinguía el periodo a un César, porque quedaba extinto o lo cesaban a la brava, el Senado discutía, entre otras cosas, cómo le había ido al ex. Si les parecía que había hecho un mal trabajo, se le castigaba con la “damnatio memoriae” (acabar su recuerdo), consistente en que se retiraban y destruían todas sus estatuas, pinturas y monedas, se borraba su efigie de todos los registros oficiales, su memoria desaparecía y al final, la “abolitio nominis” (eliminar su nombre), prohibía que su nombre se volviera a utilizar.

Este castigo se extendía a otras esferas del gobierno, así que otros otrora famosos, también cayeron, después de su rendición de cuentas, en esa execrable condición de innombrados, como si jamás hubiesen existido. Así le sucedió a Massimo Craso, noble gobernador de una provincia y comandante de varias legiones, de cuyo caso se logró conservar un antiguo rollo, el cual nos fue puesto en conocimiento por uno de nuestros seguidores más estudiosos, que prefiere que no haya conocimiento de su nombre.

Parece que el señor Massimo cometió un error craso y por eso se le condenó al olvido, cosa  que actualmente sería del todo innecesaria ya que, a pesar de tener tantos mecanismos de registro histórico, la memoria social es más frágil que nunca y ya nadie se acuerda ni siquiera qué desayunó el día anterior.

Pues registra el documento que don Massimo, que se creía lo máximo, malversó fondos públicos destinados a la construcción de caminos y la atención pública y los desvió para construir sus propias relaciones y la atención de sus caprichos y que eso ocasionó protestas populares que degeneraron en una revuelta general, la cual (y, ese fue su error craso) requirió finalmente la intervención del ejército y produjo la pérdida de varias vidas, aunque Craso se eximió afirmando que esas vidas ya estaban perdidas, desde antes.

El ahora ex gobernante se exilió y logró salvar su vida, unos cuantos denarios y sus talentos ocultos, pero su cara fue borrada de las monedas que había acuñado para su peculio, se retiraron y destruyeron sus estatuas, al igual que los registros de sus actos de gobierno. Eso sí, de los dineros, nunca nadie supo nada. Pero la sanción más grave fue que desde entonces se prohibió decir que algo muy bueno era lo máximo y a toda metida de pata muy grave se le denominó error craso.

Si un proceder así de ejemplarizante fuese aplicado en la actualidad, no habría registro de lo ocurrido con el erario en los últimos 200 años, lo cual haría muy felices a los gobernantes y a sus allegados y descendientes, así como a los estudiantes de bachillerato, pero pondría muy tristes a las asustadurías, pues no tendrían cómo llevar a cabo sus investigaciones exhaustivas.



Por si hubiese en esta lección del pasado lejano alguna enseñanza para la posteridad, reproducimos aquí un trozo de la pieza, en su idioma original, pues viendo a quienes ostentan el poder, pese a lo muerta que está esta lengua, nos damos cuenta de que sus enseñanzas siguen vivas:

 “Ante multiplus cagarum factum per excecrabilis hamponum Massimo Craso, fundus desviationem, prevaricandum et quebrandum EPS robandum et cambiandumm fincae, navis embarcationen, aureus ornatum, et alia pendejatae per juergam et orgiatae, sea condenatio a damnatio memoriae, exilium, et olvidatum nomine per saecula saeculorum, amen”.

2 comentários to “Damnatio memoriae”

  • 8 de agosto de 2020, 5:14 a.m.

    Y como dicen las peliculas basadas en la realidad, cualquier coincidencia es fortuita casualidad. Pega duro este escrito. 🙂

  • 8 de agosto de 2020, 6:58 a.m.
    Darayam2 says:

    Exxelentum actualis craso 🤭

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