21 de febrero de 2020

Tijera Genética

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Enderézcalo, si es tan varón
Cuando supe de la existencia de algo llamado CRISPR pensé que se trataba de alguna variante del cripy, que es como se conoce en los medios especializados a la marihuana de alta calidad. No es que yo use eso, sino que lo leí por ahí, ah no, lo mencionaron en la escuela de padres.

Bueno, en fin, la cosa es que, aunque tienen en común lo de la genética el CRISPR no tiene nada que ver con la marihuana, pero sí resulta ser mucho más alucinante que ella, según lo que he podido averiguar. No es que yo la haya probado ni cosa parecida, Dios me libre.
CRISPR es, simplemente, la sigla de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, sobre cuya traducción al español puede decirse simplemente que es una espeluznante técnica genética, un editor de los genes, algo así como el conocido “copy paste” pero que, a quienes se dedican a eso, les permite insertar, cortar, copiar y pegar pedazos a conveniencia y en fin, modificar la espiral del ADN que, para el caso que nos ocupa, es la cinta donde está escrito y descrito qué es, cómo es y quién es un ser vivo (por ejemplo, un humano).

Ahora bien, este dichoso método, conocido coloquialmente como “tijera genética”, permite que cualquier científico, loco o cuerdo, corte un pedazo de ADN torcido o retorcido y lo reemplace por uno bueno, sano, bonito, aconductado, muy bien compuesto, lo cual le da fin al viejo paradigma que rezaba: “Árbol que nace torcido nunca su tronco endereza”. Pues ahora, lo que sea se puede enderezar desde antes que crezca y aun antes que nazca.

Hasta acá, nada interesante. Pero es que las opciones que se vislumbran para esta técnica sobrepasan por mucho la imaginación y abren un sinfín de puertas, de las cuales antes pensábamos que estaban cerradas, aseguradas y trancadas hasta por dentro y que abrirlas sería imposible, pues sólo San Pedro tenía en su manojo las llaves requeridas.

Se abren posibilidades hasta ahora imposibles de imaginar, como las de arreglar los genes defectuosos o eliminar una mutación indeseada (para saber sobre mutaciones deseadas, habría que preguntarle a los X-Men) o cambiar un gen de malware para reemplazarlo con uno de buenware. Y muchas otras:
Cambiar los rasgos físicos (el fenotipo) del bebé para que, una vez nacido, no se parezca al papá o que se parezca al que cree ser el papá o al que debe ser el papá o al que se quiere que sea el papá. Lograr que el futuro niño no sea bruto en el futuro, sino que aprenda rápido, que no le afecte el gluten o que sea inmune a la picadura de las abejas.

Que no le gusten las ñeras, que odie el reguetón o, si va a vivir en Boyacá, que ame el sudado con cubios y chuguas. Qué tal hacerlo hábil para el fútbol desde antes de aterrizar en la cuna, para poder vendérselo muy pronto a un equipo de élite que lo críe y le pague por eso a sus progenitores y al respectivo empresario. O hacerlo tan brillante que le ahorre a la familia los once años de escolaridad básica y que pase directamente del jardín infantil a la universidad.

O producir un ser sin envidia, pero ambicioso (al menos de tener una fortuna como la de su padre, porque producirlo con CRISPR no va a ser un proceso barato, ni de fundas), buen negociante, pero amante de la naturaleza y los animales, chistoso, pero no baboso, poseedor de un ingenio sin límites, pero no pretencioso, creativo y lucrativo (es decir, rentable) pero políticamente correcto. En resumen, bello, rico, gracioso y encantador como los príncipes y las princesas de los cuentos de hadas, pero sencillo y humilde como los de las fábulas religiosas.
Quizás nos espera la paradoja de que cuando pueblen el planeta esos seres, nacidos lindos cual descendientes de Barbie y Ken, pero brillantes, astutos, sapientes y capaces, a la vez que gentiles, responsables y condescendientes, como si fueran un injerto entre la madre Teresa de Calcuta y el Papa (según vaticinó hace unos años una vidente) con un cerebro como el de Steve Jobs, la sencillez de Gandhi y un empaque como el de Schwarzenegger cuando joven, serán entonces unos horribles ejemplares deformes, nacidos de padres sin ninguna gracia, reprobados por el ICFES, plagados de bacterias y de vicios, quienes gobernarán en este mundo.

No desfallezcan, hay futuro.

1 comentários:

  • 22 de febrero de 2020, 12:43 p.m.
    Rudolf says:

    Fantasía con visos de avance genético y final fallido.la idea es que se lograrán cosas buenas pero el último Parra lo desinfla feo.don't like again...

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