14 de febrero de 2020

Póngase el casco o le casco

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Exprímase el bolsillo, no el cerebro. Y cúmplase.
Ante la aguda infestación de motos que agobia a la población, el diligente gobierno local ha expedido la normatividad necesaria para impedir que los ex motociclistas, renombrados ahora como moteros, terminen descabezados o cabecirrotos y decidió exigirles el uso de lo más novedoso del mercado: el casco salvavidas.

Se conoció que lo que hoy muchos moteros usan como casco se asemeja más a un gorro de baño con visera, gracias a lo cual andan desparramando sus sesos por ahí, manchando las calles y dejándolos regados por cualquier esquina. Sumado esto al hecho de que hay vendedores de motos que obsequian un kit de combate que incluye guantes, casco y porta-domicilios, que claramente no son los más indicados: el casco es de pasta, los guantes son de espuma y la maleta porta-cosas suele ser muy pequeña, pues solo caben un pan baguette y una gaseosa de dos litros.

De otra parte, hay algunos proveedores juiciosos en la elaboración de los productos que venden, pero otros son más bien pirañas, sedientas por la carne o, mejor, zombis, ya que solo consiguen que sea desflorado el cráneo de sus usuarios.

El nuevo dispositivo cumplirá con las regulaciones de Estados Unidos, Europa y Japón y con los estándares de la ACASCO (Asociación de Casquistas, Sometidos al Casco Obligatorio), la FEA (que es como la DEA, pero para los que se dan por la cabeza) y un ente nuevo, la autodenominada CTI (Corporación de Tecnovigilancia Interinstitucional), que no se sabe bien a qué se dedica, qué tiene que ver con el asunto ni de dónde sacó sus normas. Lo único que se estableció es que le pertenece a un honorable senador y que la nueva protección cascárea resulta más costosa que tener la moto misma.




La norma busca entonces proteger, por encima, las cabezas de los motociclistas, bastante fragmentadas por los altos índices de accidentalidad, pero también por debajo (como beneficio colateral) el bolsillo del senador, bastante necesitado de ser ensanchado (cual bolsillo de payaso), ya que tiene muchas bocas por alimentar.

Así que, gracias a la sapiencia oficial, en las tiendas especializadas se podrán encontrar ahora cinco modelos de cascos, a cuál más de caros, que difieren entre sí por la resistencia de los materiales de los que están hechos, los engalles, la marca, las etiquetas y la procedencia (entre más kilómetros haya viajado, más caro es).

Lo máximo del mercado, apto sólo para dueños del máximo cilindraje, es un casco con limpia brisas viseral, intercomunicador por bluetooth, luz de diodos desde el interior, sonido estéreo con dolby surround, pantalla espectral, cargador inalámbrico, cresta tipo Hermes que hace lo mismo que el spoiler, señales reflectantes de neón, cola aerodinámica de tipo ciclista toureño europeo y un sistema de aislamiento para evitar un derrame cerebral ante impactos fuertes. Provienen todos del hemisferio nórdico y están fabricados de una rara aleación de grafeno y vanadio, un matrimonio de dos componentes de alta alcurnia, excelsas propiedades, raro entendimiento y por lo mismo, de muy alto costo.




Dado que estos artículos son fabricados en serie para las grandes cabezas norteñas, los usuarios locales podrán ajustarlos al tamaño de sus cabezas reducidas con ingeniosos implantes artesanales de plástico burbuja, espuma y cartón, aprovechando así, sin costo adicional, los materiales del empaque, al igual que los superabsorbentes pañales desechables que, además de ajustarlos a su tamaño les prestarán un servicio colchonatorio preventivo y adhesivo curatorio en caso de choque.

No obstante, el ministerio respectivo, siempre preocupado por brindarles a los actores viales las normas que no solo eviten que estén matándose los unos a los otros, sino que aseguren que, ante todo, paguen antes de hacerlo, ya adelanta un proceso licitatorio para la construcción de un laboratorio de pruebas donde se corrobore que los cascos que se comercialicen en el país, cumplan efectivamente con los estándares internacionales y que no se vayan a pasar la norma por la faja, como se entiende coloquialmente.

Se crea el LFPC (Laboratorio Fáctico de Pruebas Cascales) que, financiado con una sobretasa a cargo de los compradores de los cascos y con el pago de la revisión casco-mecánica semestral, efectuará diversas pruebas como, por ejemplo, las de integración química, para determinar si las proporciones de grafeno y vanadio utilizadas coinciden de verdad con las ofrecidas por el fabricante (aunque quien definirá cómo diablos va a hacer eso será el oferente designado de antemano), la prueba de resistencia a los materiales, como ataque repentino y despiadado con varilla de media pulgada, choque contra bolardo o poste de cemento y resistencia al paso de llanta de vehículo por encima, situaciones todas ellas cotidianas y que, por supuesto, permiten determinar si el usuario del casco va a salir vivo o no del impase, para fines estadísticos de la secretaría de movilidad.

En el decreto se incluye la creación de centros de referencia en cada localidad, para la expedición de la tarjeta de aprobación casco-mecánica o HTML (por las siglas en inglés de Helmet Trading Mechanical License) diseminados por todo el país, controlados por los concejales del respectivo municipio y que deberán estar certificados por la CTI del senador, previo el cumplimiento de unos requisitos muy exigentes que se pueden resumir en el pago de cuotas moderadoras para la campaña de reelección.

Esta normatividad sin precedentes permite saber que los índices de accidentalidad serán reducidos a porcentajes mínimos históricos (como ya se ha hecho con los de pobreza) y, de nuevo, pone de relieve cómo el gobierno expide las leyes y los decretos que hacen de la nuestra una sociedad cada vez más segura, al tiempo que se logra que el bienestar y el peculio de quienes, trabajando 24/7, las expiden, sean superados día a día.

Está en preparación una nueva y casquivana norma para reglamentar los escudos salvavidas, que evitará que los peatones sean arrollados por las motos, las bicicletas y los autos. Ya se conocerán los dispositivos correspondientes y sus respectivos precios que habrá que respetar y acatar.


3 comentários to “Póngase el casco o le casco”

  • 15 de febrero de 2020, 5:03 a.m.
    Rudolf says:

    Despectiva y burlesca descripción de la situación de muchos motociclistas...que no me gusto.

  • 15 de febrero de 2020, 5:06 a.m.
    Unknown says:

    Simpático el cuento🤓👍

  • 29 de febrero de 2020, 9:31 a.m.

    Del mas auténtico y puro humor negro, aunque creo que si describe con este estilo de humor la situación (irreal por supuesto !!!?) de los actos y actores de la función publica legislativa y/o administrativa sesgada y ventajosa para si mismos.

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