No es lo que tienes sino lo que sientes
Obviamente,
mientras más grande sea el producto y más internos y más brutos sean los del país,
mejor ranqueado quedará este ante los ojos y las garras de los buitres
financieros que, para ese efecto, se autodenominan calificadores del riesgo.
Es algo así como
si una bandada de chulos discutiera previamente a cuál presa caerle en primer
lugar dependiendo de la calidad y cantidad de carnita que se le vea
(producción) y del grado de descomposición de la misma (corrupción), factor este
que, aunque no se muestra en la ecuación ni en los reportes, sí es definitivo
para lo de terminar la vuelta.
Ante lo tanático
de tal escenario, un rebelde gobernante de un paradisíaco reino decidió que, en
lugar de la cantidad producida, lo que se debe medir es el grado de
satisfacción y estableció la FIB (Felicidad Interna Bruta) como el indicador de
qué tan contentos andan los internos brutos con lo poco o mucho que logren
producir y consumir.
La diferencia
fundamental entre el PIB y la FIB radica en que el primero es un parámetro
cuantitativo mientras que la segunda es una valoración cualitativa obtenida por
medio de una encuesta de 150 preguntas que se le hace a cada habitante y quien
no la responde es un infeliz. Sobra decir que luego de la vigésima pregunta
todos los encuestados responden SI, estoy feliz de terminar esta encuesta.
Ya entrando al manido
tema ese de la gobernanza, la FIB se acerca más a conceptos como el del paraíso
terrenal perdido y al del eterno paraíso. En tierra, como lo promete la
democracia y en la otra vida, como lo promete la religión.
Si consideramos que, por un lado, el paraíso original era un lugar donde todo estaba a la mano, no había que trabajar (el trabajo lo hizo Dios como un castigo después), ni que vestirse (lo de la hoja de parra fue más un capricho relacionado con la moda) sino solo deambular por ahí disfrutando del paisaje, comiendo lo que se atravesara, fornicando como fuente básica de entretención (el paraíso era para eso), mejor dicho, de paseo, en vacaciones permanentes y que, por el otro lado, el eterno paraíso que se promete para premiar a quienes se porten bien es eso mismo, pero a posteriori, se concluye que la FIB viene a ser un indicador de qué tan cerca está cualquier país, de ese idílico lugar.
Y al aplicarlo a
la realidad de cada día de muchos, en la cual casi no hay trabajo, se come lo
que se atraviesa, se deambula por ahí disfrutando del paisaje y se fornica como
fuente única de entretención, hay que ubicar a este país en el top ranking de
la FIB, pues este es el país más feliz de la tierra, sus habitantes son más que
felices con lo que tienen y lo que son y solo les faltan su par de alas para no
caerse y su arpa, para no tocar solo órgano.
Y si, por el
otro lado, nos apegamos a la definición de PIB y no a la de FIB, de nuevo las
cifras van a mostrar que en este país se produce por encima del promedio
regional, se trabaja como burro, se deambula por las calles sin ningún orden y
por eso es el mejor ranqueado. Es decir, sus habitantes están hechos.
Mi amigo se deleita mezclando la realidad con la ficción,se puede tener un alto FIB, viviendo en un sitio con bajo PIB, pero si eres de apellido Maduro o Cabello....o eres un tuerto en país de ciegos
De nuevo lo original e ingenioso del escrito, sumerge en una realidad fantástica al estilo de Macondo y sus actividades y personajes.Me gusto !!!