3 de mayo de 2019

La famosis fimosis

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Ínfima infame efímera


La infame fimosis es una enfermedad penosa en la cual el pucio, el prepucio y el postpucio no recibieron las medidas debidas y por ello estrangulan al portador, impidiéndole realizar sus funciones con normalidad o, al menos, con mediana decencia. El resultado es una dolorosa dolencia que no solo lo lastima, sino que da lástima y esta produce un dolor de ego insoportable.

Es algo así como ponerse un pasamontañas de cuero y de una o dos tallas más pequeñas que la cabeza, produciendo un estrangulamiento que le impide realizar las funciones básicas mínimas como pararse y exhalar, por ejemplo.

Puede aparecer en los bebés y los niños por un error de cálculo atribuible a la genética o porque el cuerpecito engordó, pero el gorro no y a la larga (qué ironía) le quedó estrecho, por un error de engorde atribuible a la dietética. En los adultos se puede producir por la aparición de tumores o por errores atribuibles al uso, como la manuela mal aplicada, exceso de coitus interruptus o simplemente por el uso del cuerpo sin la debida higienización, lo cual puede conducir a infecciones, como en el caso de la lluvia dorada mal manejada.

Esta rara afección, que nos recuerda a Peter Rebads, afecta a uno de cada mil bebecitos y se cura sola, pero persiste en uno de cada cien mil glandecitos pequeños y aqueja a uno de cada doscientos mil glandes grandes, que no fueron bien tratados. Su manejo incluye continuos masajes durante un largo lapso con cremitas humectantes y lubricantes, lengüetazos persistentes, anillos de expansión, cánulas inflacionarias y, cuando no hay remisión, remoción quirúrgica de la prenda. 

Pero, así como existen el sistema simpático y el parasimpático, también existe la parafimosis, que no es la fimosis del para y que no es para nada simpática, sino peor que la fimosis. Se diferencia de ella en que no se trata de un pasa-montañas sino de un saco con cuello de tortuga que entró, pero se quedó atascado, apretando y con la calva al aire. El efecto es similar: presión y compresión sin compasión, que hacen que su víctima no se yerga como debe ser y que al menor intento le duela en extremo, en los extremos, en el medio y en los alrededores la erguida.

Como en el caso de la clasificación del DEFCON que quedó explicada en un artículo anterior, existen varios grados de fimosis según una escala anónima de uno a cinco, que equipara el dolor con la gravedad del asunto, siendo el 5 un dolor leve que se aguanta por el bien de la conservación de la especie y con la esperanza de que el placer supere al dolor, en tanto que el 1 es como sentir que se va a ser comido, pero por el propio cuerpo. Una especie de trampa para ratones, pero de cuero y donde el ratón quiere entrar, pero debe salir y no sabe qué le duele más. O como cuando el Dobermann, que ha sido criado desde cachorro, llevado cada día al parque a que corra y haga popó, un día muerde inmisericorde la mano que lo alimenta, sin tragársela y sin querer soltarla. 

A diferencia de otros males circunvecinos, la fimosis sí tiene una definitiva y liberadora cura: ¡Quítese el saco! ¡Mate al perro y al ratón! ¡Ande descamisado, pero feliz, sin ataduras! Ojalá todos los eventos de liberación se pudieran llevar a cabo como este, mediante una pequeña y rápida incisión con un bisturí, con la cual esas molestias terminan lanzadas a un precipucio, que es el lugar adonde se arrojan los excedentes de las circuncisiones.


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