3 de mayo de 2019

La Chava deschavetada

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No solo la letra con sangre entra

La belleza, la lozanía, la posición erecta y, en fin, todos los atributos de la juventud, han sido obsesiones de los seres humanos desde tiempos inmemoriales. De quienes los han tenido, para conservarlos y de los que no, para ver cómo se los rebuscan. Pero, el caso de la condesa Erzsébet Báthory sí es cuento aparte.

La cortesana y culta dama en cuestión, adinerada y muy hembra miembra de una noble familia, de la más fina de las castas de Transilvania, fue conocida como la “Condesa sangrienta” debido a su amor desmedido por los eritrocitos y la hemoglobina, los cuales obtenía, con el fin de restregárselos y tragárselos sin mesura, mordiendo, pinchando y destazando doncellas.

Todo empezó una vez que, traviesa como cualquier adolescente, la bella Isabel (en húngaro, Erzsébet) se burló de una anciana y ésta, indignada, le lanzó una aterradora maldición: “Algún día estarás vieja y arrugada como yo”. La niña, consternada, se obsesionó con obtener un remedio para tan malvado embrujo y se dedicó a consultar a todo aquel que le fuera referido por conocer las artes ocultas, ya fuera hechicera, pitonisa, bruja, alquimista, prestidigitador, quiromántico, vidente, adivino, rey mago y hasta pastor evangélico o, simplemente, concejal.

En alguna ocasión, un indio amazónico le aconsejó que se bañara con sangre de virgen si quería conservar por siempre su belleza y juventud. Y ahí fue donde la puerca torció el rabo. La condenada condesa esa se dedicó a la magia roja y empezó a llevar jóvenes criaturas inocentes a su castillo, donde habilitó sofisticadas áreas de tortura que ya envidiarían Grey y todas sus sombras.

Atraía a su banco de sangre a niñas de las poblaciones circundantes con la estúpida, inusual y casi nada convincente promesa de que muy rápido quedarían muy ricas, sin que tuvieran que hacer mayor cosa: solo dejarse aconsejar por quien ya tenía fortuna (como sucede hoy por ejemplo con lo del multinivel). Eso sí, había que portarse bien y hacer caso, las dos reglas de oro conocidas desde siempre como la clave de la felicidad.

El jueguito le resultó de lo más entretenido a la doña, quien ostenta hasta la fecha el récord de la mujer que más personas ha asesinado: 650 muñecas en su cuenta personal. Se sabe con exactitud la cifra porque su alteza llevaba un registro detallado de sus proezas: “...querido diario, anoche descuarticé a una joven gitana…”, “...como estaba haciendo mucho frío, calenté por todos lados a la aldeana, con carbones encendidos, antes de cogerla a mordiscos…”, “...hay que ver cómo nos divertimos viendo a esa rubia saltar y chillar, dentro de la esfera de cuchillas…” y muchos otros relatos de este corte.

Pero, según nos consta a todos, nunca ha habido un crimen perfecto, así que la condesa finalmente fue apresada pues, como consecuencia de su voracidad, las pueblerinas jóvenes empezaron a escasear y ella debió empezar a tomar las hijas de algunas familias nobles y eso sí, desde esas épocas, ya era de pésimo gusto y muy mal recibo, por lo cual no iba a ser permitido.

Durante el juicio se allanó a los cargos e incluso narró detalles inéditos de sus descortesías y rudezas, los cuales no había podido escribir porque a su cuaderno le habían aparecido unas manchas rojas. A todos sus criados y ayudantes les fue impuesta la pena capital, mediante mutilaciones con hierros candentes, decapitación y quema en la hoguera. Pero a ella, aunque sí la merecía, dada la gravedad de sus delitos y según los mandamientos cristianos y las leyes de la época, gracias a su noble condición se le conmutó esa pena y le fue otorgada su casa por cárcel. En ese entonces (al igual que ahora) no era bien visto que se escarmentara a la nobleza pues eso dizque incita a las revueltas (como se hizo evidente mucho después con la revolución francesa y con la rusa) y los nobles pueden terminar sacrificados de manera infausta e injusta.

Cuatro años después, durante su ronda vespertina, un guarda vio a la Chavita caída en el suelo bocabajo y creyó que dormía dulcemente, quizás añorando una de sus curiosas fiestas, con todo y vaca muerta incluida. En realidad, había muerto de tristeza y abandono por no poder continuar con sus inocentes celebraciones. O, según afirman otros, fue presa del aburrimiento.

Aunque la cantidad de víctimas y el grado de sevicia con que fueron torturadas y asesinadas no tenían parangón, sus actos fueron ignorados y hasta justificados. Lo que resultó inadmisible y punible fue que se hubiera metido con las hijas de los aristócratas y de todas maneras el tratamiento fue bastante laxo, gracias a su poderío y su fortuna. Quién lo creyera, tanto en esa época como en la actual, cinco siglos después, sigue ocurriendo.


1 comentários:

  • 23 de mayo de 2019, 11:38 a.m.
    Unknown says:

    Pobres niñas!!!

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