11 de abril de 2019

Hamaca Sutra

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Travesuras aborígenes




Un etnógrafo venezolano, casualmente de paso por Colombia, para darle paso a la errancia, la desocupancia, la vacancia o simplemente a la vagancia, se puso a la tarea de indagar sobre el uso, en diversos países del continente, de la hamaca como herramienta de placer y su relación con técnicas amatorias de mediano y lejano oriéntese. Finalmente, ha escrito un opúsculo con pretensiones similares a las del Kama Sutra, pero menos filosóficas y más cotidianas, donde describe, enumera y detalla ciertos usos que se le pueden llegar a dar a una hamaca, en materia sexual. Conocimos algunos de sus apartes y nos complace compartirles a nuestras barras bravas algunas impresiones, según las comentamos con el mencionado sabio y autor.

El primer punto es que nuestros aborígenes desarrollaron una interesante cantidad de opciones posicionales para enriquecer la tradicional hamaca y utilizaron una nomenclatura que, aunque no era oficial hasta ahora, sí es pan-americana, o sea, conocida y usada de forma cotidiana por muchas etnias de todo el continente y con todos los panes habidos. En ella los nombres no se inspiran en culturas de tierras lejanas, sino en la cosmogonía de nuestros ancestros. Aparecen entonces “el jaguar”, “el oso de anteojos”, “la chucha”, “el buitre”, “el conejo”, “el lagarto” y otros animales nativos que han servido de inspiración no solo para ésta sino para muchas otras cosas tan arraigadas en nuestra cultura.


Los nombres utilizados no se limitan a los de los animales que los indígenas respetaban y adoraban, sino también a los atributos físicos que los destacaban y a veces a la forma como podría interpretarse de manera artística la posición que puede adoptar una pareja enhamacada, como en el caso de “el río que riega las montañas” o la “enredadera de peluche”.

A veces el nombre de la posición se refiere a uno o a ambos protagonistas, por alguna característica, como en el caso de “el mono”, “el bagre”, “la tatacoa” o “el enorme sapo” y en otras a atributos o habilidades de alguno de los amantes, que dieron inicio a una fábula, como sucede con “el aullido del pájaro mañanero”, o “el ulular del viento al soplar el tronco”. 

Un importante descubrimiento es que la altura de la hamaca sobre el piso, la firmeza del agarre y las dimensiones mismas de la hamaca, siempre han sido parámetros que los aborígenes cuidan con gran esmero. Gracias a ello, no se sabe que nunca hayan resultado torcidos o deformes los padres ni los niños, debido a prácticas de riesgo. Para los blancos que pretendan emular estas habilidades, se les recomienda que dispongan algunas colchonetas debajo y que, por ningún motivo, la dejen colgada de una pared de drywall ni en un balcón de un octavo piso ni nada por el estilo.

Una notable innovación que el investigador pretende aportar a nuestra cultura, es la opción de darle movimiento a la hamaca, lo cual sumaría una gran cantidad de variaciones, imposibles de lograr con otra clase de mobiliario y muchas de las cuales son del tipo “no intente esto en casa”, “¿tiene vigente su seguro médico?”, “asegúrese que los chazos estén muy firmes” o “no corra riesgos: hágalo solo con una india experimentada”, como sucede con la marimonda que brinca de palo en palo”. 

A manera de ejemplo, les contamos sobre la posición “coño de madre”, de la cultura zenú. Las dotes de equilibristas, el desprecio por la vida y las ganas locas de innovar (que le acometen a cualquier pareja que lleve más de tres años juntos) son evidentes en quienes intentan esta osada posición, en la cual los dos protagonistas están de pie en la hamaca, balanceándose suavemente al tiempo que ella levanta una de sus extremidades para posarla en el cordón que sostiene la hamaca y él se contorsiona para poseerla por debajo. En algunas tribus se acostumbra incluir a un tercer actor (solo para darle más vida al movimiento de la hamaca), quien puede ser una abuelita (movimientos muy suaves y total discreción), la suegra (la agitación dependerá del grado de empatía con el yerno) o, en caso de querer algo muy extremo, una exnovia (se experimenta una tormenta total).


No nos extrañará que muy pronto veamos aparecer la Piscina Sutra, la Estera Sutra o la Roza Sutra, cuando algún otro desocupado, reprimido o valiente quiera aportarle su granito, de arena, a las artes amatorias.

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