21 de abril de 2019

Agua paso por aqui

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La belleza está en el interior


Que somos 70 % de agua y por eso debemos tomarnos 20 vasos de agua al día, es un cuento que nos echan sin cesar, por doquier y por boca de todos. Ya nos han amaestrado para repetirlo y hay quienes andan pegados todo el día a su botella de agua, común o ardiente.

Pero sí evitan insistir en que todo lo que hay en este planeta tiene agua: desde un fruto seco (qué paradoja) hasta una acuosa sandía. La cerveza es agua en un 96 % y hasta un banano, sin que lo parezca, tiene su agüita ahí metida y en gran proporción. Así que, con cada mordisco, sorbo o chupada de lo que sea, usted se está introduciendo su dosis de agua. Entonces, como decía la abuelita ¿Para qué echarle más sebo al candil?

Pues sucede que la sociedad actual pareciera tener como único propósito el consumo, incluso de lo que se creería impensable, hasta el punto de ponernos a pensar cómo ha logrado la vida perdurar en este planeta sin tal o cual novedad de la ciencia y la tecnología. Ahora resulta que usted necesita 20 vasos diarios, no de agua corriente, sino de agua micelar. Y los necesita YA.

Si señor(a), no se confunda. Usted, a pesar de andar con su botella de agua debajo del brazo, no ha bajado de peso y se ve cada vez más gordo(a), feo(a) y arrugado(a) simple y llanamente porque el agua que su cuerpo necesita, no es la común H2O. Es la micelar.

¿Qué es una micela? En términos reales, una micela es una forma como ciertas moléculas se agrupan para lograr algo que no pueden hacer cuando están solas: atender por las dos ventanillas. Cuando se revuelven se vuelven, no volubles, sino solubles en agua por un lado y por el otro, no. Y, al contrario, lo mismo, cogen las grasas por un lado y por el otro no. El ejemplo más común es el jabón, que está constituido por unas moléculas grasas que se juntan para atrapar la mugre, en una especie de aquelarre químico, mientras que por fuera parecen unas castas y puras niñas que se van adonde las lleve el agua.

El agua micelar es, por consiguiente, agua con macromoléculas (moléculas grandes) solubles en agua por un lado y en aceite por el otro. Jabón líquido, dijo el bobo del pueblo. Y, mientras se desarrolla el saborizante adecuado para que se la pueda beber, por ahora ¡úntesela! No sabe lo mucho que su cuerpo se lo agradecerá: casi tanto como el fabricante.

Ahora bien, cuando los genios de la cosmética, la alimentaria y la farmacéutica hagan que usted agregue a su dieta un jabón líquido con sabor a lima-limón para rejuvenecer, limpiar e hidratar los tejidos del cuerpo, desde adentro hacia afuera, ya no habrá cuento que no le puedan meter ni cosa que se niegue a tragar.


Aparecerá en toda la publicidad una bella modelo-actriz rubia con piel de melocotón, pero sin pelos, enseñando su ombligo y contando cómo, luego de cuatro cesáreas, a sus cincuenta y tantos, su cuerpo luce como antes de estrenarlo gracias a los 30 vasos (por supuesto, la cuenta subirá) de agua micelar con sabor a toronja que se empaca a diario. No faltará también quien recomiende que mientras se va tomando el agua se restriegue con un churrusco para aumentar el efecto residual del agua micelar y dejar reluciente toda esa tubería interna a la que casi no se le pone cuidado, pero que contiene la fuente de la eterna juventud.

Y, para potenciar el efecto y acelerar el proceso de limpieza y regeneración, además de tomarse sus 30 vasos diarios, use el exclusivo guante reparador para untarse en todo el cuerpo la versión sin sabor o, mejor aun, la variante con suave perfume incluido y así logrará resultados sorprendentes en menos de lo que canta un gallo, que, de seguro, le cantará.

Aún hay más: no es bueno solo para la cincuentona sino también para sus retoños (que ya se fueron del nido), para la mascota que los reemplazó y para María, la señora que le hace el aseo y que lava los baños con la versión micelar del detergente multiusos, el cual, al tiempo que remueve la mugre, embellece a la señora.

El único inconveniente que se espera en el futuro y cuyos enormes riesgos habrá que prever, es que doña María, mientras hace el oficio, se meta a escondidas sus traguitos de detergente micelar y termine limpiando el piso con uno de esos viejos productos tensoactivos que no sirven para nada más que para deteriorar sin remedio el medio ambiente.


1 comentários:

  • 21 de mayo de 2020, 6:51 p.m.

    Dificil de digerir!!! Sin embargo hasta ahora me desayuno con esa manera que funcionan los jabones. No hay como el jugo de tubo y una purgadita anual !!!

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