8 de marzo de 2019

Una oportunidad que no fue calva

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Una mala pasada del destino


Ella era joven, bien agraciada, hábil y, pues bueno, tenía sus dotes, así que decidió ofrecerse como vendedora para una compañía transnacional. Una vez que le revisaron su perfil y sus atributos, fue convocada a una entrevista con el gerente regional para Latinoamérica, quien estaría de visita por esos días en la ciudad. Por cuestiones de tiempo y logística, el ejecutivo la atendería durante media hora en el lobby del hotel cinco estrellas donde se hospedaba y allí fue citada.

Infortunadamente ese mismo día el hotel llevaba a cabo, por coincidencia, un proceso de selección para contratar mucamas.

Ella estaba realmente interesada en la opción de trabajo, así que llegó cinco minutos antes de la hora acordada. Cuando quiso ingresar al hotel, un corpulento señor, muy bien vestido, quien se encontraba parado en la puerta, la detuvo y le preguntó:
- ¿Hacia dónde se dirige, señorita?
- Vengo para una entrevista, dijo ella
- Siga por el pasillo, hasta la oficina del fondo – dijo amablemente el hombre. Allá la están esperando

En la habitación indicada, sentado detrás de un escritorio, estaba un hombre, que ella creyó que era el gerente a quien buscaba, aunque más bien parecía un botón bien arreglado. Él, muy amablemente, le pidió que cerrara la puerta, le ofreció una silla, le dijo su nombre y enseguida le preguntó:
- ¿Tiene usted experiencia en este tipo de trabajo?
- Sí señor, contestó ella rápidamente
- ¿Sufre usted de alguna incapacidad o tiene alguna dificultad que le impida empujar su carrito?
- Pues, ...nnnooo…, dijo ella, un tanto confundida. Cuando estaba dispuesta a aclarar que tenía un seguro para el caso de alguna varada, recibió la siguiente pregunta
- ¿Sabe tender camas?
-  Pues, …ssssiii…, respondió, muy sorprendida con la pregunta
- ¿Cómo le va aspirando y limpiando el polvo?, le interrogó él
- Pues, bien, señor. Hago eso en mi casa con frecuencia, dijo ella, un tanto indignada
- Muy bien, continuó el hombre, sin notar su azaramiento. ¿Le molesta usar su uniforme de forma permanente?
- Pues...no, no señor, no me molesta, contestó ella ya algo perturbada (en ese momento notó que el hombre vestía de forma muy similar a la del que estaba en la puerta del hotel)
- Voy a hacerle una serie de preguntas relacionadas con situaciones hipotéticas (resaltó hipotéticas con un gesto), pero no del todo ajenas a su trabajo. Por favor conteste con toda sinceridad. Acto seguido, desplegó una hoja de papel y empezó a leer:
- Usted entra a una habitación y encuentra a un hombre desnudo. ¿Qué hace?
- ¿Cómo así? ¿qué tiene eso que ver…?
El hombre la interrumpió bruscamente, recordándole que se trataba de casos hipotéticos y que las preguntas buscaban medir su capacidad de respuesta ante situaciones de alta tensión y le pidió que, por favor, contestara la pregunta
- Pues, me retiro de inmediato. Dijo la chica, un tanto asustada
- Imagínese que usted es abordada en un pasillo por alguien que le pide que le consiga sustancias psicotrópicas, al tiempo que le muestra un billete de cien dólares. ¿Qué hace en este caso?
Ella dudó en contestar, pero ante la mirada inquisidora del entrevistador, dijo tímidamente:
- Le respondo que yo no sé nada de eso y me voy
- Si llega a una habitación supuestamente desocupada y oye gemidos en el interior, ¿qué hace?
- Oiga señor, contestó la chica, esta vez en tono enérgico. Yo estoy postulándome para el cargo de ventas de la empresa tal y vine a una entrevista con el señor fulano…
El hombre, sorprendido, la interrumpió de nuevo, le explicó el tipo de entrevista y de cargo para los cuales él estaba allí, le ofreció sus disculpas y, a manera de desagravio le extendió una pequeña canastita con un frasquito con champú, una toallita para manos, un paquetito de pañuelos faciales y un jabón chiquito. Ella solo pudo salir corriendo hacia el lobby, mientras sollozaba agitadamente.

Otras tres chicas que esperaban su turno para ser entrevistadas, sentadas afuera del salón, observaron con terror cómo la primera candidata salía huyendo del lugar mientras lloraba y también se fueron de allí, despavoridas. El ejecutivo internacional, luego de unos minutos de espera, tomó un taxi hacia el aeropuerto. Las dos vacantes no pudieron ser cubiertas durante esa semana. Las cuatro señoritas, siguen todas desempleadas.

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