Una mala pasada del destino
Ella era joven, bien agraciada, hábil y,
pues bueno, tenía sus dotes, así que decidió ofrecerse como vendedora para una
compañía transnacional. Una vez que le revisaron su perfil y sus atributos, fue
convocada a una entrevista con el gerente regional para Latinoamérica, quien
estaría de visita por esos días en la ciudad. Por cuestiones de tiempo y
logística, el ejecutivo la atendería durante media hora en el lobby del hotel
cinco estrellas donde se hospedaba y allí fue citada.
Infortunadamente ese mismo día el hotel
llevaba a cabo, por coincidencia, un proceso de selección para contratar
mucamas.
Ella estaba realmente interesada en la opción de trabajo, así que llegó cinco minutos antes de la hora acordada. Cuando quiso ingresar al hotel, un corpulento señor, muy bien vestido, quien se encontraba parado en la puerta, la detuvo y le preguntó:
- ¿Hacia dónde se dirige,
señorita?
- Vengo para
una entrevista, dijo ella
- Siga por el
pasillo, hasta la oficina del fondo – dijo amablemente el hombre. Allá la están
esperando
En la habitación indicada,
sentado detrás de un escritorio, estaba un hombre, que ella creyó que era el
gerente a quien buscaba, aunque más bien parecía un botón bien arreglado. Él,
muy amablemente, le pidió que cerrara la puerta, le ofreció una silla, le dijo
su nombre y enseguida le preguntó:
- ¿Tiene usted experiencia
en este tipo de trabajo?
- Sí señor, contestó ella
rápidamente
- ¿Sufre usted de alguna
incapacidad o tiene alguna dificultad que le impida empujar su carrito?
- Pues, ...nnnooo…, dijo
ella, un tanto confundida. Cuando estaba dispuesta a aclarar que tenía un
seguro para el caso de alguna varada, recibió la siguiente pregunta
- ¿Sabe tender camas?
- Pues, …ssssiii…,
respondió, muy sorprendida con la pregunta
- ¿Cómo le va aspirando y
limpiando el polvo?, le interrogó él
- Pues, bien, señor.
Hago eso en mi casa con frecuencia, dijo ella, un tanto indignada
- Muy bien, continuó el
hombre, sin notar su azaramiento. ¿Le molesta usar su uniforme de forma
permanente?
- Pues...no, no señor, no
me molesta, contestó ella ya algo perturbada (en ese momento notó que el hombre
vestía de forma muy similar a la del que estaba en la puerta del hotel)
- Voy a hacerle una
serie de preguntas relacionadas con situaciones hipotéticas (resaltó
hipotéticas con un gesto), pero no del todo ajenas a su trabajo. Por favor
conteste con toda sinceridad. Acto seguido, desplegó una hoja de papel y empezó
a leer:
- Usted entra a una
habitación y encuentra a un hombre desnudo. ¿Qué hace?
- ¿Cómo así? ¿qué tiene
eso que ver…?
El hombre la interrumpió
bruscamente, recordándole que se trataba de casos hipotéticos y que las
preguntas buscaban medir su capacidad de respuesta ante situaciones de alta
tensión y le pidió que, por favor, contestara la pregunta
- Pues, me retiro de
inmediato. Dijo la chica, un tanto asustada
- Imagínese que usted es
abordada en un pasillo por alguien que le pide que le consiga sustancias
psicotrópicas, al tiempo que le muestra un billete de cien dólares. ¿Qué hace
en este caso?
Ella dudó en contestar, pero
ante la mirada inquisidora del entrevistador, dijo tímidamente:
- Le respondo que yo no sé
nada de eso y me voy
- Si llega a una
habitación supuestamente desocupada y oye gemidos en el interior, ¿qué hace?
- Oiga señor, contestó la
chica, esta vez en tono enérgico. Yo estoy postulándome para el cargo de ventas
de la empresa tal y vine a una entrevista con el señor fulano…
El hombre, sorprendido, la
interrumpió de nuevo, le explicó el tipo de entrevista y de cargo para los
cuales él estaba allí, le ofreció sus disculpas y, a manera de desagravio le
extendió una pequeña canastita con un frasquito con champú, una toallita para
manos, un paquetito de pañuelos faciales y un jabón chiquito. Ella solo pudo
salir corriendo hacia el lobby, mientras sollozaba agitadamente.
Otras tres chicas que esperaban su turno
para ser entrevistadas, sentadas afuera del salón, observaron con terror cómo
la primera candidata salía huyendo del lugar mientras lloraba y también se
fueron de allí, despavoridas. El ejecutivo internacional, luego de unos minutos
de espera, tomó un taxi hacia el aeropuerto. Las dos vacantes no pudieron ser
cubiertas durante esa semana. Las cuatro señoritas, siguen todas desempleadas.