El hito del señorito
Se ha vuelto viral en las redes y retroviral entre la comunidad LGBTI,
específicamente entre la G, un seminario de sanación para ellos, ofrecido por
un ex miembro de la comunidad del anillo y con el cual, gracias a su propia
experiencia, logra que quienes asistan abandonen la homosexualidad y regresen a
la vida hetero.
Pues bien, se sabe que mucha gente quiere salirse del closet, pero no
que nadie se interese en volver a él, pero este gurú promete que quien lo tome se
volteará de nuevo, mediante la regla del siete y la mano del señor, al gusto
por el sexo opuesto. Y lo garantiza, puesto que él lleva más de siete años sin
recaídas.
La campaña de posicionamiento, que ha sido muy bien orquestada en los
medios digitales, promete un retorno gradual, en solo siete pasos y de modo tal
que el alumno logrará, luego del primer mes el 50 % (atenderá por las dos
ventanillas), en dos meses el 75 % (no pasará de ligeros toqueteos casuales), en
tres meses hasta un 90 % (desviará la mirada frente a los de su mismo sexo y
solo tendrá relaciones con mujeres) y si continúa con juicio el tratamiento, se
garantiza que ni aún con tragos tendrá recaídas. Los testimonios de los
conversos exhibidos en la página web, aseguran que se puede llegar a una
reversión del 100 % y hasta a odiar a los de su mismo género.
Un periodista de un reconocido medio televisivo decidió hacer la
prueba encubierto, ya que una prueba que hizo descubierto ante los medios y
otros hombres le trajo varios sinsabores y afectó significativamente su imagen
y su rating. Aquí, lo que nos contó,
en exclusiva, de su experiencia en el seminario de inmersión completa.
Esperamos saciar la curiosidad de nuestros lectores:
Paso Uno
La primera semana fundamentalmente se trató de la palabra del señor,
pues el señor no paraba de hablar. Su exposición diaria (de aproximadamente dos
horas y media) culminaba siempre con un testimonial en el cual un converso
narraba el antes y el después con lujo de excitantes, traviesos y atrevidos
detalles. Esa era la parte rica de la jornada.
Luego se venía una sesión donde recibíamos (éramos como quince
prerredimidos) una lista de cosas con su respectiva instrucción sobre qué
comernos y qué no (por ejemplo, embutidos ni por las curvas) o qué hacer y qué
no, a dónde ir y a dónde no y todo lo relacionado con bares, centros nocturnos,
discotecas, alcohol, drogas y todo eso. Durante las noches, solo veíamos
dibujos animados. La verdad, con tanta restricción, era muy grande mi escepticismo.
Paso dos
A la semana siguiente la cosa se nos puso dura, tal vez por la
abstinencia, pues el pastor nos exigió que nos abstuviéramos de cualquier
contacto con nuestra pareja y entramos en una dinámica grupal en la cual todos
debíamos contar nuestras experiencias de vida: cuándo y cómo nos dimos cuenta
de que éramos gay y cómo vivimos nuestra realidad. Nos cambió los dibujitos por
fotos y videos y nos puso a mirar las últimas ediciones impresas de Playboy; nos
eliminó todo tipo de carne y nos prohibió los vicios de todo tipo. Yo ya estaba
un tanto molesto con el método
Paso tres
En toda la tercera semana solo vi al pastor. Al principio pensé que
mis compañeros habían desertado, pero luego me explicaron que esta era una fase
de aislamiento total, en la cual podía ser perturbadora la presencia de
cualquier otro miembro, así que todo me lo hacían personalizado. Cada día, escuchaba
durante dos horas los dramáticos relatos de nuestro guía, quien había vivido
más aventuras exóticas y perversiones que todo lo que yo hubiese escuchado en las
dos semanas previas. Durante este período pude entender a cabalidad al maestro,
sus motivaciones y el inmenso empeño que lo llevaba a poner toda su fe en el
método y, especialmente, en mí. Yo me sentí halagado, debo decirlo.
Paso cuatro
La cuarta semana resultó ser extenuante: nos dedicamos a recorrer
los estriptisiaderos más afamados y exóticos de la ciudad, siempre acompañados
por mi maestro y sus consejos para apreciar mejor los atributos de todos los
calibres que esas bellas mujeres exhibían y que nos dedicábamos a comentar
durante el resto de cada jornada. Al terminar, yo quedé agotado pero ninguna
chica logró moverme la aguja durante toda la semana. Mi mentor me confesó, un
tanto desilusionado, que yo era uno de los casos más difíciles y retadores que
había tenido que enfrentar, pero que su determinación era más fuerte que un dildo de acero. Esta referencia me turbó
un poco, pero agradecí su entusiasmo.
Paso cinco
La semana siguiente también la pasé aislado con mi sensei. Supe que, de mi grupo, yo era el
único que seguía en sesión personalizada, pues unos desertaron y otros sí avanzaron
gracias a los estriptisiaderos. El paso siguiente fue la oración, fuerte y
piadosa. Nos dedicamos a los retiros espirituales y allí, de rodillas, nos encomendamos
de cuerpo y espíritu, cada cual a su señor (el maestro siempre ha promulgado la
libertad de culto). A veces nos encontrábamos tomados de la mano, extasiados en
la contemplación y la espiritualidad. Esta etapa mística me conmovió mucho,
sobre todo al verlo de rodillas.
Paso seis
Durante esta semana asistimos a sesiones de psicoterapia con una
hermosa doctora, que luego me enteré que era la compañera permanente de mi gurú.
Allí, mediante técnicas de hipnosis y regresiones, psicoanálisis profundo y
terapias de choque, pude encontrar las raíces de mi sexualidad y, como dice mi
mentor, liberar los demonios que me acechan y los temores que me atormentan. Esto
abrió un nuevo mundo para mí.
Paso siete
Esta fue la etapa definitiva: mi guía espiritual, ahora mi ángel
guardián, no permitió que lo hicieran conversos añejos, como antes con los
demás, sino que él mismo, se me presentó desnudo en persona para enfrentarme a la
tentación, el pecado y la lujuria, a los cuales sucumbimos juntos. Ahora pusimos
un salón de belleza y le dejamos el negocio de reconversión a la terapeuta,
quien quiere expandírselo a otros miembros de la comunidad LGTBI.