27 de febrero de 2019

7 pasos para retornar al closet

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El hito del señorito


Se ha vuelto viral en las redes y retroviral entre la comunidad LGBTI, específicamente entre la G, un seminario de sanación para ellos, ofrecido por un ex miembro de la comunidad del anillo y con el cual, gracias a su propia experiencia, logra que quienes asistan abandonen la homosexualidad y regresen a la vida hetero.



Pues bien, se sabe que mucha gente quiere salirse del closet, pero no que nadie se interese en volver a él, pero este gurú promete que quien lo tome se volteará de nuevo, mediante la regla del siete y la mano del señor, al gusto por el sexo opuesto. Y lo garantiza, puesto que él lleva más de siete años sin recaídas.



La campaña de posicionamiento, que ha sido muy bien orquestada en los medios digitales, promete un retorno gradual, en solo siete pasos y de modo tal que el alumno logrará, luego del primer mes el 50 % (atenderá por las dos ventanillas), en dos meses el 75 % (no pasará de ligeros toqueteos casuales), en tres meses hasta un 90 % (desviará la mirada frente a los de su mismo sexo y solo tendrá relaciones con mujeres) y si continúa con juicio el tratamiento, se garantiza que ni aún con tragos tendrá recaídas. Los testimonios de los conversos exhibidos en la página web, aseguran que se puede llegar a una reversión del 100 % y hasta a odiar a los de su mismo género.



Un periodista de un reconocido medio televisivo decidió hacer la prueba encubierto, ya que una prueba que hizo descubierto ante los medios y otros hombres le trajo varios sinsabores y afectó significativamente su imagen y su rating. Aquí, lo que nos contó, en exclusiva, de su experiencia en el seminario de inmersión completa. Esperamos saciar la curiosidad de nuestros lectores:



Paso Uno

La primera semana fundamentalmente se trató de la palabra del señor, pues el señor no paraba de hablar. Su exposición diaria (de aproximadamente dos horas y media) culminaba siempre con un testimonial en el cual un converso narraba el antes y el después con lujo de excitantes, traviesos y atrevidos detalles. Esa era la parte rica de la jornada.



Luego se venía una sesión donde recibíamos (éramos como quince prerredimidos) una lista de cosas con su respectiva instrucción sobre qué comernos y qué no (por ejemplo, embutidos ni por las curvas) o qué hacer y qué no, a dónde ir y a dónde no y todo lo relacionado con bares, centros nocturnos, discotecas, alcohol, drogas y todo eso. Durante las noches, solo veíamos dibujos animados. La verdad, con tanta restricción, era muy grande mi escepticismo.



Paso dos

A la semana siguiente la cosa se nos puso dura, tal vez por la abstinencia, pues el pastor nos exigió que nos abstuviéramos de cualquier contacto con nuestra pareja y entramos en una dinámica grupal en la cual todos debíamos contar nuestras experiencias de vida: cuándo y cómo nos dimos cuenta de que éramos gay y cómo vivimos nuestra realidad. Nos cambió los dibujitos por fotos y videos y nos puso a mirar las últimas ediciones impresas de Playboy; nos eliminó todo tipo de carne y nos prohibió los vicios de todo tipo. Yo ya estaba un tanto molesto con el método



Paso tres

En toda la tercera semana solo vi al pastor. Al principio pensé que mis compañeros habían desertado, pero luego me explicaron que esta era una fase de aislamiento total, en la cual podía ser perturbadora la presencia de cualquier otro miembro, así que todo me lo hacían personalizado. Cada día, escuchaba durante dos horas los dramáticos relatos de nuestro guía, quien había vivido más aventuras exóticas y perversiones que todo lo que yo hubiese escuchado en las dos semanas previas. Durante este período pude entender a cabalidad al maestro, sus motivaciones y el inmenso empeño que lo llevaba a poner toda su fe en el método y, especialmente, en mí. Yo me sentí halagado, debo decirlo.



Paso cuatro

La cuarta semana resultó ser extenuante: nos dedicamos a recorrer los estriptisiaderos más afamados y exóticos de la ciudad, siempre acompañados por mi maestro y sus consejos para apreciar mejor los atributos de todos los calibres que esas bellas mujeres exhibían y que nos dedicábamos a comentar durante el resto de cada jornada. Al terminar, yo quedé agotado pero ninguna chica logró moverme la aguja durante toda la semana. Mi mentor me confesó, un tanto desilusionado, que yo era uno de los casos más difíciles y retadores que había tenido que enfrentar, pero que su determinación era más fuerte que un dildo de acero. Esta referencia me turbó un poco, pero agradecí su entusiasmo.



Paso cinco

La semana siguiente también la pasé aislado con mi sensei. Supe que, de mi grupo, yo era el único que seguía en sesión personalizada, pues unos desertaron y otros sí avanzaron gracias a los estriptisiaderos. El paso siguiente fue la oración, fuerte y piadosa. Nos dedicamos a los retiros espirituales y allí, de rodillas, nos encomendamos de cuerpo y espíritu, cada cual a su señor (el maestro siempre ha promulgado la libertad de culto). A veces nos encontrábamos tomados de la mano, extasiados en la contemplación y la espiritualidad. Esta etapa mística me conmovió mucho, sobre todo al verlo de rodillas.



Paso seis

Durante esta semana asistimos a sesiones de psicoterapia con una hermosa doctora, que luego me enteré que era la compañera permanente de mi gurú. Allí, mediante técnicas de hipnosis y regresiones, psicoanálisis profundo y terapias de choque, pude encontrar las raíces de mi sexualidad y, como dice mi mentor, liberar los demonios que me acechan y los temores que me atormentan. Esto abrió un nuevo mundo para mí.



Paso siete

Esta fue la etapa definitiva: mi guía espiritual, ahora mi ángel guardián, no permitió que lo hicieran conversos añejos, como antes con los demás, sino que él mismo, se me presentó desnudo en persona para enfrentarme a la tentación, el pecado y la lujuria, a los cuales sucumbimos juntos. Ahora pusimos un salón de belleza y le dejamos el negocio de reconversión a la terapeuta, quien quiere expandírselo a otros miembros de la comunidad LGTBI.




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