23 de septiembre de 2017

lo que no cogía Locomía

,
Haga de él un candelero. El suyo.


Hace tiempo ser homosexual era pecado. Los padres, los curas, los maestros, los mayores les enseñaban a los niños y jóvenes que el maligno los jalaría de las patas hasta el infierno si se les ocurría pasarse de confiancitas con sus semejantes que fueran similares. No se decía que, del mismo sexo, porque la palabra sexo no se utilizaba para nada en ese tipo de conversaciones. Ni en las de ningún tipo.

Después, años después, ser homosexual era delito. Los policías, bolillo en mano, perseguían a quienes querían ofrecer en la calle sus artes amatorias a otros congéneres del mismo sexo y quienes sentían ese tipo de inclinaciones se escondían para no ser estigmatizados, perseguidos o encarcelados.

Posteriormente estas conductas pasaron a ser solo “de mal gusto” porque ahora los movimientos de los homosexuales (qué ironía) hicieron que ese tipo de tendencias fueran aceptadas en algunos círculos (otra ironía) y se crearon comunidades (que no fueron llamadas “del anillo” sino hasta hace poco). Se empezó a aceptar que no era “anormal” que el niño utilizara los tacones y los maquillajes de su mami ni que la niña le diera patadas a su hermanito. Era el surgimiento del “libre desarrollo de la personalidad” y el respeto por los derechos inalienables de cada quien a hacer lo que le diera la gana. O las ganas. Pero, de todos modos, era mal visto que personas del mismo sexo se besuquearan o se contonearan en público.

Después, la fuerza de los hechos hizo que ante la relevancia que los homosexuales ganaron en las artes, los deportes, las ciencias, la ingeniería, etc., el tema no tuviera mayor importancia, pues la sociedad entendió que el valor estaba en lo intelectual, en lo que significa la persona como tal y su aporte a la humanidad, sin que fuera válido clasificar o señalar a una persona por sus preferencias en la cama.

Entonces, los homosexuales “salieron del closet”. De algún modo se entendió que cada quien se acuesta con quien o quienes quiera y hace en el lecho lo que acepte o le guste o le parezca mejor. Y que eso no tiene nada que ver con su expresión como ser humano. Y se aceptó esa tendencia como algo normal y sin misterios. Al fin y al cabo, esas prácticas se han producido en la humanidad desde hace milenios. Lo relevante es que la civilización de hoy, al igual que las de los griegos y romanos, lo aceptó y no le puso misterio. Dejó de ser pecado y de ser delito y de ser mal visto.

Después se empezó a volver costumbre. En todos los sitios y circunstancias se encontraban personas que “admitían” que utilizaban esas prácticas sexuales. Luego otras personas se enorgullecían de que esas constituían sus preferencias. Y se hizo moda que muchos las expresaran en público. Y llegaron los medios para hacer de estos chismes sus noticias preferidas.

El asunto es que luego la fuerza de la costumbre llevó a que muchas personas le dijeran a las demás que había que ser al menos bisexual, que no era posible tener preferencia solo por las personas del otro sexo, diferente al de uno, pues eso era totalmente anticuado y salido de todo tono.
Ahora es mal visto que uno no haya tenido “al menos una experiencia”. Si no le ha echado muela a un análogo o una sintética, es una seña de falta de actualidad, de obsolescencia: no ha probado y entonces no puede afirmar a ciencia cierta si es que no le gusta.

La “presión de los círculos sociales” que ahora está signada por “la tolerancia y la inclusión”, está llevando a que dentro de poco sea obligatorio experimentar. Como en ciertas iglesias, el creyente debe convertir a los impíos a la nueva fe.

Y esa curva evolutiva nos llevará a que sea obligatorio ser homosexual. O al menos, bisexual. Y a que deba haber un 20 % de exponentes LGBTI en las fuerzas militares, en las listas para las elecciones, en las directivas de las empresas, en las selecciones deportivas del país y así sucesivamente.

Por supuesto que cada quien está en todo su derecho de elegir lo que le parezca. Si alguien es macho o hembra u homosexual, eso no es relevante: lo que le guste a este respecto no tendría por qué influir sobre otros temas. No lo hace mejor o peor que otro. Da Vinci, Frida Kahlo o Alejandro Magno importan por lo que le han aportado a la humanidad. No por sus preferencias en el lecho ni en el hecho. No es lo que pretenden ahora vendernos, que la importancia de una persona se relaciona con sus preferencias sexuales.

Retomando lo de atrás. Que no nos toque vivir una época en la cual sea obligatorio ser homosexual para poder obtener una licencia de conducción o un título universitario. Ni para ser aceptado en un puesto de trabajo. No podemos llegar a que haya una silla para minusválidos, otra para homosexuales, otra para negros, otra para los de grupo O negativo, otra para las adoradoras del divino miembro y así sucesivamente, porque no habrá donde sentarse.

0 comentários to “lo que no cogía Locomía”

Publicar un comentario

Si quiere comentar este artículo escribalo en la casilla siguiente. Para que le podamos contestar, por favor incluya su nombre seleccionando comentar como y nombre/url. Seleccione luego publicar.

 

Pídase la otra Copyright © 2011 -- Template created by O Pregador -- Powered by Blogger Templates