Y tuvo a bien el creador dar origen a un hombre y a una mujer y
hacerlos a su imagen y semejanza. Y el creador sintió que hacía bien. Pero ya
nos dimos cuenta de que no: aquí estamos, como estamos, donde estamos.
Isaías 34.14(1)
את־איים
ושעיר על־רעהו יקרא אך־שם הרגיעה לילית ומצאה לה מנוח
«Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un
sátiro llamará al otro;
También allí reposará Lilith y en él encontrará descanso»
Están de moda las
precuelas o comienzos de la historia (historias que narran los acontecimientos
ocurridos antes de los presentes), es decir, los orígenes del caos o del
superhéroe o de cómo el villano se volvió malandro o, en fin, el inicio del
despelote o de la tragedia. Cualquiera que ésta sea, con la precuela es con lo que se pretende
explicar algunos hechos de la historia principal, remontándose al pasado o a la
fuente de ciertos detalles, que son a su vez una nueva historia. Esta es una manera recursiva de ligar al consumidor a un producto
exitoso.
Como están de
moda las precuelas, repetimos, hoy queremos traerles la historia de Lilith, la
primera mujer de Adán, precuela de la famosa y bien conocida historia que se
nos pinta en el libro bíblico del génesis sobre el paraíso, la serpiente, la
manzana y el castigo divino (suena paradójico y muy masoquista que un
castigo pueda ser divino) y de todos los infortunados acontecimientos que nos condenaron a
trabajar y a sufrir en este mundo, cuando deberíamos estar vegetando
plácidamente en un inigualable Edén y probablemente no hubiéramos abierto el
agujero de ozono, no estaríamos aspirando a volver al polvo del cual salimos o
saturándonos con vapores de monóxido y no habríamos prácticamente exterminado al cegatón oso de anteojos.
Cuando Dios
decidió crear al hombre amontonando un poco de barro ya sabía que este animal,
como todos los que habían sido creados hasta entonces, requería de una
contraparte, complemento, pareja o media naranja, porque de no hacerlo, por más
empeño que pusiese en dotarlo de múltiples cualidades y del don inigualable del
pensamiento, iba a hacer infeliz al pobre infeliz.
Génesis 1:27
"Creó, pues, Dios al hombre a
imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó"
Pero el mismísimo
creador, fuente de toda sabiduría y perfección, también cometió un error y fue
darle primero vida a la primera mujer soplando el primer montón de barro que
hizo: la desconocida Lilith. Fue un error. Tal vez el primer caso de ensayo y
error, porque cuando Dios se dispuso a preparar el segundo montón de barro para
soplarlo, gracias a su sexto sentido innato, la recién creada Lilith llegó a
opinar sobre los atributos que ella deseaba, las características físicas más
sobresalientes que esperaba y aunque la susodicha dama estaba recién aterrizada
en el lugar, ya había podido percibir lo que era necesario pedir para lograr
que le trajeran al parejo ideal.
En realidad lo
que Lilith hizo fue echar un vistazo rápido a los alrededores y observar los
atributos más preponderantes de las especies lugareñas cercanas: la melena
frondosa del león (quiero que sea peludo, se dijo para sí), la talla increíble
del oso pardo (que sea alto), la recia musculatura del rinoceronte (que sea
fuerte y musculoso también. No sabemos si a estas alturas se le ocurrió algo
sobre el cuerno del animal), la agilidad de la liebre (que sea veloz), la
constancia del buey (que sea persistente e incansable), en fin, de cada ser
vivo que observaba tomaba algún elemento que le atraía: la resistencia sexual
del cerdo o los atributos del burro, la mirada fija del halcón, los brazos del
gorila, la lengua del sapo, el colorido del tigre pintado, la suavidad del
canario, la habilidad conversadora del loro, la galantería del pavo real, la
fidelidad del perro, la altivez del caballo y hasta lo gracioso del mono.
Cuando se acercó
al creador con su lista de peticiones o, digamos, amables sugerencias,
desorganizó el plan que él tenía preconcebido y empezó a generar ese mal ambiente que
se produce cuando al jefe no le gustan los reparos que el subalterno hace sobre
lo que él, en su magnificencia, ha parido como una idea brillante y que este
pobre infeliz viene ahora a controvertir. Así que ahí empezó la puerca a torcer
el rabo, para usar una expresión coloquial. Las cosas se complicaron aún más
cuando a Lilith se le informó que el hombre en curso, digamos en proceso de
horneado o específicamente,
presoplado, para ser más exactos, iba a ser su marido
y ella le debía a él obediencia y sumisión, que era lo que se estilaba por
aquella época.
Esta noticia le cayó a Lilith como una patada
en mala parte o en noble parte y generó en ellas (en Lilith y en la noble parte
también) una reacción de rechazo inmediato al nuevo
ser y de rebote, a su
progenitor. Presurosa, se presentó ante el creador
manifestando estar dispuesta a hacer concesiones en sus pretensiones e incluso
a renunciar a muchas de ellas (a las
pretensiones, no a las partes): no importa si es calvo, vago, bajito, poco
agraciado, descortés, escuálido, lampiño, poco divertido, perezoso, olvidadizo,
nada detallista, incumplido, desordenado, desmemoriado, para nada galante; no importa si
no quiere a la suegra o no recuerda la fecha de nuestro aniversario; no importa si pasa al tablero sólo de
vez en cuando o si prefiere presentar examen oral; no importa si moja la taza,
deja la loza sin lavar o deja la ropa tirada en cualquier parte. Todo sería
negociable con tal de no depender de él ni rendirle
cuentas, más aún considerando que ella había llegado primero, lo cual le daba
cierto derecho adquirido.
¡Esta india igualada, altanera, patirrajada(2), aparecida,
recién soplada, que se estará creyendo!, debió haber pensado el creador al ver
la postura altanera y desafiante de Lilith. No había acabado de ponerla ahí y
ya se creía dueña del lugar, ¡que atrevimiento!
Esta situación generó
bastantes molestias en la organización y un mal ambiente con el jefe, hasta el
punto que Gabriel, que por aquel entonces fungía como celador, fue comisionado
para informarle a la dama que a partir de la fecha estaba cesante, que hiciera
el favor de desocupar el lugar y salir de las instalaciones, eso sí, no sin
antes entregar la dotación, específicamente la hoja de parra, que él mismo procedió a retirar. A estas
alturas Lilith estaba ya tan indispuesta y en tal grado de rebeldía que salió
sin despedirse, iracunda, echando maldiciones a los cuatro vientos y sin
indemnización ni preaviso. Este fue el primer caso de desacato que se conoce, el primer
despido sin justa causa y la primera manifestación, muy temprana, de feminismo,
de que se tenga noticia. También podría considerarse el primer strip tease, teniendo en cuenta que la hojita era lo único que la cubría.
Dios por
supuesto, no se iba a quedar así: desterró a la infeliz, quien a la postre se
convirtió en un demonio, cuyo principal rol social fue deshacer los
matrimonios, según la tradición de muchas culturas antiguas y la práctica en muchas modernas, dicho sea de paso. Adán fue entonces sumido en el sueño para que
no opinara y cuando despertó ya tenía a su lado a Eva, salida de una de sus
costillas, obediente, sumisa y amorosa, según parecía, pero para desgracia nuestra, resultó morronga(3)
y ya
sabemos con las que nos terminó saliendo: echándonos
encima las culebras, subiéndose al palo prohibido, comiéndose lo que no debía y
poniéndonos a trabajar como bestias para pagar sus embarradas. Nos hubiera ido
mejor con la otra y seríamos más bonitos, más altos, más fuertes, unos sementales insaciables y además, muy
galanes.
Si es cierto que
llevamos en este planeta cerca de 195.000 años, al menos como Homo Sapiens, solo desde hace algunos cuantos años hemos visto renacer a Lilith; es decir, todo este tiempo nos tomó aceptar y
corregir, al menos en buena medida, el error del primer ensayo. Pero, no tendremos ese mismo tiempo para regresar al paraíso, lamentablemente. Nuestro
reloj nos indica que mucho antes habremos acabado con lo que nos queda
habitable en esta esfera, que
sin el osito panda, los pingüinos, el colibrí, la ceiba o el verde prado
acariciado por las cristalinas aguas de algún río, ya será de por sí un
descolorido paraje, muy distante del perdido Edén.
Lilith nos seguirá llamando desde un andén o una ventana entreabierta, a
través de un escote o una transparencia, una tarde cualquiera, para acceder a
sus dulces mieles siempre deseadas, mientras que Eva nos seguirá sumergiendo en
las oscuras cavernas de la serpiente para sufrir la condena del pecado nunca
cometido y siempre castigado.
1. Otra vez Isaías, ¡que vaina!
2. Patirrajada = Patinchada, Iguaza, Pobre con ínfulas o la secretaria que
se cree jefe.
3. Morronga = mosquita muerta, mojigata. Que se ve débil e inocente, como
si no fuera capaz de romper un plato y termina destrozando toda la vajilla.
Parece una tierna gatita y, de repente, saca las uñas de pantera.