La Asociación Nacional de Procrastinación (NPI por sus siglas en inglés) es una entidad sin ánimo de nada, fundada hace algún tiempo con propósitos aún no definidos y que luchará por promover una acción popular que reivindique los derechos de sus asociados por medio de actividades contundentes como divulgación en medios masivos, campañas de concientización en redes sociales y lobby en el senado para promover una ley en favor de esa minoría. Tales actividades aún están por verse.
Lo que sí se vio y tiene a este gremio en la mira y en boca de todos es que han recibido de una superintendencia la personería que estaban planeando solicitar desde hace bastante tiempo, la cual les ha permitido recibir un contrato de asesoría en cuantía indeterminada para "diseñar y llevar a cabo las recomendaciones necesarias para el cabal cumplimiento del plan decenal de desarrollo del gobierno".
Muchos se preguntan si este es el órgano adecuado para esta labor, toda vez que la efectividad de sus acciones ha sido cuestionada en múltiples escenarios, sin que ninguna autoridad haya podido determinar si las han terminado o no.
La voz más altisonante proviene, curiosamente, del interventor del contrato, quien abiertamente se ha opuesto a esta contratación, aduciendo que no se tuvieron en cuenta sus objeciones previas, principalmente las relacionadas con que la NPI no tiene ninguna posible idea de lo que están ofreciendo, de lo que tienen que hacer y de cuándo y dónde lo van a hacer. El ministerio ha defendido su contratación explicando que precisamente esa es la esencia de toda consultoría y que el estudio simplemente pretende cumplir un requisito que exige la ley, a la cual se apega, de manera romántica, como abeja al panal.
La memelogía popular se ha despachado sin piedad contra la asociación en cuestión, calificando a los procrastinadores con epítetos muy desobligantes, que van desde parásitos intelectuales hasta inútiles especializados, por mencionar sólo los que se pueden transcribir sin ensuciar este texto.
Los académicos, en cambio, han encontrado que todos los seres humanos caen, en algún momento, en la categoría del procrastinador y elogian a esos erectos miembros de la asociación, quienes han tenido el coraje de aceptarlo y asumirlo como una condición. Explican que la procrastinación, definida como miedo volitivo a realizar una tarea, se deriva de la falta de atención en un objetivo concreto y, como lo expresa la NPI en su proyecto de estatutos, aún en revisión, desmitifica la difundida creencia de personas que se definen como multitasking, es decir, que pueden hacer varias cosas al mismo tiempo, pues los estudios han comprobado que difícilmente una persona puede concentrarse en una labor durante más de media hora continua y mucho menos hacerlo en varias tareas a la vez, así sea durante un breve lapso.
Las declaraciones del interventor, que generaron múltiples dudas y preocupaciones sobre el desarrollo de la tarea contratada, ya han quedado en el olvido y ahora la atención del público se centra en la respuesta que dio el presidente(e) de la asociación a los medios, cuando fue interrogado sobre la fecha planeada para dar inicio a sus labores, pues sin tapujos respondió: NPI
NPI