3 de abril de 2020

Valkiria

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Lo que todo guerrero debe saber

¿Quién se va a comer el cuento de que lo mejor de ir a la guerra es que lo maten a uno? Pues, si lo que se plantea es que hay que correr de primero, sin miedo a la muerte ya que el triunfo lo van a lograr tan solo los más arriesgados, los más valientes, los que llegan antes al frente de batalla, los avezados que guían a los pusilánimes para enfrentar al enemigo, así ya suena más creíble ¿no?

Bueno, el asunto se puede aderezar con algo bien atractivo como, digamos, que al momento de exhalar su último suspiro, usted no morirá, sino que vendrá una mona ojiclara o una sensual pelirroja, muy bien armada pero vestida solo con una batola y sandalias, todo muy minimalista, a darle un soberano beso de felicitación y bienvenida y a continuación se lo llevará a un espléndido resort, de esos “todo incluido”, donde será atendido por doncellas encantadoras, dedicadas exclusivamente a cuidar de usted en un spa de lujo, con baños perfumados, masajes, viandas y bebidas sin límite de consumo. Y, esas delicias están reservadas sólo para los elegidos. ¿Quiere ser usted uno de ellos?

Pero nada es gratis en esta vida: para ser un elegido, hay que ser abnegado, siempre fuerte, nunca débil; obediente de todo lo que diga el jefe; orgulloso y altanero frente al enemigo, pero humilde ante su jefe; creativo, pero solo para desarrollar los planes del jefe; líder, pero sin llevarle la contraria al jefe, ya que su único papel en la vida es defender al jefe de todo y de todos, protegerlo a él, sus bienes y su honra y deshacerse como sea necesario de sus enemigos de él.

Y a la hora de las dificultades, de las largas caminatas, de los ayunos, de las necesidades, las carencias, nada de ponerse rebelde, ni hacer malos comentarios, ni mala jeta, nada de refunfuñar; tiene que andar siempre sonriente y positivo. Además, ¡ojo! nada de ir a arrugarse ante el primer contratiempo o dejar de hacer caso. Ni se le ocurra.

Ahora, que si necesita más recursos de los que puede darle el jefe, pues ahí es cuando usted puede convertir una amenaza en una oportunidad y demostrar toda su valía, gracias a la autogestión: ¿Necesita un caballo? Esta es su oportunidad de oro: Planee cómo emboscar al enemigo y apodérese de sus bestias. ¿Necesita armas, casco, escudo? Es ahí donde se forjan los capitanes: Realice una operación tipo comando, para conseguir lo suyo y dejar al enemigo sin pertrechos. Dos pájaros de un solo tiro. ¿Quiere comer? Lleve a cabo una operación cívico militar para involucrar a los pobladores en su causa y de paso, no solo come usted sino que hace propaganda de la maravilla que es el jefe. ¿Sí ve la diferencia entre ser acogido por su jefe y ser un mantenido?

Así, cada día con cada pequeña acción de guerra, de defensa de las ideas del jefe, de beneficiar con sus costumbres a los demás miserables que no han conocido la luz, usted irá haciendo, tanto su propio terreno como los puntos necesarios para que se acerque esa fecha soñada, cuando aparecerá la poderosa doncella a llevarlo a la felicidad eterna que sus logros de guerra le habrán llevado a merecer. Entonces, usted recibirá la recompensa absoluta por sus esfuerzos y sacrificios. Llegarán la fama, la gloria, el eterno disfrute de los goces paradisíacos de haber alcanzado la cumbre, junto con los más fuertes y poderosos, los más más. Habrá ingresado al Winner circle.
Pues, por increíble que parezca, así era como los sacerdotes (quién si no) animaban a los guerreros vikingos a matar y hacerse matar y a explorar el mundo, a llenar de gloria y sobre todo, de riquezas, a su rey; a sojuzgar a los pueblos infieles y contrarios a su dios y a levantar los estandartes de la victoria donde quiera que fueran a dar.

A cada esforzado y abnegado vikingo que se había comido el cuento, lo movía la esperanza de ver aparecer a la valkiria que le enviaría su dios Odín, montada en su alado corcel indómito a llevárselo para el Walhalla, dejando a su paso una estela de luz resplandeciente (que hoy se conoce como aurora boreal), para dedicarse por toda la eternidad, entre una y otra pelea con los enemigos, a comer jabalí y beber hidromiel, sin límite de consumo, todos los días y siguiendo su plan de preparación física, atlética y mental para acompañar al dios supremo en la gran Batalla final.

El guerrero vikingo entonces, tenía que demostrar que conocía y practicaba todos los valores corporativos: fuerza, valor, orgullo, codicia, desprecio por la vida y por la muerte, odio al enemigo, espíritu guerrero, resistencia, sentido de pertenencia, resiliencia, liderazgo, conocimiento de la táctica y la estrategia, conocimiento del enemigo y del campo de batalla, destreza en el manejo de las armas, inteligencia, agilidad mental, habilidad para trabajar en equipo, planeación estratégica, capacidad para trabajar bajo presión, capacidad de logro, lealtad, amor por la camiseta, DOFA, SCRUM, PHVA, 5W2H.…. En fin… que estaba en capacidad de darlo todo, hasta la vida misma por su tribu, su jefe y su dios para lograr la felicidad de tener su sueño cumplido.

Es increíble cómo los tiempos cambian, pero las leyendas siguen siendo las mismas y todos se las siguen creyendo.

1 comentários:

  • 4 de abril de 2020, 6:49 a.m.
    Rudolf says:

    Mezcla de ficción y tradiciones nórdicas. se les reconoce el esfuerzo por inventar algo todas las semanas,aún me falta algo...

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