2 de junio de 2018

Rússkoyi solómi

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Si no puede ir al mundial, al menos disfrute alguna costumbre rusa


Ya comienza en Rusia el mundial de fútbol. Así que, a los participantes y visitantes extranjeros e incluso a los televidentes les interesarán, además de la lengua, otros temas de la cultura de ese país, tanto para estar allá y hablar paja (moloty chepujú, para irnos ambientando), como para tener tema en el bar cuando discutan un partido. De ahí que nos parezca que es un aporte interesante registrar algunas precisiones sobre la paja rusa (Rússkoyi solómi):

Las casas de campo rusas, llamadas dachas, están construidas en madera y con techo de paja (Solómennaia krisha). Durante el invierno la nieve suele socavar el techo y ciertas partes se hunden un poco. En el verano, se calienta la paja y forma unos montículos. Si no se ha tenido la precaución de reparar lo que el invierno alteró, se obtiene una curiosa formación que le recordaba al escritor ruso Antón Chejov algunas prácticas sexuales a las que él era adicto. Así se inspiró para inmortalizar la paja rusa.

De otra parte, Igor Petrovsky, quien además de ser aficionado a Chejov era bailarín del Bolshoi, le tomó el gusto no solo al vodka sino a la práctica sexual que era evocada por el techo de las dachas y, durante un ensayo de la famosa pieza Kalinka, con una de sus compañeras del ballet, ideó un paso de baile muy interesante, en el cual ella se arrodillaba frente a Igor y le daba firmeza y estabilidad a su centro de gravedad, mientras él, con los brazos cruzados, agitaba frenéticamente los pies hacia arriba y hacia abajo. Hay quienes afirman que fue esa variante cosaca la que resultó dándole el nombre a la práctica que nos ocupa, la Rússkoyi solómi.

Una versión menos artística, habla de un diario encontrado en una trinchera del frente ruso en la primera guerra mundial y en el cual un soldado, quizás avizorando su muerte próxima, escribió con nostalgia cómo tristemente añoraba y soñaba con Katyusha, su amada, quien lo estaría esperando en su lejana dacha, al calor de la hoguera y de su techo de paja rusa.

En nuestro medio unos rusos, hablando paja al calor de unas polas, durante el tercer tiempo de su acostumbrado partido de fútbol sabatino, comentaban haber visto al ingeniero residente en una extraña pose con la arquitecta, mientras uno de ellos le resanaba una pared a la obra.

Al día de hoy no tenemos claro si el nombre que se da a una celebrada práctica del Kama Sutra se debió a su popularización entre el gremio constructor, a la versión difundida por Igor, a las letras fantásticas del soldado o a las de Chejov o a que algún desocupado estaba mirando una dacha y se le vino ese nombre.

Lo que si está bien definido es que para que esta práctica sea efectiva se requieren, como condiciones indispensables, una talla 34 B, como mínimo, una pose adecuada, una rusa (al menos de corazón) y unos buenos tragos de vodka encima.

De cualquier manera y, de cara al evento futbolístico que se avecina, es bueno conocer esta expresión, que puede llegar a ser necesaria cuando algún jugador o un simple aficionado quieran convencer de algo a alguna rusa, a punta de paja.

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