23 de febrero de 2018

Recurso de casación

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Si una pelación le condujo a la casación, no espere mucho de la apelación.

El recurso de casación es el último recurso. Se utiliza en aquellos casos cuando no ha habido el debido proceso (no se utilizaron las herramientas adecuadas), se han violado los procedimientos (los resultados no fueron los correctos), ha habido una mala interpretación o se ha aplicado una ley de manera incorrecta, repetidas veces, en la primera instancia y en las siguientes.

Aunque para algunos este recurso es extraordinario, se emplea como recurso desesperado para no dejar escapar a alguien. Con frecuencia se utilizan artificios, como las promesas de conceder una vida placentera o como el de involucrar infantes en gestación y hasta las amenazas de suicidio, siempre con el propósito de imponerse a la contraparte.

En muchos casos, lo que pretende la casación es anular una sentencia, del tipo de “a esa la dejó el tren”, “mejor vestir santos que desvestir borrachos”, “nadie le va a empujar la silla de ruedas”, “son un mal necesario”, “el paraíso solo, es un infierno”, “mejor separada que solterona” y tantas otras, que solo buscan que él o ella abandonen su régimen de libertad, rumba, desorden, en fin, de todo eso que corresponde al inefable estado de soltería (pero que los envidiosos califican de vida licenciosa y libertinaje), para que por fin sienten cabeza, formen un hogar, organicen su vida y “se ajuicien”.

Cuando no se ha seguido el debido proceso, lo que sigue son resultados indebidos (embarazo no deseado, el más común) y entonces, para asegurar la aplicación correcta y oportuna de este recurso, interviene una instancia superior. Digamos, un papá traqueto, un cuñado con cuerpo de boxeador de peso completo o de campeón de lucha libre, una mamá “con excelentes conexiones, mija” o, simplemente, un familiar con vínculos en la policía.

Y acá ya no hay vuelta de hoja, ya que eso de la legendaria pregunta “¿hay alguien que se oponga a que esta unión se realice?” es fruto de la fantasía y solo ocurre en las telenovelas.

Si alguien quisiera acudir al recurso de apelación, debe fijarse, no solo en que la apelación solo puede interponerse de manera posterior y resulta mucho, mucho más costosa, sino en que mientras que en una casación hay un montón de gente y todo el mundo está alegre, resignado o ebrio, en la apelación las partes suelen estar solas, molestas, iracundas o cuando menos, desilusionadas y si hay prole de por medio, el asunto se complica todavía más y cuesta mucho más.

En algunos países la casación se admite sólo en materia penal, pero en la mayoría aplica también para el derecho laboral (entre compañeros de trabajo), familiar (con una prima, que ya no es pecado) o civil (dos ciudadanos cualesquiera, como corresponde a la inclusión) y se realiza con diversos ritos, ceremonias y festejos, pero siempre con implicaciones de ley.

Lo paradójico es que, aunque el "non bis in ídem" establece en la constitución que a una persona no se la puede juzgar más de una vez por un mismo hecho, la casación parece saltarse esta norma: le pueden imponer el recurso de casación cuantas veces sea, siempre que entre una y otra medie una apelación.

Es más, puede utilizarlo con otra mujer o con la misma, con un par suyo o de ella, con un análogo o su homólogo y puede apelar las veces que sea necesario para volver a su estado anterior y seguirle dando de manera indefinida. Es como resetear su teléfono y volver a cargarlo, con los mismos programas o con otros nuevos. Verá que parece distinto, pero al final es lo mismo.

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