31 de diciembre de 2016

El momento ideal

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 (Cuento corto)


Un amigo de Cúcuta se compró en una ocasión una, además de costosa (puesto que la adquirió en un establecimiento legal) muy apreciada y apetecida botella de Whiskey sello azul, que atesoraba como uno de sus más preciados bienes.

Todos los amigos gorriones o también llamados gotereros, que conocíamos de su muy reputada y bien merecida fama de cují, tenido o tacaño, para ser más exactos, empezamos a visitarlo con asiduidad con la esperanza de ser partícipes de tan magnífico licor, que no es frecuente saborear,  pues no hace parte normal del bar de ninguno de nosotros, chichipatos vaciados. Cabe decir que aunque muchos somos borrachos de profesión, cuando pensamos en ingerir bebidas alcohólicas el factor precio es primordial ya que se juega con las horas de compañía bebiendo y compartiendo versus la satisfacción del paladar y la primera normalmente impera, por lo que usualmente terminamos con la famosa “pídase la otra” en cualquier tienda de barrio.

Como sea, fuimos varios de nosotros invitados al grado de bachiller de la hija mayor del mencionado amigo. La charla previa rondó, no en qué darle de regalo a la graduanda ni qué irían a servir en la cena, ni siquiera la clase de colegio del que egresó ni la futura profesión elegida por la niña, cosas que las señoras muy seguramente estaban discutiendo, sino en qué estrategia utilizar para inducir al descorche de la botella codiciada.

Las ideas fluían raudas y espumosas, como fluye la cerveza dentro del vaso. Era claro que las alabanzas al buen y abnegado padre, que con ingente esfuerzo alcanzaba este logro, eran los argumentos que debíamos servir como entrada, pero el plato fuerte tenía que centrarse en el orgullo que representa ver a los hijos alcanzar una meta y lo relevante del momento, que definitivamente constituía una razón más que válida para celebrar por todo lo alto y en buena compañía.

A pesar de haber preparado y seguido con rigurosidad el libreto acordado, la botella no se abrió. Para nuestro amigo, el momento, si bien significaba una ocasión especial, constituía solo un pequeño escalón en la larga carrera que le esperaba a su nena. Tal vez verla graduarse de profesional ya tendría el peso suficiente (al menos cinco años de espera, decía él), para celebrar con el raro whiskey. Fuimos despachados entonces con unos aguardientes, no muchos porque hacen daño, hay que manejar y el guayabo o resaca es insoportable al otro día. Así que el intento, ejecutado según lo que habíamos planeado, terminó en fracaso rotundo.

Sobrevino entonces un raro e inesperado suceso: nuestro equipo del alma, que nos tenía en sequía de títulos por más de dos décadas, se coronó campeón. ¡Ese sí que es todo un motivo! coreamos todos al unísono cuando alguien propuso visitar al cucuteño, hincha furibundo, quien seguramente por la alegría del momento y la afinidad de la botella con lo que nuestro equipo representa, no iba a ofrecer mayor resistencia a abrirla y por fin podríamos calmar la sequía a la que tanto él, como nuestro equipo, nos tenían sometidos.

El combo que se reunió fue tan nutrido que llegamos a pensar que nos iba a tocar de a sorbito, pero a estas alturas ya era más el reto que significaba lograr que la botella se abriera más allá de que con ella llegásemos a quedar en estado de ebriedad. Pero no, el fulano estaba duro de matar y aunque rebosaba de alegría como todos y gritó como loco cada gol de la final cuando los vimos en repetición, no fue tampoco este un momento digno del descorche (creo que en parte porque consideró que con tanta gente no iba a alcanzar para él) y entonces arguyó que con este equipo que estábamos viendo, esta final se iba a repetir cada seis meses a partir de ahora. Otro trago que se pasó con amargas.

Luego vino otro evento con connotaciones especiales: nuestro amigo fue ascendido a un cargo directivo dentro de la compañía para la cual trabajaba. Esto tenía razones de pesos para pensar que entonces sí había llegado el anhelado momento, pues ahora sus ingresos se multiplicaban por un factor muy sobresaliente (después comprobamos que esto, para un cují, solo acentúa su estado de tacañez, en lugar de disminuirlo) y este nuevo cargo representaba un paso muy importante en el desarrollo profesional de nuestro amigo. Bien por él.

Tuvimos nuevo conciliábulo entre los mismos de la fiesta de grado, que ya éramos solo unos pocos y con las mismas intenciones: encontrar las motivaciones necesarias para que diera el paso hacia el brindis esperado. En esta ocasión había un argumento muy fuerte: en su nueva condición, seguramente este tipo de bebidas serían de frecuencia obligada en cuanta reunión, convención o evento empresarial estuviera, así que no había razón para seguir conservando algo que para él ya no sería exclusivo y raro, sino de consumo habitual.

Con sorpresa lo encontramos ubicado en un estrato social superior al nuestro, imbuido ya de su nuevo rol empresarial; por tanto, el tema de la botella ni siquiera se mencionó en la breve reunión en la que estuvimos felicitándolo, que además de durar solo unos cuantos minutos, se despachó con un tinto y un “Gracias”. Nada etílico.

Ahora estamos todos reunidos, pero para nuestro propio infortunio y el de nuestro amigo, él no ha podido acompañarnos de cuerpo viviente en esta ocasión, ya que estamos en su velorio, recordándolo mientras brindamos con la botella de whiskey sello azul, añejada durante tantos años en su bodega: su nueva condición laboral y el estrés generado por ella lo llevaron a perderse este memorable momento.


La moraleja de esta historia es que nunca habrá un momento ideal cuando uno quiere imponer tantas condiciones que es imposible cumplir. El momento ideal se construye, para todo, con simples motivos que muchas veces no requieren motivo. ¡Salud!

2 comentários to “El momento ideal”

  • 21 de enero de 2017, 5:20 p.m.
    Angela says:

    ¿Cuál es el momento oportuno?. ¿Cuál el momento ideal?. Algunas veces nos olvidamos de que brindar, solo requiere una convención de iguales, una reunión familiar, una reunión con amigos, con colegas para celebrar un encuentro o un reencuentro.
    El protocolo indica una fecha especial: la celebración de una nueva vida, el cumpleaños, la primera comunión, la boda, navidad o los buenos deseos para el año nuevo. Esto, en los eventos más formales. Sin embargo, es tan sencillo que sólo debemos llenar las copas y decir:, Prost!, Gan bei!, Santé!, Yamas!, Cheers!, Salute!, Saude!, Lejaim! … o simplemente … ¡Salud!. Salud, por ti, por mí, por los nuestros, por ellos … Un pequeño sorbo, o toda la copa de inmediato evocando los buenos deseos para todos. ¡Así de simple!.
    El significado de hacer click, acercando las copas y diciendo: ¡bring dir’s!, ¡Te lo ofrezco! … Sellando sentimientos compartidos. Aquí, donde mágicamente, participan todos los sentidos, siempre habrá una razón para decir: ¡Salud!. Sin embargo, procuremos que sea ahora, porque mañana … puede ser tarde.

  • 12 de enero de 2020, 12:50 p.m.
    Unknown says:

    El momento oportuno es ya. Bien dice el adagio, quien guarda manjares, guarda pesares

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