Una cosa es la limpieza (mera urbanidad) y otra la purificación (sublime
religión).
Ablución es un término que
denomina al acto de lavarse ciertas partes del cuerpo con el fin de purificarse
en un sentido espiritual y no como simple acto de aseo. Se utiliza cuando se
visitan algunos templos o monumentos sagrados y también en ciertos rituales de muchas
religiones, tanto de oriente como de occidente.


Otro requisito básico para la
ablución es la presencia de agua, el medio purificador por excelencia, pero siempre
que no sea del río Bogotá, no tenga una lama verde encima y no posea un olor
como a caño rebotado. Esa no sirve. Tiene que ser esa agua clara, transparente,
libre de submarinos (sólidos suspendidos), insípida e inodora (pero no del
inodoro) y de preferencia, estar corriendo (el agua, no usted).
Algunas religiones suelen incluir
en sus rituales la exigencia del lavado de ciertas partes especificas del
cuerpo como método de purificación espiritual. Ahí sí “antes de …” es preciso
establecer bien qué es lo que usted cree al respecto, qué es lo que tiene
sucio, cuál es la parte que se quiere purificar y qué es lo que va a hacer del
cuerpo (de su cuerpo o con su cuerpo), dentro del templo.
Los judíos, que son muy
desconfiados, ordenan que se haga una inmersión total en el agua para evitar que
alguna parte se quede por fuera y por lo tanto sin desinfectar. Por su parte los
musulmanes, tal vez debido a la poca disponibilidad que tienen del preciado
líquido, aceptan que la ablución se haga con arena. Es decir, déjese caer
encima de todo su cuerpo desnudo un par de volquetadas de arena y luego de la
visita vaya a ver como se la quita de encima. Lo que si no es para nada recomendable
es mezclar las dos técnicas, porque el agua y la arena juntas producen el
efecto contrario al de una ablución, como bien queda demostrado luego de pasar
un fin de semana en la playa.
Como regla general,
forzosamente debe llevarse a cabo una ablución luego de haber dormido,
secretado o excretado o si recientemente se ha tenido contacto con algún órgano
sexual (propio o ajeno) o, en general, con algo o alguien impuro. Cuando se
puede hacer con agua, la instrucción es lavar las palmas de las manos, aspirar
agua por la nariz y escupirla por la boca, luego enjuagarse la boca muy bien
por si la nariz estaba muy sucia, introducirse un dedo húmedo en cada oreja y
lavar los genitales de uso frecuente (si lo requiere, utilizando el mismo
método que con las orejas), con una intensidad proporcional a su frecuencia de
uso, pero sin exagerar.
Los cristianos conservan el
rito del bautizo como único caso de purificación con agua que se debe hacer
antes de los seis años, probablemente para poder garantizar que no se es impío
(aunque no se sepa de nada ni pío), pero sí abstemio, célibe y virgen. Por
supuesto, se recomienda lavarle la colita al virginal bebé antes del acto, que
haya hecho chichi (aunque no haya bebido mucho) y ojalá que haya tenido ayuno y
reposo por lo menos 24 horas antes, para evitar sorpresas indeseadas.
Existe el caso del lavatorio
de pies de los católicos y otros cristianos, en el cual el poderoso baja al
nivel de cualquier infeliz para lavarle y besarle los pies o incluso,
chupárselos, pero el ablusador debe tener el cuidado de no exagerar en el
manoseo para no perder el efecto ablusivo. Un hecho curioso es que solo desde
enero de 2016 se admite que se les haga este lavado a las mujeres (en público,
porque vaya uno a saber cuántas veces se ha hecho en privado). Quizás tenga que
ver con que este es el único caso de ablución en el cual se incluyen besos y
caricias en el acto.
En muchos santuarios
sintoístas y budistas hay fuentes dispuestas para que los visitantes se laven,
principalmente las manos y la boca. Hace unos años, un devoto fundamentalista
propuso instalar duchas en lugar de las mencionadas fuentes, ya que la mayoría
de visitantes eran (y siguen siendo) turistas europeos, que dejaban los templos
oliendo asqueroso luego de su visita y durante varios días. La propuesta tuvo
gran acogida dentro del sindicato de aseadoras niponas de templos, pero fue
vetada por la unión europea.
La herencia que nos queda hoy,
culturalmente hablando, de estas prácticas religiosas, es la que nos lleva a
bañarnos todos los días (al menos a quienes disponen del recurso hídrico para
hacerlo) como método de purificación, luego de todas las porquerías que hacemos
cotidianamente. En la sociedad actual, cada vez más sucia, menos casta y más
impía (reimpía, podríamos decir), no basta con dejar correr el agua, sino que
es necesario el uso de jabones íntimos para baño, desodorantes, exfoliantes,
neutralizantes del pH y astringentes, acompañados de varios complementos como
espuma, esponja, un buen estropajo, cepillo y, en casos extremos, hasta una
grata de baño.
Se ha vuelto cada vez más
frecuente el uso en los cuartos de baño modernos de copitos extractores de
cera, aspersores bucofaríngeos, chupas lavapezones, dildos fungicidas y
bactericidas, supositorios limpiadores y desodorantes, rehimentadores de flujo
invertido y glandeyectores con cápsula satinizadora, en parte porque nuestra
conciencia es cada vez más negra y también porque cada vez nos queda más
costra. Lo preocupante de este asunto es que el consumo de agua por persona se
ha disparado enormemente ya que, curiosamente y tal vez por las razones
expuestas, el baño personal ahora dura mucho más tiempo y lo deja a uno limpio,
pero no purificado.