Si hemos admitido la expresión "todo es química" tenemos que aceptar "somos todo bacterias", puesto que nuestro cuerpo tiene tantas células como bacterias. Somos algo así como la versión bacteriana del hombre mosca.
Las bacterias, organismos unicelulares de apenas 5 micrómetros de largo, representan una de las formas de vida más antiguas, resistentes y extendidas de la Tierra.
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No solo son muchas, hay un abanico casi infinito de tipos de
bacterias. Tanto es así que se cree que el 90 % de las bacterias existentes aún
no han sido descritas. (Nunca hemos podido entender cómo se llega a determinar
algo que no se sabe que existe, como el grado 10 de la escala de Richter, los
inventos no inventados o la cantidad de especies que hay en el planeta).
Volviendo a nuestras protagonistas, éstas tienen una capacidad
de supervivencia tan elevada y una resistencia al medio tan numantina, que algunas hasta son capaces de permanecer en el espacio exterior, en la
lava de un volcán, en lo profundo de un pozo (por
eso debe tener precaución si va a bajar al pozo), en desechos
radioactivos, incluso en el vientre de un antropófago, en la sangre del chulo[1], en
un sobaco peludo[2] o en las
fauces del dragón de Komodo. Como dato curioso, la flora bacteriana del ano es
casi idéntica a la de la boca, de ahí que sea tan común hablar mucha m... me
distraje otra vez.
Es difícil imaginarse algo que no contenga bacterias, hasta el
punto de que el término "estéril" ha quedado relegado a quien no ha
podido pasar sus bacterias a un nuevo ser.
A propósito del tema, el nuevo ser, cuando se logra concebir,
ojalá no de primerazo sino luego de múltiples intentos, siempre conlleva a la
discusión del nombre, discusión que involucra a toda la familia, los amigos,
los conocidos o aún a quienes no queremos recordar (Vanesa no, esa fue una
novia que tuve. Rigoberto no, me besé con él en una buseta.
Eusebio no, era el profesor de Filosofía que me rajó, Jesús no, soy ateo. Linda
no, nos salió feíta. Norma no, de pronto la violan, etc.), a los
compañeros de trabajo y hasta a los vecinos.
Hace años se acostumbraba chantarle al chino el nombre del santo
del día en que nacía, lo que llevaba al onomástico, de donde surgían Ildefonso,
Eulalia, Eleuterio, Gervasio, Irineo, Ladislao, Dorotea, Tecla, Bergoña,
Almudena, Fermina, Saturnino, Leocadia, Adelaida o Demetrio, nombres muy
comunes entre nuestros abuelos. Esta costumbre, afortunadamente, está en
desuso.
Fruto de una extraña mezcla de esnobismo con amor por lo
extranjero y matizado con una pizca de ignorancia bañada en salsa de maldad,
encontramos también a Onedollar, Cuin Elizabeth, Niquita, Usnavy, Aisenjawer,
Hapyberdey, Valdisney, Melgibson, Xamaica,
Suzuky, Mericrisma, James Bond o Xochil.
Las fuentes parecieran inagotables, desde los adjetivos Clara,
Blanca o Gélida y los sustantivos Yema, Encarnación, Dolores, Esperanza o
Cólico, hasta los referentes bíblicos como Ester, Isaac o Salomón, que han sido
usados buscando, en parte dejar al hijo sin tocayo, sin futuro, sin visa y con
taras derivadas del "burling" y en parte darle un toque de
originalidad, exclusividad y rareza, que producen exactamente esas tres cosas.
Pero resulta que las bacterias, volviendo a lo que nos trajo acá
(literalmente), ofrecen una inexplorada gama de posibilidades que vale la pena
considerar como alternativas para la nueva bacteria, digo bebé, que está por
venir:
¿Que tal una
Neiseria, Listeria,
Lisenteria, Gorrionia, Estafilococo, Campilobacter o Clostridium
como opciones temerarias? Apetecibles y
novedosas se muestran Yersinia, Shigella,
Mamellia, Chupsydria, Vergonellia o Clamidia y
si se trata de heredarle el oficio al
hijo, nombres como Bordetela,
Prostinia, Cacorronio, Levadura, Caghonia o Zunguinia quedarían muy bien.
Si admitimos que la elección del nombre constituye un
condicionante del futuro desempeño de la criatura, esperar que pueda llegar al
mundo del burdelaje[3], la gimnasia
acrobática del pole dance o el PPV
(Pague Por Ver), tendríamos que Seudomona, Salmonela, Treponema,
Trepadinia, Brinconia, Neriña, Tetinia o Rickettsia le vendrían muy
bien.
Si por el contrario, uno desea dejarle a su heredero(a), además
de su fortuna, un nombre que impacte socialmente e inspire temor y respeto,
Gonorrea, Klebsiela, Moraxela, Neumococo,
Psicaria, Friterio, Chankrinia, Purilio, Cagarrea, Fleterio, Morronguinia,
Culiantria o Vibrio serán opciones muy apropiadas.
Y si como ya se dijo, existen tantas otras bacterias por
descubrir como humanos por nacer, es seguro que hay una de aquellas con la que
se le podrá designar a cada uno de estos. Con eso no sólo nos ajustamos a la
realidad de nuestro ser sino que le imprimimos al mundo, ese tan buscado toque
de originalidad y creatividad que tanta falta le hace. Ahí les dejamos estas
sugerencias. Más las que quedan por descubrir.