4 de agosto de 2018

Internet de la Cosa: IdC

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Ahora sí, a vivir en las nubes
IdC es una sigla, no de Instituto de Cultura, cosa totalmente pasada de moda, sino de Internet de las Cosas, cosa de gran actualidad. Consiste en la tendencia actual de conectar a internet las cosas cotidianas: desde la prenda de vestir más íntima hasta el más costoso electrodoméstico o desde cualquier automóvil, por barato que sea, hasta el más íntimo de nuestros momentos. Así, poco a poco el ser humano se va fundiendo cada vez más con la red informática, para ser menos humano y más red.

Y el humano llegará a ser un componente más de la nube cuando al ciberespacio no se acceda gracias a la intermediación de un dispositivo (como un PC o un celular) sino directamente desde el cerebro. Esto exigirá una interfaz, quizás un chip implantado, que convierta las señales neuronales en bits y viceversa, con lo cual los pensamientos serán alimentados directamente desde y hacia la nube (paradójicamente donde nos decían las abuelitas que estábamos cuando no estábamos).
Al igual que entonces, aparecerán diversos problemas, pero esta vez derivados del acceso directo a los contenidos ideados por un creador, aunque este los quiera mantener ocultos o aún no les haya dado el visto bueno para ser publicados o que los tenga solo en versiones de borrador. Esto se prestará para que seres ajenos opinen, corrijan o hagan copialina, sin autorización ninguna.

La idea de que una mente pueda ser invadida, asaltada y asustada de forma repentina por otras mentes, corresponde a una literal penetración cultural y conlleva a delitos que antes eran difíciles de imaginar, como acceso mental violento, expropiación intelectual anticipada, estupro neuronal, desplazamiento forzoso de ideas u orgía sináptica no consentida.

Pero además de esos problemas estarán los virus informáticos, convertidos ahora en pensamientos torcidos y retorcidos, perversiones naturales, desviaciones colectivas, ideas sin sentido, amores sin esperanza, ilusiones sin mañana y tantas formas de locura que se habían superado ya, al finalizar la era romántica.

Lo moderno lo pondrán las campañas publicitarias masivas, las campañas políticas por intrusión o las noticias falsas sin discusión, todas las cuales entrarán derecho al inconsciente. La mente será un accesorio, al cual le resultará prácticamente imposible saber si lo soñó, se lo dijeron, lo leyó o se le ocurrió.

Otro efecto adicional (que muchos hallarán promisorio) es que ciertos conceptos, como patria, religión, fidelidad, primer mundo, subdesarrollo, individuo, familia, inequidad y otros por el estilo desaparecerán por completo, para darle paso a una gran mente unificada, poseedora de todo el conocimiento, todas las ideas, todos los conceptos, que estarán instalados en un gran cerebro único, común y cooperativo. De esta manera ya no habrá razones para opinar, discutir, luchar ni matarse con los de la misma especie, ya que intentarlo sería equivalente a un gran suicido colectivo.

Esta perspectiva no es nada lejana: se encuentra a la vuelta de la esquina, a un clic de distancia, enestico no más. Para desgracia de todos, se avecina un tiempo apocalíptico en el que, ahora sí, de frente, ya no se promulgará más el embeleco ese de la libertad de pensamiento: todos sabrán que la mente solo le pertenece a la IdC. Ahí sí que nos llevó el que nos trajo, como diría la abuelita. Todo por no ponerle bolas a la letra menuda de los T&C (términos y condiciones) con los que a cada quien le instalaron su implante.

Los implantes IdC permitirán que todas las mentes habiten la web haciendo que la realidad virtual sea real y esté aumentada hasta límites insospechados. Allí en la nube, lo real y lo ficticio serán uno solo y el avezado “Gran Hermano” suministrará las ideas necesarias y adecuadas para que todos piensen y actúen según sus designios de él.

¿Será que ya llegamos al futuro y no lo hemos notado aún? ¿Será necesario el implante?


1 comentários:

  • 7 de agosto de 2018, 4:43 a.m.

    De los temas serios tratados en este Blog, este ha sido el mejor

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