Divertimento
primario
Lo que tienen ellas de bonito es que, contra viento y
marea, a pesar del mareo que sientan o del trágico tráfico que las aleja o de
quienes se opongan a que ellas se pongan juntas, su reunión espacial hace que
sea una unión especial. Son de ese tipo de matrimonio que, por extraño que
parezca en nuestra sociedad, no depende del patrimonio y no entraña ni una
pizca de suciedad, lo cual evita que perezca.
Las hay de varias clases, unas de cal y otras de sal, a
veces con fines definidos o para ser usadas en frentes diferentes. Pueden ser divergentes
para ciertas gentes a veces, pero esas voces tienen siempre algo cómplice y común.
Vamos para que veamos algunos ejemplos aislados:
1.
La materia prima de una obra, nunca sobra; a partir de ella
se cobra el trabajo realizado, de principio a fin, sin proporcionar indulto
alguno, pues se toma como insulto cuando algún inculto realiza un intento
insulso por devaluar lo que otro hizo, con aquello de que lo que nada nos
cuesta volvámoslo fiesta.
2. Hay una prima que es un premio
y se recibe con apremio. Es aquella que se le abona como bono cada medio año,
cuando usted se siente ya en el caño, para arreglar el daño de sus costos y sus
gastos. Pero, al llegar a casa, ya es escasa, aunque antes no la haya llevado a
una cata o se la haya dejado a una gata.
3. La prima periódica no le evitó
pasar esa pena que el banco le hizo pagar, pues no le alcanzó y, en cambio, se
desplomó en una banca de un parque, recriminándose por no haberle cogido la
caña a su jefe, quien con saña le había propuesto un exótico intercambio
erótico meses atrás. La anatomía bien manejada, le hubiese dado autonomía, en
lugar de este despecho que sentía por tener que asistir a un despacho donde se
iba a asustar cuando el abogado, por no consignarle, se viera abocado a
conminarle y, quizás, a calumniarle. No podría renunciar, pero tampoco
denunciar el acoso, en ningún caso.
4. Alguna vez Artemio sintió
cierto apremio: una voz interior clamaba que su prima era un premio, que fuera
a reclamarla, así que fue a dar al bar, pues sabía que allí ese delirio
quedaría ahogado en cerveza, con toda certeza, en lugar de ser presa de algún
abogado. Pero, ¡oh, desgracia! En alguna zanja de su rasca se le volteó la
rosca y en lugar de buscar a una zunga para ponerle broche a su descote y coto
a su derroche, se enroscó con un roscón.
5. La ópera prima, aún
inconclusa, fue oculta sin excusa bajo un gran candado por su cándido autor, Al
descubrir un roto que le había hecho una rata que salió de una vieja llanta, rompió
en llanto. Tanto, que ese estado anímico lo dejó anémico. Se vio de tal manera
afectado, que quiso ser afeitado no por el barbero sino por un bárbaro que
pusiera fin a su tormento. Pero, una prima le dio un abrazo solidario. Desde
entonces, solitario se sacude y acude, de martes a sábado, por un sábalo salado
con agua de sábila. Esto le resulta muy confortante.
De cualquier modo, una prima siempre es y será la primera,
la quimera preferida. A la que hay que renunciar sin que se pueda pronunciar, para
no denunciar inmensamente esos sentimientos que se presentan intensamente, sólo
por estar ella presente.