No
todo lo que brilla es oro y no es el oro lo único que brilla
Cuando uno escucha la expresión
“Falso 9” puede suponer que se trata de un pobre 6 al cual le ganó la cola, se
lo llevó y lo dejó malparado o en un 9 que pretende hacernos creer que es un 10
o quizás un 8. En todo caso, uno cree que ese 9 quiere simular algo o posar de
ser lo que no es. Pero no. Nada más falso.
En términos futbolísticos, un
verdadero 9, primero que todo, es aquel jugador que tiene el número 9 en su
camiseta y segundo que todo, se mantiene como centro delantero, algo estático, merodeando
en el área chica entre los defensores rivales, disputándose las bolas codo a
codo y centímetro a centímetro con cada contrincante, haciendo gala de su fuerza,
su inteligencia y su habilidad. Pero con una gran debilidad: si no se lo dan, no
lo mete.
Resultó que uno de los mejores
jugadores de fútbol del mundo, jugaba para uno de los mejores equipos del
mundo, pero el técnico, que era uno de los mejores del mundo, no sabía dónde
ponerlo a jugar, pues donde lo ponía, él rendía, así que decidió dejarlo por
ahí, para que jugara como quisiera, pero les dijo a todos los demás jugadores,
que tan pronto se vieran con el balón en su poder, sin pensar nada más, se lo
dieran a él. Así nació el cuento del falso nueve. Una expresión que han puesto
de moda los cronistas deportivos, pues por estos tiempos la usan a diestra y
siniestra.
Ahora bien, el falso 9, buscando
ser absolutamente falso, suele jugar con una camiseta que exhibe el número 7,
el 8, el 10 o el 11, pero jamás el 6 o el 18, que podrían pasar fácilmente como
falso 9, pero que los contendores descubrirían rápidamente, así que se trata de
todo un asunto estratégico para el desempeño en el juego: ocultar el 9 de forma
tal que sea muy difícil para el adversario percatarse de dónde se encuentra.
Como se puede observar, el
falso 9 no es un 9 y en realidad tampoco es falso, ya que tiene la habilidad
para meterla, así no se la den, se autohabilita, no es estático, entra y sale
de la zona de candela permanentemente y suele ser quien más la toca. Eso
explica por qué todos quieren tener uno.
Falso