el cariño verdadero ni se compra ni se vende
Mizuage es un término que se
utilizaba en Japón hasta mediados del siglo XX para denominar a la virginidad, que usualmente era puesta en venta al mejor postor, de una aspirante a Geisha, .
Estas prácticas han desaparecido,
la de la Geisha y la de vender el mizuage, las dos por obsoletas. Sin embargo,
la segunda ha revivido desde hace unos años para acá, acomodándose a los
tiempos modernos: mizuage en venta por internet
Claro, la oferente de su mizuage
ya no es Geisha, ya no hay un acto ceremonial de varios días y tampoco se
anuncia al mundo el hecho consumado con un cambio en el color del vestuario,
como solía ocurrir en la tradición nipona.
La oferente hoy puede ser una
fulana cualquiera o incluso un fulano, solo que en este último caso no está muy
claro como dejar prueba de pureza previa después del acto, distinta o unos gritos
de dolor y frases típicas del tipo “nunca imaginé que esto fuera así”, “ya me
puedo hacer un examen de próstata sin temor”, “es mejor en el sentido que no
pincha” y muchas otras de calibre similar y más grueso incluso.
Aún no se conocen casos de
animales, pero no faltará el aberrado que lo esté pensando con su gallina,
burra, perra, gata o yegua, como una posibilidad de acceso al mercado por una
arista innovadora y teniendo en mente la premisa que reza “puñalada en barriga
ajena no duele”.
El asunto es que aparte de que el
mizuage tiene hoy mucho menos valor que antes e inclusive muchas niñas lo
entregan a quien pregunte la hora o las invite un trago, también está el
atenuante de que una himenoplastia se lo puede devolver varias veces y
convertir en inocente a una zunga consumada.
La compañía china Gigimo vende un kit virginal compuesto por un himen plástico y un sangrado, de
gran acogida en oriente medio, con el que se simula un mizuage. Sólo se puede
usar una vez, como el mizuage mismo, pero a diferencia de este, otro kit nuevo
puede hacerle creer a otro incauto que ha sido el primero. Eso si, es indispensable
gestos de dolor, gemidos y llanto, habilidades actoriles innatas en muchas
mujeres y que no vaya a intentarlo dos veces con el mismo incauto, ahí ya no
cabe.
Así como hemos vendido sangre u
órganos como negocio, con los cuales al menos puede salvarse una vida, vender
una membrana se ha convertido en un comercio bizarro sin mística ni propósito
distinto al mercantil. No falta quien quiera venderle su alma al diablo, si
logra encontrarlo por internet.