Todo lo que se ha dicho sobre el onanismo es pura paja.
Según la versión
oficial, el hijo mayor de Judá, Er, “fue
malo a los ojos de Jehová y Jehová le quitó la vida”. Entonces su hermano
Onán tuvo que desposar a Tamar, la viuda, como lo dictaba la norma del momento.
Pero, el hijo que Onán engendrara ya no sería su hijo, sino que perpetuaría el
nombre de Er; así que, ante la perspectiva de ser convertido en segundón, el pobre
Onán en lugar de embarazar a la dama “vertía
en la tierra, por no dar descendencia a su hermano”. De este modo, inventó el
método del coitus interruptus. Es
como está escrito.
Como todos sabemos
(ya se los contamos en el salón de las dos verdades), desde tiempos
ancestrales las cuñadas han tenido un irresistible atractivo, así que el chisme
de corredor parece tener mayor apego a la verdad: Onán le tenía ganas a su
cuñis y organizó la muerte de su hermano, como se estilaba en esos tiempos.
Y el chisme parece aún
más acertado cuando refiere que la zunga de Tamar le dijo a Onán que a ella no
le gustaba su método de planificación sino el del ritmo, pero el pobre hombre
(que era totalmente descoordinado), no lograba seguirle el ritmo a ella, perdía
el paso y se paraba, se salía o terminaba cuando no era el momento adecuado y
esto produjo los obvios problemas maritales que los llevaron, a ella a buscar
consuelo en otro lecho y a él a buscar consuelo en manuela, con tozudez, “por no dar descendencia a su hermano”.
Onán
entonces, se arrancó a liberar por doquier sus millones de potenciales zagales
y pastores cada tercer día como todo libertino promedio, pero Tamar, indignada,
clamó en oración por las múltiples manchas que atiborraban el tapete, el techo,
las sillas, las cortinas, las sábanas y hasta los fardos de las túnicas limpias
y eso que ella no era quien tenía que limpiarlas. “Y desagradó a los ojos de YAHVE lo que hacía, y a él también le quitó
la vida”. Y decidió hacerlo de forma
extremadamente cruel:
Onán
empezó a experimentar una producción exagerada e inusual que lo obligó a
realizar su tarea ya no cada tercer día, sino hasta tres y cuatro veces cada
mañana y cada tarde. Esta situación le produjo llagas, callos, daños en la
muñeca y hasta en el manguito rotador, fibrilación muscular masiva, artrosis…
hasta que finalmente murió, en medio de intensas convulsiones y terribles
dolores óseos y musculares. Ahí sí que no hubo trapitos con que cogerlo y el
hombre, literalmente, se ahogó en su propio e involuntario cocinado.
Se
ha dicho oficialmente que el invento de Onán tuvo mal recibo en la sociedad de
la época y que fue por ello que recibió tan duro castigo, como se suele
castigar todo acto de independencia (véase la precuela bíblica), pero el corrillo popular contradice esta
versión y en cambio habla de una cascada de nuevos descubrimientos originados
en el onanismo y recibidos con gran entusiasmo por la sociedad: el celibato, la
soltería, el consolador, las muñecas inflables, las videoconferencias eróticas,
las líneas calientes y otros tantos más.
Lo
que sí es cierto en todas sus versiones es que todos hemos sido presas del
onánico deseo y que más allá de las motivaciones particulares, seguiremos
practicando el yo con yo en la medida en que nuestro amor propio nos lo exija.
Mmmmmmm......