Transmisión digital de una tradición de transmisión
oral
Todo cambia,
dice una vieja canción que no ha cambiado desde que suena hace 30 años. Sin
embargo, lo que sí es cierto es que las tradiciones y costumbres, el lenguaje y
los comportamientos en general se modifican y transforman y por supuesto, en
una época como la que vivimos, esto ocurre a gran velocidad.
Por eso
queremos, aprovechando esta época, presentarles la versión moderna de una vieja
tradición, a ver si las nuevas generaciones terminan aceptándola y aunque
tengamos una distorsión en el concepto, de algún modo se perpetúa esta
costumbre.
El hablar y no
contestar, que resultaba muy útil por esta época cuando uno llegaba tarde de
una novena bailable y no había preparado una buena excusa, se puede trasladar
al chatear y no abrir, para que no salgan los dos chulitos azules que lo
delatan.
El sí y el no de
antaño, tan afortunado cuando usted quería obtener cosas que antes no le daban
(claro, si la puso a ella a que no puede decir no, que es su estado natural),
puede reemplazarse por el dedito arriba y el dedito abajo, tan frecuentes en
las redes sociales hoy.
El dar y no
recibir que solía implicar un plato de la vajilla roto por no perder, se puede
traducir a postear y no comentar, que resulta ser lo más frustrante que le
puede pasar a un posteador y lo más difícil de hacer para su contraparte.
El anticuado y
champetudo Trespiés, se puede remplazar por el tenebroso Transferencies, que
consiste en enviar un archivo que contenga una oración, una cadena o hasta un
virus y lograr que la víctima lo abra (como ocurría con el trespiés), momento
en el cual el remitente la llama y grita ¡¡MIS AGUINALDOS!!!
El tradicional y
divertido pajita en boca, se remplaza con el envío de un video de Esperanza
Gómez, con todo y gemidos, solo que, dado que es la época de los aguinaldos, se
obvia la necesidad de llamar a presentar excusas o a decir que fue por error.
El sensual y a
veces necesario beso robado, se cambia ahora por el hackeo de cualquier clave, según la confianza que se tenga con la
víctima. Puede ser la de acceso al teléfono, a las redes o a las cuentas
bancarias. Una vez que se cometa una fechoría, se tendrá derecho a cantarle el
famoso “mis aguinaldos”.
Confiamos en
haber hecho un aporte para que las nuevas generaciones mantengan vivo el
espíritu navideño, aún manteniéndose inmersos en sus dispositivos informáticos.