Es flaca sobre manera
toda humana previsión,
pues en más de una ocasión
sale lo que no se espera.
La Perrilla, José
Manuel Marroquín
Después de muchas luchas,
disputas y hasta batallas por la igualdad, ahora resulta que somos diferentes,
no sólo en genio y figura sino hasta en la sepultura. Y, además, se ha hecho
necesario determinar una buena forma de emplear esa exclusividad personal como un
medio para diferenciarnos y protegernos. Nos referimos por supuesto a la
batalla que libran hoy muchas compañías tecnológicas para ofrecer mecanismos adecuados
de protección personalizada.
El ejemplo más difundido en el
momento es el mecanismo de acceso a los teléfonos inteligentes, que ha pasado
de un simple código de cuatro dígitos a un patrón digital dibujado con el dedo,
luego a la huella de ese dedo y a medios mucho más sofisticados como el actual
reconocimiento facial y quien sabe cuántos otros que estarán por venir. Cada sistema
de esos debió ser reemplazado gracias a la habilidad que apareció para burlar al
anterior, porque como es bien sabido, la premisa de “hecha la ley, hecha la
trampa” es una constante que tenemos bien desarrollada los humanos (Como dijo
el filósofo: la corrupción es inherente al ser humano).
También es claro que cada
mecanismo conlleva, no solo nuestra habilidad para burlarlos, sino una serie de
posibles errores intrínsecos y particulares de cada método, lo cual obliga a
buscar otros más precisos, irrefutables e inequívocos para preservar la
seguridad del usuario y que sólo las grandes corporaciones, los bancos, las
entidades gubernamentales y los chupasangres financieros sean quienes tengan
acceso a todos nuestros datos y los manipulen a su antojo.
Mientras las circunstancias
muestran que se requieren nuevos métodos de identificación, como la lectura de
los vellos de la axila, de la uña del dedo gordo del pie o el muy original y
tristemente poco aceptado escáner del nies, podemos notar que el novedoso
método del reconocimiento facial tiene también sus grandes interrogantes y
retos:
¿Qué pasa si cuando registró su imagen estaba
haciendo mala jeta? Muy seguramente, si ese no es su estado natural, va a tener
serios problemas para acceder a su aparato cuando esté de buen genio; en este
caso la solución es sencilla, pues luego del cuarto intento fallido va a tener
la misma cara que registró y entonces va a poder abrirlo “de una”.
Pero en cambio, si ahora
utiliza piercings, expansores, frenillo o pestañas postizas que no tenía cuando
registró su cara, ¿lo reconocerá el aparato? Puede averiguar si su madre lo
reconoce. Si ella lo hace y el aparato no, cambie de teléfono por un modelo
viejito: esos lo quieren como usted sea. Si la viejita dice algo como “a qué
horas se me torció este infeliz” quítese todas esas pendejadas e intente
resetear el aparato.
El asunto se complica cuando
los cambios son irreversibles (por ejemplo, un tatuaje, una sesión de botox o
una operación de cambio de sexo) o incluso cuando se presentan por efectos
naturales, como que le cayó un brote de acné severo, un fuego o una enfermedad
eruptiva diseminada que le dejó la boca como la del Depredador. No hay caso: le
tocó cambiar de teléfono.
Otro asunto complicado es el
de los gemelos idénticos. En tal circunstancia puede arreglar con su gemelo
quién de los dos va a pintarse el pelo de morado, dejarse la barba o el bigote
(así sea mujer) o dejarse crecer los pelos de la nariz antes de registrarse
ante su aparato. Tan sólo deben tener en cuenta que el mecanismo elegido habrá
de permanecer en el tiempo para que su teléfono sepa que usted es usted y lo
deje acceder a sus datos, a sus contactos y, en general, a su vida.
Pero, ¿Qué hacer con las
cámaras digitales de ultra alta definición? Su imagen es tan nítida y realista
que con ellas se puede ver el interior de los poros de la piel, el iris, el
cristalino y la retina, las caries presentes y en formación y, en general,
hasta sus negras intenciones. La recomendación en este caso es no dejarse tomar
fotos del tipo close up con las
cuales alguien pretenda captar su rostro dizque para hacerle un estudio
fotográfico o para tener un recuerdo suyo cuando no esté. ¡Cuidado! En realidad,
le quieren hackear su aparato y usarlo
para hacer quién sabe cuántas porquerías y luego incriminarlo a usted. No se
deje tramar.