27 de octubre de 2017

autosusto

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Usted no tiene siete vidas. Cuide la única que tiene.

Un amigo de Cúcuta acudió aterrorizado en busca de nuestros conocimientos mediáticos e informáticos, para que le asesoráramos sobre algo que le aconteció y que nos narró de esta forma:

En días pasados recibí, de un número oculto, un mensaje que decía


abrir con cuidado. Prepárese para ver su propia muerte

Casi me muero ahí mismo, del susto. Busqué el primer espejo disponible y me miré, pero no me vi nada extraño, sólo era yo.

Debe ser la agencia externa del banco, pensé enseguida, invitándome a ver mi muerte financiera, si no les compro algo. Sin embargo, aunque sé que nada calma la sed de estos chupasangres, me resistí a creer que hayan llegado a utilizar métodos tan bajos y agresivos.

Otra posibilidad, mis amigos (amantes del humor negro), que disfrutan haciendo bromas de grueso calibre. Esta alternativa podría ser, pero los conozco bien y sé que ninguno de ellos llegaría a algo tan extremo. No. Definitivamente, descartada.

La opción de que se tratara de un virus de esos que se apoderan de nuestra alma informática y se convierten en amos de nuestras vidas me llevó a pensar en borrar el mensaje sin abrirlo. La característica de estos mensajes es un título sugestivo, normalmente relacionado con algo de interés general, acompañado de un "presione aquí", "descargue aquí", "reinstale aquí", "siga el enlace aquí", en fin, siempre con un "pinche aquí". Así que tampoco sonaba mucho a eso.

Otra alternativa era la de estar frente a una de esas cadenas que buscan obtener información de los incautos, invitándolos a obtener riquezas, bendiciones, un celular de última generación, la vida eterna o tantas otras cosas, a cambio de que reenvíen el mensaje a no sé cuantos amigos, eso sí, en los próximos tres minutos, si no, la oferta desaparece, la oración milagrosa no surtirá efecto o el que se la envió ya no lo considerará su amigo. Un auténtico multinivel montado, como siempre, para beneficio del creador (del multinivel, claro), como lo leí en Encadenamiento Cibernético. Esta opción me estaba convenciendo, pero el título no encajaba con una promesa halagüeña.

Confieso que, así como la curiosidad mató al gato, yo también caí. Así que lo abrí y esto fue lo que vi:


¿ya se vió el aro?

Esta frase, en letras blancas sobre fondo negro, era todo lo que contenía el mensaje. La verdad, no, no me había visto el aro y ante tan inesperada pregunta, proseguí a tomar medidas para poder dar una respuesta positiva. Conseguí un taburete, un espejo de mano y unos pañitos húmedos y me metí al baño.

Pero descubrí que en mi caso este aposento es muy estrecho, diseñado exclusivamente para esas labores poco agraciadas y con la pérfida intención de que uno vaya allí a eso y nada más. Nada de mirarse más abajo del esternón, ni de poder contonearse entre el sanitario, la ducha y el lavamanos.

Apenas fue posible que entrara el butaco y yo tuve que saltar por encima de él para entrar. Con el fin de solo cerrar la puerta tuve que apoyar la cabeza debajo de la ducha y, casi acostado sobre la taza, halar la cerradura con la punta de los dedos del pie derecho.

Una vez encerrado y en posición fetal, manteniendo las manos junto a los muslos, logré bajarme los calzoncillos y traté de encontrar una posición que me permitiera lograr mi cometido, lo cual resultaba extremadamente incómodo y peligroso debido al impedimento estérico circundante. Después de varios intentos fallidos, algunos de ellos dolorosos, de caer y volver a empezar y de varias maromas acrobáticas dignas de un contorsionista chino, levantando las extremidades inferiores a niveles que no esperé nunca alcanzar, logré estar acomodado en una pose digna del Kama Sutra (o del Kamasuya, que también leí) y dirigiéndome al espejo desde un ángulo que me permitió descubrir un punto de vista que no tuve nunca antes.

En este momento me di cuenta que el espejo portátil que había llevado para usarlo como aditamento de barrido estaba sobre el lavamanos, lejos de mi alcance. Considerando además que tenía una mano aferrada al soporte del papel higiénico y la otra al gancho donde se cuelga la toalla, resolví prescindir del espejito y mejor girar el cuello, intentando lograr un ángulo donde la visión alcanzara el objetivo. Esta operación acrobática implicó una contorsión extrema, que a la postre terminó por hacerme levantar uno de los puntos de apoyo y que la maniobra concluyera de la manera menos conveniente.

Cuando desperté me encontraba en una habitación de hospital con diversas fracturas, vendas y yesos por doquier, espasmos musculares muy dolorosos y con la frustración de no haber podido cumplir el cometido. Eso sí, el dichoso mensaje por poco se convierte en realidad: ¡Casi me mato!

El propósito de nuestro amigo era que le recomendáramos qué hacer ante este nuevo tipo de mensajes y como prevenir a otras personas para que no corran este tipo de riesgos. Una vez que lo consolamos y después de varios “Pídase la otra”, logramos convencerlo (él creía que solo nos burlábamos), que El Aro es una vieja película de horror y que lamentamos mucho que aún no la haya visto.

2 comentários to “autosusto”

  • 15 de noviembre de 2017, 8:54 a.m.
    Unknown says:

    Analizando este evento desafortunado para nuestro amigo que pretendía realizar dolorosas y peligrosas maniobras circenses en su lavabo, servicio, tocador, ducha o toilette, mi mayor solidaridad y deseo de pronta recuperación. Quisiera, entonces, presentarle una lista de nombres raros de películas para que las conozca antes de disponerse a realizar cualquier actividad extrema y evitarle futuros inconvenientes de similares características. Aquí van:
    1.- El pájaro de las plumas de cristal
    2.- Lunapapa
    3.- Bicho de 7 cabezas
    4.- Carandiru
    5.- El almuerzo desnudo
    6.- Germinal
    7.- Las tortugas pueden volar
    8.- La insoportable levedad del ser
    9.- Eterno resplandor de una mente sin recuerdos
    10.- Palindromas
    11.- Viáje ácido
    12.- El gato de las nueve colas
    ¡Estimado amigo “contorsionista “, por favor, no te confundas de nuevo!
    MAC

  • 16 de noviembre de 2017, 9:05 p.m.

    Si, Marino, tienes razón. Le recomendaremos a nuestro amigo que antes de diseñar sus actividades de contorsionista, haga una visita a Google, con los temas que le llamen la atención.

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