19 de noviembre de 2017

Ley particular de la repulsión de ciertos cuerpos

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Si una ley física no explica todos los casos ya no es universal. Planteamos una ley particular para los casos de las minorías, tan de moda por estos tiempos.


El gran genio de la física Isaac Newton postuló en 1687 la clásica Ley universal de la atracción de los cuerpos, según la cual “la fuerza de atracción entre dos cuerpos, es proporcional al producto de sus masas (m1 y m2) e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia (r) que los separa”. Esto se expresa con la ecuación que encabeza este artículo, lo cual significa que, a mayor masa, mayor atracción. Y que este fenómeno aumenta cuando “la distancia se va haciendo menos” (como dijo José Alfredo). Además, introdujo un valor constante (G) para considerar aspectos particulares de la atracción, aún no conocidos.

Ni modo de atrevernos a discutirle a Newton. El único que ha tenido éxito en una empresa tal ha sido Albert Einstein. Pero lo que sí sabemos es que algunos hechos contradicen a sir Isaac. Veamos:

A muchos hombres (a muchos, no son todos) no les atraen las gordas. Y, mientras más gordas, menos les atraen. Esto nos hace pensar que la ley de Newton debe ser corregida, ya que no es tan universal como nos han hecho creer.

En primer lugar, no se necesita ser un genio matemático para afirmar que en este caso la ley de atracción debería enunciarse al contrario de lo que se ha enseñado durante siglos. O sea, que mientras mayor sea una masa (al menos la de una gorda), menos atraerá a la otra (en la mayoría de los casos). Y menos aún, si está demasiado cerca. Esa es una verdad de a puño.

E incluso, puede llegar a ocasionar una fuerza de repulsión de mayor intensidad que la que se presenta entre dos polos magnéticos iguales. Por ejemplo, si la gorda está adornada con pelos, acné, malcachupe, sarro, seborrea u otras características anti-sexys. Esto explica por qué se requiere en la ecuación una constante (G) que nos permite expresar la gravedad de este tipo de asuntos y cómo es que se oponen al estado de gravidez. Así que seguiremos dejando ahí quietecita esa constante en la ecuación, no sea que el sabio sí haya tenido la razón y nos arriesguemos a afectar la física (o el físico) de alguien de aquí en adelante. Se puede exceptuar de este análisis a las gordas del maestro Botero, así que tal vez él pudiera aportar alguna contribución a este tema (Maestro Botero, por favor, diríjase a la sección de comentarios, al final de este artículo).

Pero, nótese además que hablamos de que estas afirmaciones se refieren a la mayoría, a algunos, a casi, a los que más... en fin, no describe TODOS los casos ni a todos los cuerpos y no tiene en cuenta los casos de repulsión, así que de cualquier manera llegaremos a concluir que la ley de atracción de Newton, pues finalmente no es tan universal.

Tanto es así, que termina por entrar en conflicto con la conocida expresión “ve, aquella tiene un buen lejos”, que se refiere al caso particular en el cual la fuerza de atracción de una nena es poderosa inicialmente, pero va disminuyendo a medida que ella se acerca. En matemático, para que lo entienda el genio, significa que esa fuerza de atracción es inversamente proporcional a la distancia y que, cuando esa distancia se acerca a cero (o sea, si la gorda se arrima mucho), tiene lugar un proceso de repulsión, es decir, la fuerza de atracción se hace negativa.

La ley que enunció el genio de Oxford tampoco tiene en cuenta aquellos casos en los cuales los dos cuerpos son muy diferentes y una de las masas es muy pequeña con relación a la otra. Obviamente, cuando el cuerpo de mayor masa se acerca demasiado, el de menor masa sucumbirá bajo una frase del tipo de un gutural “te tengo, papito” y este terminará aplastado.

En la ecuación del profesor británico, el denominador es el cuadrado de la distancia (nunca hemos entendido por qué en toda ecuación debe haber un cuadrado). Un decúbito es mucho más atractivo, sobre todo si es el decúbito dorsal o mejor aún el inverso al dorsal. El papel del cubo resulta mucho más evidente, pues la masa del cubo se hace más atractiva. Es claro entonces, que hay que meterle el cubo a la ley de la atracción de los cuerpos. Y, además, hay que revisar si debemos tenerlo encima o debajo de la ecuación.

Emplear el cubo de la distancia, nos resuelve además las inquietudes planteadas respecto a quienes tienen “buen lejos” e introduce en la ecuación un componente que anticipa la velocidad a la cual sale disparado un cuerpo pequeño en respuesta a la repulsión producida cuando no tiene lugar una atracción adecuada.

La famosa ley a la que nos hemos venido refiriendo, debería entonces ser reformulada para que responda a los fenómenos descritos. Pero, como todos saben, esa ley es la que hace que los planetas permanezcan en sus órbitas y no queremos crear un caos planetario ni mucho menos entrar en polémicas con las universidades de Oxford ni de Princeton, así que proponemos una solución salomónica: una nueva ley que mantenga el universo como ha venido existiendo y que, por su lado, explique el alejamiento corporal que describimos acá.

Presentamos entonces, en primicia exclusiva, la Ley particular de la repulsión de ciertos cuerpos. Este principio que describe el efecto producido por la interacción de dos cuerpos cuyas masas son m1 y m2, se plantea mediante la ecuación:

En donde:
·         R es la Fuerza de Repulsión y corresponde a la fuerza que obliga a uno de los cuerpos (generalmente el de menor masa) a ser despedido y desaparecer, con una aceleración directamente proporcional a la misma.
·         El factor de repulsión g (de guácala), introduce los valores morfológicos de un cuerpo que hacen aumentar esa fuerza de repulsión en el otro cuerpo.
·         El denominador (m1) quedará más aplastado mientras mayor sea la diferencia de masas con el que está encima (m2). En cambio, si ella es livianita, la diferencia de masas será negativa, el resultado de la ecuación será menor a cero y la fuerza ya no será de repulsión, sino que se convertirá en una fuerza de atracción (-R = F), como quería Newton.
·         Y esa fuerza será mayor (en proporción cúbica), cuanto mayor sea la distancia (d) a la cual llamamos distancia de despido del decúbito, es decir, la distancia a la cual un cuerpo deja de parecer atractivo. Para ponerlo en cristiano: si una persona nos parece poco atractiva a diez cuadras de distancia, mientras más se acerque menos atractiva resulta y más rechazo nos genera: la fuerza de repulsión será mayor.

Como se puede comprobar matemáticamente, la Fuerza de Repulsión es nula (R = 0) en aquellos casos cuando las masas m1 y m2 sean iguales (la diferencia es cero: los dos con cuerpo de gimnasio o ella con banano y él con barriga de camionero), el factor g sea cero (cero pelos, perfume agradable, billetera abultada, guazamaya portentosa y similares o se hayan ingerido dosis enormes de embellecedor) o la distancia d sea cero (amacice total, ya estamos entrepiernados o estamos en plena chupalina). Así se evidencia la validez de esta nueva ecuación.

Lo que hemos encontrado es que la ley de Newton es simplemente un caso especial de aplicación de la ley de repulsión y solamente se aplica cuando la Fuerza de Repulsión se hace igual a cero.

Así que no se deje llevar por un buen lejos. Dele tiempo al tiempo, deje que la Óptica (un capítulo de la Física que usted verá después) haga su trabajo y busque conseguir un cuerpo con una masa similar a la del suyo. Evitará ser repelido o ser aplastado por una masa inmanejable, tener que hacer llamados de auxilio, beber cantidades ingentes de etanol, correr despavorido o emplear su fuerza en trabajos inútiles y desagradecidos.

1 comentários:

  • 23 de noviembre de 2017, 4:38 a.m.
    luz angela valenzuela says:

    Y así como te suena? : Por ejemplo, si el gordo está adornado con pelos, acné, malcachupe, sarro, seborrea u otras características anti-sexys...

    Esto explica por qué se requiere en la ecuación una constante múltiple IBP(Inteligencia y la esencia de una Buena
    Persona) que nos permite expresar la gravedad del desacierto en este tipo de asuntos y cómo es que se oponen al estado de estupidez.

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