Una cuidadosa selección de temas para que sea banal y en lugar de meter
la pata se oriente hacia una bacanal.
Sin embargo, lo que ocurre con
frecuencia es que reaccionamos de una manera muy amable y desprevenida, por lo
cual, sin darnos cuenta en qué momento, la conversación toma un giro que puede
llegar a ser muy comprometedor, pues finalmente abordaremos algún tema relacionado
con la corrupción, la política, la religión o los deportes y, consecuentemente,
nos veremos obligados a guardar un silencio que puede interpretarse como de culpabilidad
o complicidad o, en otro caso, a expresarnos sin las debidas reservas y con
ello a quedar expuestos a la ojeriza, al vituperio o a las injurias. O sea,
como decimos coloquialmente, a una inolvidable metida de pata.
Se ve con claridad entonces
que no es conveniente hablar del último escándalo de corrupción oficial si usted
está, por ejemplo, en la oficina del procurador y no conoce bien el papel que desempeñan
quienes se encuentren ahí en ese momento. Hable del clima. En otro ejemplo, si
usted está en un coctel al cual le invitó una amiga que trabaja en la industria
farmacéutica y deambula por ahí en medio de un montón de extraños, no parece
conveniente que se ponga a hablar de los problemas del sistema de salud, del
alto costo de los medicamentos, de los efectos secundarios no publicitados ni de
ningún escándalo de corrupción. Mejor hable del clima.
Como regla general, si usted
no conoce la filiación política, la religión que practican, las preferencias
deportivas, las prácticas sexuales que acostumbran ni los cargos que desempeñan
los eventuales contertulios que la vida le ponga por delante de forma circunstancial,
no se quede callado, pero tampoco se meta a hablar de lo que no sabe a
cabalidad. Mejor hable del clima. De eso nadie sabe y nadie tiene la culpa.
Y si está encerrado en un
ascensor con otras tres personas que no conoce y les anunciaron que están
trabajando para liberarlos pero el asunto va a tomar al menos media hora, ¿de
qué puede hablar con estas personas en todo ese tiempo si no sabe cómo está el
clima afuera?
¿Sabían que los sapos tienen sangre verde?
Ojo, asegúrese que no haya
sapos entre los asistentes.
¿Se han percatado que una persona se toca la cara dos veces por minuto,
en promedio?
Para esta es necesario haber
observado detenidamente que entre el auditorio no haya alguien con acné quístico,
eczema (dermatitis), seborrea o rosácea, pues podría darse por aludido y
molestarse, sobre todo cuando usted explique las razones por las cuales alguien
se toca la cara e incluya en ellas los granos, la piquiña y el descascaramiento
de la piel.
¿Ya cumpliste hoy con tu cuota diaria de besos?
Úsela para luego explicar que
“Se ha demostrado que una persona da en
promedio siete besos en el día”. Si el tema tiene acogida y la
interlocutora lo ha cogido, puede luego de los besos pasar al tema del
kilometraje y vaya uno a saber a dónde irán a parar. Pero, si se trata de una
de esas morrongas reticentes, exigentes y autosuficientes, usted tendrá que
seguir explayándose con detalles como que es en promedio, que es a los padres,
que es al hijito cuando se va al colegio, a la compañera de oficina en la
mejilla, etc.
Pero si usted no tiene la
habilidad para salirse de temas del tipo de “...los estudios e investigaciones
realizadas por un equipo científico interdisciplinario de una prestigiosa
universidad extranjera…”, resultará metido en calzas prietas o cuando menos,
sonrojado y con un amargo recuerdo.
La mágica y maravillosa estadística
callejera (de la cual se abusa tanto) le permitirá manejar e incluso jugar con información
y escapar del aprieto sin comprometerse.
Use, por ejemplo, el dato de que
quien no sea vegano se traga, a lo largo de su vida, alrededor de 25.000 huevos,
10 reses, 15 cerdos y 1.200 pollos. Luego usted podrá derivar a temas
nutricionales e indagar por los hábitos alimenticios de sus contertulios y, si
la cosa prospera, conocer sus preferencias en cuanto a carne y huevos y
terminar, por ejemplo, en lo de las relaciones sentimentales.
En otro caso, puede introducir
el tema trivial del cuidado personal y dar a conocer que, en promedio, una
persona utiliza en su vida 5.800 pañales (sumando los de bebé y los de adulto),
4.800 toallas higiénicas o tampones (los hombres muchos menos), 4.500 rollos de
papel higiénico, 298 cepillos de dientes, 190 frascos de champú (sin contar los
de los hoteles, hospitales y moteles) y 73 frascos de perfume y enfocarse
entonces en el valor del mercado de los artículos de aseo, el tamaño tan reducido
de los carritos de los grandes supermercados o de cómo hemos perdido poder
adquisitivo y que el salario mínimo es cada vez más mínimo. O, de plano, en lo
importante que es el cuidado de las partes íntimas y la selección de marcas
adecuadas para ello. Si usted es lo suficientemente avezado(a) puede hasta
llegar al punto de adentrarse en un taller teórico-práctico.
Un tema para plantear con
éxito una conversación es, sin duda (a menos que esté en una convención de
mormones), el licor. De allí la importancia de conocer sobre bebidas
espirituosas y sus beneficios para la salud, particularmente, si se tiene un
trago en la mano. Usted puede descrestar fácilmente, con la información de que
una persona normal consume a lo largo de su vida 15.000 litros de cerveza y
1.700 litros de vino. Además de que podrá hablar sobre cuánto de ese volumen se
han bebido y cuánto les falta aún por consumir, también dará pie para “pedirse
la otra” y según como vaya la tertulia, podrá incluso lograr un etílico final.
En una sociedad capitalista
como esta en la que vivimos, mencionar las 3 lavadoras, 3 neveras, 5
televisores, 15 computadores, 16 teléfonos celulares u 8 automóviles que una
persona compra a lo largo de su vida, le puede llevar al valioso y siempre
valorado tema de los automóviles (aunque muchas doñas no son muy afectas al
mismo), al de la forma vertiginosa como avanza la tecnología, a la cuestión de
lo buena que es tal o cual marca de uno u otro
electrodoméstico o a lo maravilloso que sería tener un control universal
para todos esos dispositivos (algunas señoras prefieren conseguir ese control
en la oficina de temporales) y que además tuviera “un tono de búsqueda por si
se llega a refundir”, porque si no lo encontramos vamos a enloquecer, como les
sucede a muchos en la cama y ahí ya puede usted empatar con temas más
provechosos, como el de cómo sacarle el jugo a la cama cuando se pierde el
control.
Ahora bien, si el interlocutor(a)
de ocasión parece una promesa interesante para entablar una amistad y no aparenta
estar dentro del 10 % de la población que no sabe leer ni escribir ni del 60 %
que ha decidido no hacerlo, entonces es pertinente hablarle de los 533 libros
que en promedio lee una persona, preguntarle cuántos de ellos ha disfrutado ya,
cuáles le impactaron más o le resultaron inolvidables, cómo eran los que
recomendaría y cuántos, definitivamente no le satisficieron. Ahí tiene tema
para rato y puede lograr un contacto para continuar conversando en un ambiente
más acogedor.
En otro tipo de circunstancias,
usted puede hablar de que un ser humano puede durar 7 días sin comer, pero sólo
2 días sin agua, que renovamos el total de las células del cuerpo cada 5 años,
que el cabello crece 9 cm por año, pero perdemos 100 pelos cada día, que
orinamos un volumen de 1,5 litros al día, que el tamaño del pene equivale, en
promedio, a tres veces el tamaño del dedo pulgar o que una persona tiene en
promedio 10 parejas sexuales durante su vida[1].
En fin, en circunstancias como
las mencionadas y muchas otras que no quedan descritas, lo mejor es conservar
la cabeza fría, hacer el mayor acopio de cordura y sensatez y, como cualquier
vendedor, hacer una adecuada investigación del mercado inmediato. Pero siempre,
es recomendable tener a la mano la “Enciclopedia
de los datos inútiles”, referencia que le permitirá introducir un tema de
conversación lo suficientemente ameno como para distraer e interactuar, pero también
lo suficientemente intrascendente como para evitar comprometerse, develar su
postura política o filiación deportiva e involucrarse en una situación de
riesgo personal. Si está en un ascensor (o en ciertas oficinas) y no puede
correr, esto es vital.
Pero, ante todo, hay que tener
muy presente que haber dicho algo “políticamente incorrecto” en el lugar
equivocado, puede acarrearle desde resultar liado en una camorra, de forma
impensada, hasta quedar inmerso en un mar de líos judiciales, pasando por un
ajuste de cuentas con sicarios y todo a bordo. El adecuado manejo de la
estadística y de la enciclopedia que les mencionamos, puede en cambio brindarle
diversas opciones para un siempre preferible y más disfrutable “final feliz”.