22 de julio de 2017

Datos inútiles

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Una cuidadosa selección de temas para que sea banal y en lugar de meter la pata se oriente hacia una bacanal.
Cuando tenemos que entablar conversación con algún extraño, normalmente se nos vienen a la mente una cantidad de posibles temas que, antes de ser expresados deberían pasar por el filtro de nuestro cerebro, con el fin de ponderar la conveniencia del tema, la apariencia del interlocutor, el ambiente o locación física en donde estamos y el tiempo disponible para la charla.

Sin embargo, lo que ocurre con frecuencia es que reaccionamos de una manera muy amable y desprevenida, por lo cual, sin darnos cuenta en qué momento, la conversación toma un giro que puede llegar a ser muy comprometedor, pues finalmente abordaremos algún tema relacionado con la corrupción, la política, la religión o los deportes y, consecuentemente, nos veremos obligados a guardar un silencio que puede interpretarse como de culpabilidad o complicidad o, en otro caso, a expresarnos sin las debidas reservas y con ello a quedar expuestos a la ojeriza, al vituperio o a las injurias. O sea, como decimos coloquialmente, a una inolvidable metida de pata.

Se ve con claridad entonces que no es conveniente hablar del último escándalo de corrupción oficial si usted está, por ejemplo, en la oficina del procurador y no conoce bien el papel que desempeñan quienes se encuentren ahí en ese momento. Hable del clima. En otro ejemplo, si usted está en un coctel al cual le invitó una amiga que trabaja en la industria farmacéutica y deambula por ahí en medio de un montón de extraños, no parece conveniente que se ponga a hablar de los problemas del sistema de salud, del alto costo de los medicamentos, de los efectos secundarios no publicitados ni de ningún escándalo de corrupción. Mejor hable del clima.

Como regla general, si usted no conoce la filiación política, la religión que practican, las preferencias deportivas, las prácticas sexuales que acostumbran ni los cargos que desempeñan los eventuales contertulios que la vida le ponga por delante de forma circunstancial, no se quede callado, pero tampoco se meta a hablar de lo que no sabe a cabalidad. Mejor hable del clima. De eso nadie sabe y nadie tiene la culpa.

Y si está encerrado en un ascensor con otras tres personas que no conoce y les anunciaron que están trabajando para liberarlos pero el asunto va a tomar al menos media hora, ¿de qué puede hablar con estas personas en todo ese tiempo si no sabe cómo está el clima afuera? 
 Puede interesar a los asistentes con preguntas como:


¿Sabían que los sapos tienen sangre verde?
Ojo, asegúrese que no haya sapos entre los asistentes.

¿Se han percatado que una persona se toca la cara dos veces por minuto, en promedio?
Para esta es necesario haber observado detenidamente que entre el auditorio no haya alguien con acné quístico, eczema (dermatitis), seborrea o rosácea, pues podría darse por aludido y molestarse, sobre todo cuando usted explique las razones por las cuales alguien se toca la cara e incluya en ellas los granos, la piquiña y el descascaramiento de la piel.

¿Ya cumpliste hoy con tu cuota diaria de besos?
Úsela para luego explicar que “Se ha demostrado que una persona da en promedio siete besos en el día”. Si el tema tiene acogida y la interlocutora lo ha cogido, puede luego de los besos pasar al tema del kilometraje y vaya uno a saber a dónde irán a parar. Pero, si se trata de una de esas morrongas reticentes, exigentes y autosuficientes, usted tendrá que seguir explayándose con detalles como que es en promedio, que es a los padres, que es al hijito cuando se va al colegio, a la compañera de oficina en la mejilla, etc. 

Pero si usted no tiene la habilidad para salirse de temas del tipo de “...los estudios e investigaciones realizadas por un equipo científico interdisciplinario de una prestigiosa universidad extranjera…”, resultará metido en calzas prietas o cuando menos, sonrojado y con un amargo recuerdo.

La mágica y maravillosa estadística callejera (de la cual se abusa tanto) le permitirá manejar e incluso jugar con información y escapar del aprieto sin comprometerse.

Use, por ejemplo, el dato de que quien no sea vegano se traga, a lo largo de su vida, alrededor de 25.000 huevos, 10 reses, 15 cerdos y 1.200 pollos. Luego usted podrá derivar a temas nutricionales e indagar por los hábitos alimenticios de sus contertulios y, si la cosa prospera, conocer sus preferencias en cuanto a carne y huevos y terminar, por ejemplo, en lo de las relaciones sentimentales.

En otro caso, puede introducir el tema trivial del cuidado personal y dar a conocer que, en promedio, una persona utiliza en su vida 5.800 pañales (sumando los de bebé y los de adulto), 4.800 toallas higiénicas o tampones (los hombres muchos menos), 4.500 rollos de papel higiénico, 298 cepillos de dientes, 190 frascos de champú (sin contar los de los hoteles, hospitales y moteles) y 73 frascos de perfume y enfocarse entonces en el valor del mercado de los artículos de aseo, el tamaño tan reducido de los carritos de los grandes supermercados o de cómo hemos perdido poder adquisitivo y que el salario mínimo es cada vez más mínimo. O, de plano, en lo importante que es el cuidado de las partes íntimas y la selección de marcas adecuadas para ello. Si usted es lo suficientemente avezado(a) puede hasta llegar al punto de adentrarse en un taller teórico-práctico. 

Un tema para plantear con éxito una conversación es, sin duda (a menos que esté en una convención de mormones), el licor. De allí la importancia de conocer sobre bebidas espirituosas y sus beneficios para la salud, particularmente, si se tiene un trago en la mano. Usted puede descrestar fácilmente, con la información de que una persona normal consume a lo largo de su vida 15.000 litros de cerveza y 1.700 litros de vino. Además de que podrá hablar sobre cuánto de ese volumen se han bebido y cuánto les falta aún por consumir, también dará pie para “pedirse la otra” y según como vaya la tertulia, podrá incluso lograr un etílico final.

En una sociedad capitalista como esta en la que vivimos, mencionar las 3 lavadoras, 3 neveras, 5 televisores, 15 computadores, 16 teléfonos celulares u 8 automóviles que una persona compra a lo largo de su vida, le puede llevar al valioso y siempre valorado tema de los automóviles (aunque muchas doñas no son muy afectas al mismo), al de la forma vertiginosa como avanza la tecnología, a la cuestión de lo buena que es tal o cual marca de uno u otro  electrodoméstico o a lo maravilloso que sería tener un control universal para todos esos dispositivos (algunas señoras prefieren conseguir ese control en la oficina de temporales) y que además tuviera “un tono de búsqueda por si se llega a refundir”, porque si no lo encontramos vamos a enloquecer, como les sucede a muchos en la cama y ahí ya puede usted empatar con temas más provechosos, como el de cómo sacarle el jugo a la cama cuando se pierde el control.

Ahora bien, si el interlocutor(a) de ocasión parece una promesa interesante para entablar una amistad y no aparenta estar dentro del 10 % de la población que no sabe leer ni escribir ni del 60 % que ha decidido no hacerlo, entonces es pertinente hablarle de los 533 libros que en promedio lee una persona, preguntarle cuántos de ellos ha disfrutado ya, cuáles le impactaron más o le resultaron inolvidables, cómo eran los que recomendaría y cuántos, definitivamente no le satisficieron. Ahí tiene tema para rato y puede lograr un contacto para continuar conversando en un ambiente más acogedor. 

En otro tipo de circunstancias, usted puede hablar de que un ser humano puede durar 7 días sin comer, pero sólo 2 días sin agua, que renovamos el total de las células del cuerpo cada 5 años, que el cabello crece 9 cm por año, pero perdemos 100 pelos cada día, que orinamos un volumen de 1,5 litros al día, que el tamaño del pene equivale, en promedio, a tres veces el tamaño del dedo pulgar o que una persona tiene en promedio 10 parejas sexuales durante su vida[1].

En fin, en circunstancias como las mencionadas y muchas otras que no quedan descritas, lo mejor es conservar la cabeza fría, hacer el mayor acopio de cordura y sensatez y, como cualquier vendedor, hacer una adecuada investigación del mercado inmediato. Pero siempre, es recomendable tener a la mano la “Enciclopedia de los datos inútiles”, referencia que le permitirá introducir un tema de conversación lo suficientemente ameno como para distraer e interactuar, pero también lo suficientemente intrascendente como para evitar comprometerse, develar su postura política o filiación deportiva e involucrarse en una situación de riesgo personal. Si está en un ascensor (o en ciertas oficinas) y no puede correr, esto es vital.

Pero, ante todo, hay que tener muy presente que haber dicho algo “políticamente incorrecto” en el lugar equivocado, puede acarrearle desde resultar liado en una camorra, de forma impensada, hasta quedar inmerso en un mar de líos judiciales, pasando por un ajuste de cuentas con sicarios y todo a bordo. El adecuado manejo de la estadística y de la enciclopedia que les mencionamos, puede en cambio brindarle diversas opciones para un siempre preferible y más disfrutable “final feliz”.





[1] Véase Isaías 4:1 La profecía de las 7 mujeres en “Pídase la otra”

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